¿Ha descubierto usted de pronto tener gran compatibilidad con alguien que al principio parecía ser sólo un simple conocido — sentir que es “uno de nosotros”? ¿Recuerda cómo esas relaciones comenzaron a adquirir una dimensión totalmente nueva, una franqueza y afecto más profundos?
Ciertamente los intereses que tenemos en común con otros fomentan relaciones más íntimas. Pero todos tenemos preciosas cosas espirituales en común de las cuales la principal es un mismo Padre-Madre Dios, quien incluye a todos en Su imparcial profusión de amor. El ver y sentir esto en todas nuestras relaciones nos capacita para ver que “ellos” pertenecen a “nosotros” — con todo el afecto y la franqueza que acompañan a este descubrimiento.
¿Qué es este “nosotros” y este “ellos” sino una actitud mental que clasifica a la gente y crea innecesarias divisiones y desconfianzas? Tal manera de pensar tiende a hacer que nos sintamos raros o incómodos si, por ejemplo, a “uno de nosotros” le hace una pregunta “uno de ellos” acerca de la Ciencia Cristiana, y sentimos timidez de que cualesquiera de “ellos” sepa que somos Científicos Cristianos.
Los conceptos erróneos y los prejuicios sin fundamento que quisieran hacernos tímidos en nuestra comunicación de la Ciencia Cristiana, deben ser expulsados con el amor fraternal que cumple la Regla de Oro: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. Mateo 7:12;
Cumplir con el precepto de Cristo Jesús de guardar los mandamientos divinos de amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, eliminará las clasificaciones del “nosotros” y “ellos”.
Una vez, al ir yo avanzando en mi comprensión de la Ciencia Cristiana, sentí la necesidad de mantenerme más informado de lo que estaba sucediendo en el mundo. Como resultado, me subscribí al The Christian Science Monitor. No pasó mucho tiempo antes de que sintiera la necesidad de afirmar la verdad espiritual en relación a todo lo que estaba leyendo. Pronto descubrí que mi vida experimentaba un gran cambio. Una existencia limitada y sin colorido se convirtió en una de actividad y propósito. Afirmando que el bien abarcaba todo el mundo que me rodeaba, me volví más constructivamente activo, y encontré que el bien se hacía más evidente en mi vida. Incluyendo a la humanidad en mi pensamiento del bien que yo sabía era verdad, me encontré yo mismo in cluido en mayor bien.
Cualquiera que desee progresar más rápidamente en la Ciencia Cristiana, pronto encontrará que un amor más extensivo es parte de su estímulo. El egoísmo y la falta de afecto humano, limitarían la práctica de la Ciencia Cristiana a un esfuerzo de llegar a ser más sanos, más opulentos y más sabios sólo por medio de la letra de la Ciencia. Y esto no puede hacerse. Como dijo Jesús: “El espíritu es el que da vida”. Juan 6:63; Él no excluyó a nadie del amor del Padre.
Poniendo énfasis en la humildad espiritual que es necesaria para que el gran potencial de esta Ciencia alcance su pleno cumplimiento sanador, la Sra. Eddy se refiere en Ciencia y Salud al incidente en la casa de Simón el fariseo, donde Jesús había sido invitado a una cena. Una mujer pecadora entró demostrando con lágrimas, aunque silenciosamente, su arrepentimiento. Anhelando ser perdonada, regó los pies de Jesús con sus lágrimas, los secó con sus cabellos, y los ungió con perfume. Ver Lucas 7:36–38; Haciendo notar la diferencia entre la actitud de Simón y la de esa mujer, la Sra. Eddy pregunta: “¿Buscan los Científicos Cristianos la Verdad como Simón buscó al Salvador, por medio de tradiciones materiales y para homenaje personal?” Más adelante comenta: “Si los Científicos Cristianos son como Simón, habrá que decir de ellos también que aman poco”. Luego agrega: “Por otra parte, ¿demuestran su respeto por la Verdad o el Cristo con arrepentimiento sincero y con corazón quebrantado, expresado en humildad y afecto humano, tal como lo hizo esa mujer? Si es así, entonces puede decirse de ellos lo que Jesús dijo de aquella intrusa, que en verdad aman mucho, porque mucho les es perdonado”.Ciencia y Salud, pág. 364.
La Ciencia Cristiana reconcoce que el amor cristiano, desbordante y expansivo, es poder. Cuando dejamos de aceptar la manera de pensar restrictiva y clasificadora del “nosotros” y “ellos” y expresamos en cambio el amor de la verdadera hermandad cristiana, amor que incluye a todos, no quedará nadie “allá afuera”, lejos del alcance de nuestro afectuoso interés. Amaremos a nuestro prójimo. Encontraremos mayor receptividad hacia la Ciencia Cristiana, y daremos pasos más rápidos para traer curación a nuestro mundo.
