La base del amor que los Científicos Cristianos sienten hacia toda la humanidad es el reconocimiento de que Dios es el único Padre. Él es Padre-Madre para toda Su creación. Dios es Amor y el hombre es el hijo de este Amor. El hombre es más aún: es la expresión misma, la emanación del Amor. Ésta es su naturaleza, su propósito, su razón de existir. La función del ser del hombre es la de glorificar al Amor, dar evidencia — en realidad dar prueba absoluta — de que el Amor es el único poder, la única presencia, la única sustancia.
Una creciente percepción de lo que es el Amor como el único Padre, y de lo que es el hombre, su precioso hijo, conduce inevitablemente a una mayor apreciación, confianza y comprensión entre los hombres. A medida que reconocemos el poder cohesivo del Amor dejamos de ver al hombre como una entidad mortal unida a otras por frágiles relaciones personales. Cuando nuestros pensamientos y actos emanan de la expresión del Amor divino, el amor hacia nuestros semejantes es natural y se manifiesta sin esfuerzo.
El Científico Cristiano ve a todo individuo, sin excepción, como precioso a los ojos del Amor. Se esfuerza sinceramente por contemplar la existencia desde el punto de vista del Amor. Y sobre esta base se siente impelido a amar a toda la humanidad. En realidad, nuestro amor por el hombre nos dice mucho acerca de nuestro amor por Dios. La Sra. Eddy nos recuerda: “Debiéramos evaluar el amor que sentimos hacia Dios por el amor que sentimos por el hombre; y nuestra comprensión de la Ciencia será evaluada por nuestra obediencia a Dios — en el cumplimiento de la ley del Amor, haciendo bien a todos; impartiendo la Verdad, la Vida y el Amor, en el grado en que nosotros mismos los reflejemos, a todos los que se hallen dentro del radio de nuestra atmósfera de pensamiento”.Escritos Misceláneos, pág. 12;
Las relaciones humanas generalmente nacen de lo que la gente tiene en común. Una familia, por ejemplo, comparte una misma historia, una misma génesis, que pueden conducir a una fuerte y firme raigambre de respeto, admiración, confianza y solicitud. Esa familia sentirá lazos singularmente especiales porque sus miembros quizás hayan sufrido juntos duras pruebas, se hayan regocijado juntos por victorias obtenidas e incluso hayan permanecido juntos en momentos en que las relaciones del uno para con el otro hayan sido difíciles. A medida que la familia fue madurando, estos lazos de amor se fueron desarrollando y prevalecieron en momentos de diferencias.
Hasta una nación entera puede, en alguna medida, compartir esta clase de sentimientos. Algún día el mundo entero examinará su historia y verá que un amor gradual y creciente ha ido fortaleciendo las relaciones entre individuos y grupos. Este proceso unificador se desenvolverá en la medida en que el pensamiento humano despierte a la verdad de que el hombre es una idea espiritual y no una personalidad mortal.
De una manera muy natural, quienes se vinculan con el movimiento de la Ciencia Cristiana descubren que ellos también son bendecidos con una relación grandemente satsifactoria con los demás adherentes. He observado casos profundamente conmovedores, no sólo del amor que los Científicos Cristianos sienten por la humanidad en general, sino del amor que sienten los unos por los otros.
¿Qué hay en la familia de los Científicos Cristianos que enriquece su amor hacia otros Científicos Cristianos? Ciertamente el reconocimiento de nuestro común parentesco: la paternidad y maternidad del Amor divino. Pero hay algo más. Tiene que ver con la revelación.
Desde los días de Cristo Jesús y de los primeros años del cristianismo, ningún grupo de personas ha compartido el lazo de la visión y la práctica cristianas primitivas que los Científicos Cristianos comparten hoy. Esto se debe a la revelación que llegó mediante la Sra. Eddy.
Por modesta que pueda ser, nuestra visión espiritual individual es una creciente percepción de que Dios, el Amor, verdaderamente lo es Todo. Esta percepción va acompañada de la comprensión de que el mal es absolutamente irreal. Quienes han percibido esta verdad eterna no pueden dejar de sentir una poderosa, aunque sea callada, admiración por los que también han captado esta visión.
Anhelamos que todo individuo discierna esta gloriosa realidad. Nos regocijamos por cada individuo que la percibe. Por lo tanto, si bien el Científico Cristiano tiene un firme y expansivo amor por toda la humanidad, no deja por eso de sentir un profundo afecto por quienes se han unido a él en la comprensión de que Dios es supremo y que el hombre es Su expresión perfecta. Esta sagrada comprensión de lo que es la realidad y la clase de relación que brinda a sus adherentes está indicada en estas líneas de un himno:
De corazón a corazón
clara esperanza pasa ya,
pues para siempre unidos son
los que la Luz buscando van.Himnario de la Ciencia Cristiana, No. 218;
¿Pero qué ocurre cuando este amor — que los Científicos Cristianos sentirían los unos por los otros en condiciones normales — disminuye? Acaso surjan diferencias y tal vez se produzca separación. Rencores puede que tomen lugar en el corazón, a veces por insignificancias. ¿Qué quiere decir todo esto?
Quiere decir pérdida de visión espiritual. Significa que nuestra percepción espiritual, nuestro precioso reconocimiento en común de la verdad, el cual había sido fundamental para nuestras relaciones, ha sido subordinado a factores humanos. El magnetismo animal es el pretendido poder que trataría de oscurecer nuestra percepción espiritual y así privarnos del amor que sentimos los unos por los otros.
Siempre podemos recuperar este amor esencial recuperando nuestra visión espiritual. Quienes disciernen la revelación de la Ciencia divina inevitablemente aman a aquellos que mantienen esta preciosa visión en común con ellos. Juan nos insta: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”. 1 Juan 4:7, 8.
Nuestro amor por Dios — nuestra percepción espiritual de que Él lo es Todo — es lo que despierta un irresistible amor por el hombre. Este amor llega a todo individuo. Preservaremos y atesoraremos nuestro amor de los unos por los otros en la medida en que la revelación sea para nosotros de primordial importancia.
