“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37). Con gran espiritualidad Cristo Jesús nos enseñó que si recurrimos a Dios en momentos de prueba hallaremos la respuesta a nuestras necesidades.
Una mañana mi hijita de tres años de edad, de pronto tuvo una seria dificultad para respirar que le producía gran agitación. Oré para que sanara, pero mi temor no me permitía ver que, como imagen de Dios, el Espíritu, era perfecta. Me comuniqué por teléfono a larga distancia con una practicista de la Ciencia Cristiana. A través de sus amables palabras de gran seguridad y armonía, me hizo ver que mi hija era perfecta. Con su trabajo de oración la niña se recuperó en unas pocas horas. Respiraba normalmente, quería comer y se levantó sin dificultad. El error quedó en la nada, y eso era todo lo que había sido desde el principio, aunque el temor hubiera querido hacernos sentir que estábamos lejos de la protección de Dios.
Pocos días después mi hijo mayor sufrió un cólico agudo y prolongado dejándolo completamente sin fuerzas. A la mañana siguiente llamé nuevamente a la practicista. Ella calmó mi ansiedad, que era muy grande. Su trabajo metafísico de oración elevó nuestros pensamientos y reconocimos agradecidos la verdad acerca de Dios como nuestro único gobernador. El niño rápidamente reaccionó reflejando el estado natural de dominio y perfección otorgados por Dios. De esta manera se cumplió lo que dice la Sra. Eddy (Escritos Misceláneos, pág. 62): “Al mantener en mi mente la idea correcta acerca del hombre, puedo mejorar mi propia individualidad, salud y condición moral, y también la de otros...”
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