Con un corazón lleno de gratitud por el mensaje sanador de la Ciencia Cristiana, que ha bendecido nuestra vida con innumerables curaciones, deseo relatar cómo llegamos a esta maravillosa religión.
De recién casados nos mudamos a una región nueva que todavía estaba escasamente poblada. Los comienzos fueron difíciles. Como no estaba acostumbrada a trabajar tan fuerte, me enfermé. Fuimos a un médico, el que me examinó y encontró que había sufrido una lesión abdominal que, según él, requería una operación. También diagnosticó que tenía una enfermedad en los riñones que necesitaba tratamiento médico.
Cuando volvimos a nuestra casa, nos visitaron unos amigos que habían emigrado a esa localidad hacía poco tiempo y que conocían nuestra situación. Con mucha alegría nos dijeron que habían encontrado algo que podía curarme —“¡La Ciencia Cristiana!” Mi marido y yo aceptamos la oferta con regocijo. Sin demora fuimos a ver a un practicista de la Ciencia Cristiana que vivía en la ciudad.
Estas enseñanzas eran completamente nuevas para nosotros, pero el practicista nos recibió con amabilidad y nos explicó verdades acerca de Dios y de Su creación perfecta. Me sobrevino una iluminación y regocijo indescriptibles. Sané instantáneamente y pude ocuparme de todo mi trabajo nuevamente. Esta curación ocurrió hace muchos años. Desde esa época hasta el presente siempre hemos recurrido a la Ciencia Cristiana para resolver todos nuestros problemas. Este versículo de la Biblia, que habla de Dios, siempre me ha sostenido de una manera especial (Isaías 40:11): “Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas”.
Nos vimos enfrentados tanto a grandes como a pequeñas tribulaciones, pero con la afectuosa ayuda de practicistas siempre se han solucionado nuestros problemas. Al entender que la vida del hombre es indestructible, sané del pesar cuando falleció mi querido esposo. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud (páginas 468–469): “La Vida no está en la materia, ni procede de ella... La Vida es la Mente divina”.
Ahora tengo una edad avanzada y aún mantengo mi salud y vigor, y sigo disfrutando del estudio de la Ciencia Cristiana, el que siempre me da una gran fortaleza espiritual. He aplicado frecuentemente y con éxito el pasaje de Ciencia y Salud (pág. 406) que dice: “La Ciencia del ser quita el velo a los errores de los sentidos, y la percepción espiritual, ayudada por la Ciencia, alcanza la Verdad. Entonces desaparece el error”.
Agradezco constantemente a mi Padre-Madre Dios desde el fondo de mi corazón. Estoy agradecida por nuestro Mostrador del camino, Cristo Jesús, por la Sra. Eddy, y también por todos los queridos practicistas que me han apoyado por medio de la oración.
Panambi, RS, Brasil