La situación parecía amenazadora. En algunos aspectos se asemejaba a un microcosmos de asuntos mundiales. Pocos días antes se había desatado una lucha racial en una zona densamente poblada de esta ciudad. El saqueo, el lanzamiento de bombas incendiarias y apedreo habían casi cesado. Pero en el fondo la ira y el resentimiento parecían mantenerse al acecho. Un periódico informaba: Superficialmente la situación parece tranquila pero en el fondo está muy agitado.
Poco después de los disturbios, un Científico Cristiano llegó a esta zona de la ciudad por asuntos de negocios pero se sintió lleno de temor. Temía por su seguridad. Anticipando dificultades las encontró. La gente le rehuía o lo trataba con desdén. Algunos hasta lo amenazaron con agredirlo. Se apresuró a salir de allí — desilusionado, frustrado y llevando en su pensamiento impresiones desagradables de prejuicio que hasta ese momento jamás creyó que podría mantener.
De regreso en la seguridad de su hogar se dio cuenta de pronto de lo insensato de la situación. Su temor y ansiedad habían sido respondidos con el temor y ansiedad de los demás. Empezó a comprender que era necesario renovarse interiormente antes de que pudiera operarse un cambio exterior.
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