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Lo que sana la Ciencia Cristiana

Del número de agosto de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Antes de disponerse a dar un tratamiento en la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), es esencial saber qué es justamente lo que sana esta Ciencia.

Por cierto que no es equivocado decir que la Ciencia del Cristo sana la enfermedad funcional como también la orgánica. Mary Baker Eddy nos da esta definición del Cristo en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “La divina manifestación de Dios, que viene a la carne para destruir el error encarnado”.Ciencia y Salud, pág. 583; Y de la Biblia tenemos: “Yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová”. Jer. 30:17; ¡Qué promesas: que ninguna enfermedad o pecado está fuera del alcance de la Verdad, Dios!

Mas pensar de la curación solamente como un medio de deshacerse de problemas físicos no es la más plena o profunda manera de contemplar las operaciones del Cristo como son explicadas en la Ciencia Cristiana. Si dejáramos allí nuestro concepto de la curación espiritual, podríamos empezar a dar tratamiento a los problemas de una manera equivocada.

La Ciencia Cristiana sana conceptos equivocados. Éstos son mentales. Los problemas entrañan conceptos equivocados acerca de la realidad. Todas las dificultades — ya sean aparentemente mentales o de otra índole — han de ser encaradas en el pensamiento. En este sentido, lo que la Ciencia Cristiana sana son pensamientos erróneos y creencias falsas. Cuando esto ocurre, la apariencia, para el sentido humano, es la curación del cuerpo físico, la curación de alguna enfermedad.

El hecho de que Dios es el Todo-bien es un soporte de construcción indispensable en la estructura de la Ciencia Cristiana. Y todo aquello que no exprese a Dios, el bien, no es real. Los dolores, los sufrimientos y la mala salud son encarados sobre la base de su irrealidad. Éstos no son sanados como realidades. Lo que es sanada es la creencia de que éstos son realidades. La Descubridora de la curación divina en esta época, la Sra. Eddy, hace esta viva pregunta: “¿Por qué tratan los Científicos Cristianos la enfermedad como enfermedad, ya que la enfermedad no existe?” Y más adelante agrega: “Tenéis que descubrir que el error es nada: entonces, y sólo entonces, lo domináis en la Ciencia”.Escritos Misceláneos, pág. 334;

Al dar tratamiento a la enfermedad mentalmente, bajo la dirección de la Ciencia Cristiana, podemos iniciarlo con la convicción de que la victoria — en un sentido muy importante — ya se ha obtenido. Partiendo desde la base de la bondad de Dios y de la irrealidad de la enfermedad como hechos ya establecidos, podemos saber que no estamos emprendiendo una lucha agotadora. Estamos aceptando la oportunidad de regocijarnos en la comprensión de que el ser es perfecto.

El magnetismo animal, la antítesis de todo lo que enseña la Ciencia Cristiana, quisiera que diéramos tratamiento a lo que no debiéramos. Quisiera afirmar nuestro pensamiento al cuerpo físico o a una enfermedad específica, quisiera que intentáramos tratarlos mentalmente — tratar “la enfermadad como enfermedad”. Quisiera persuadirnos que las condiciones materiales son realidades externas, más bien que fases objetivadas del pensamiento humano. Adoptar tal enfoque sería curanderismo, y una tarea fútil.

La curación en la Ciencia implica el desarraigo mental de errores mortales y la revelación de hechos espirituales. Al mantener esto claramente en el pensamiento, no confundimos un resultado del tratamiento en la Ciencia Cristiana — la curación del enfermo — con un objetivo puro y primario de la Ciencia Cristiana: la espiritualización del pensamiento humano y su total sometimiento a la consciencia divina. La enfermedad es una mentira, un elemento del sueño de vida en la materia. La Ciencia Cristiana ha sanado, en miles de casos, la pretensión de que la enfermedad es real, liberando así a la gente de la enfermedad.

Lo que tratamos es determinado, parcialmente, cuando pensamos sobre quién o qué está dando el tratamiento. Si nuestra premisa es que somos un mortal que está tratando mentalmente alguna mala condición externa, creeremos que estamos dando tratamiento a la materia. Quien está convencido que él mismo es un mortal, casi inevitablemente trata al error como si fuera físico.

Por contraste, quien está dedicándose a la curación por el Cristo es una transparencia para la Verdad infinita, para Dios, cuya totalidad misma excluye la posibilidad de que pueda haber realidad en condiciones físicas, sean buenas o malas. Cada curación efectuada por tal sanador es prueba de la validez de esta declaración de la Sra. Eddy: “Los males de los mortales no son sino errores del pensamiento, — enfermedades de la mente mortal, no de la materia; puesto que la materia no puede sentir, ni ver, ni informar sobre el dolor o la enfermedad”.Rudimentos de la Ciencia Divina, pág. 10.

Las equivocaciones son corregidas sólo con los hechos. Las equivocaciones acerca del hombre son corregidas con hechos espirituales. Estos hechos siempre se refieren a la omnipotencia y omnipresencia de Dios, a la perfección del hombre y del universo como la manifestación de Dios, y a la impotencia y ausencia de todo lo que no es bueno.

La salud, en su sentido espiritual y científico, siempre está intacta, siempre es el hecho del ser del hombre. La curación es el activo reconocimiento de este hecho. No es el cambio de una creencia enferma por una creencia sana. Aunque esto se lograra, nos dejaría, desde un punto de vista espiritual, marchando en un mismo punto; no nos llevaría adelante en la comprensión y demostración del ser verdadero y espiritual.

Saber que es el espíritu de Verdad, el bien inmortal, y no la mera letra de la verdad, lo que genuinamente sana la falsa creencia, ayuda a garantizar que estamos dando un tratamiento en la dirección correcta. El tratamiento en la Ciencia Cristiana no es un programa intelectual hecho por un mortal. Ni es simplemente un acontecimiento verbal que tiene lugar en la consciencia humana. Es el rechazo de un concepto de mortalidad y fisicalidad y el reemplazo de este falso concepto con la convicción de que el Espíritu es Todo.

Por muy impresionantes o técnicamente correctas que sean las frases metafísicas que pensemos o hablemos, no son las palabras humanas en sí mismas lo que cura. Sino que es la comprensión inspirada — la consciencia del Espíritu — lo que cura. Para tal comprensión no existen condiciones materiales y, hablando en términos absolutos, ni pensamiento mortal. Sólo la presencia de Dios y de Su bien espiritual. Y todo estudiante de Ciencia Cristiana concienzudo puede probar esto progresivamente en auténtica curación espiritual.

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