Las trascendentales verdades de la Ciencia Cristiana revelan que Dios es el Principio divino de toda existencia, el creador de todo ser y acción. Él es Espíritu, Alma, Mente — la única y sola Mente. Siendo inteligencia infinita y divina, Él es la fuente de toda sabiduría y gobierno. Su ley, la ley del Amor y la Vida, gobierna toda creación. El hombre, por ser la semejanza de Dios, es espiritual y perfecto, la idea consciente de la Mente divina, la expresión del Alma. Está unido a la Mente, y refleja la presencia inspiradora de la Mente por medio de acción espontánea y perfecta. Expresa la lozanía y renovación continua de la Vida.
Como hijo de Dios, el hombre mora en la luz infinita, en la atmósfera espiritualmente clara del Alma. Representa al Principio eternamente activo, al Amor incesante, a la Vida inmortal. Es lo que Dios lo creó para que fuera — la semejanza de Dios, perfecto, impecable, individual. Con este sentido más elevado de Dios y del hombre, podemos romper el mesmerismo de los sentidos materiales que describen al hombre como enfermo y pecador, y liberarnos de la tiranía de la creencia en el mal. La Ciencia Cristiana muestra que la mente carnal o mortal que pretende oponerse a la Verdad y a la realidad espiritual es únicamente una suposición errónea acerca de Dios y el hombre. La mente carnal no tiene existencia verdadera. No es una entidad o un creador. Como no tiene vida, sustancia o inteligencia, no es más que una ilusión.
Cristo Jesús demostró que Dios es la única Mente del hombre. Su fe absoluta en el poder sanador de la Verdad era el resultado de su clara comprensión de la totalidad del Espíritu y de la filiación eterna del hombre con Dios. Jesús curaba con autoridad divina. Y esperaba que su comprensión del Cristo, la idea verdadera de Dios, y su negación del testimonio del sentido material tuvieran resultados inmediatos. Al hombre paralítico que estaba esperando que lo metieran en el estanque de Betesda, le dijo: “Levántate, toma tu lecho, y anda”. Juan 5:8; A la mujer que había sido esclava de una deformidad física durante dieciocho agobiadores años, le dijo simplemente: “Mujer, eres libre de tu enfermedad”, Lucas 13:12; y la mujer sanó inmediatamente. A los cojos, ciegos, sordos, leprosos, les habló la Palabra de la Verdad y sanaron en seguida. Hasta los muertos fueron restaurados a la vida.
El ministerio sanador de la Ciencia Cristiana actúa sobre la base de esta misma percepción cristiana, o sea, de que toda la vida y el ser del hombre están mantenidos por el Espíritu, Dios, no por la materia. Por medio de la regeneración espiritual y la purificación del pensamiento que sanan al enfermo y al pecador, podemos demostrar que tenemos la Mente de Cristo, la consciencia que conoce a Dios perfecto y al hombre perfecto. En esta consciencia no hay creencia de enfermedad que debilite, no hay sentido de temor, desamparo, frustración o identidad mortal.
Afirmemos, entonces, gozosamente que la consciencia que Dios nos imparte no incluye ninguna de las sugestiones que provienen de la premisa de que el hombre es mortal, sujeto al nacimiento y a la muerte. Mediante el estudio y la oración podemos separar de la mente mortal equivocada, y de todos sus falsos conceptos, nuestro sentido de vida, sustancia e identidad. El hombre no forma parte del así llamado proceso de pensamiento de la mente carnal ni es afectado por él. Es imposible que el hombre tenga, en realidad, ningún pensamiento, cualidad, identidad o condición separados de Dios.
El hombre no es un mortal terrenal sino el reflejo puro de la Mente inmortal. Como idea definida y delineada de la Mente, el hombre individual es inviolable, indestructible. Todo su ser está establecido por Dios. Incluye únicamente lo que Dios determina que incluya. Al referirse al Cristo, Pablo escribió: “En él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él”. Col. 2:9, 10; La Ciencia Cristiana revela lo completa que es la naturaleza que Dios imparte al hombre, y que está en Cristo. Dios no podría tener una idea incompleta de Sí mismo. Y es por esto que no existe un hombre incompleto.
Dentro de nuestra consciencia, dada por Dios, tenemos todo lo que necesitamos para nuestra felicidad y bienestar — salud que no puede deteriorarse, sabiduría infalible, armonía que no conoce la discordancia, pureza no contaminada, y provisión que surge de una fuente inagotable: el Amor divino. “No hay más que un camino que conduce al cielo, la armonía”, escribe la Sra. Eddy, “y Cristo en la Ciencia divina nos enseña este camino. Es no concocer otra realidad — no tener otra consciencia de la vida — que el bien, Dios y Su reflejo, y elevarse por encima de los supuestos dolores y placeres de los sentidos”.Ciencia y Salud, pág. 242;
Cuando aceptamos que únicamente la Mente divina es nuestra consciencia, podemos rechazar como falsificación — como algo que no es pensamiento de ninguna manera — todo lo que no emana de esta inteligencia pura e infalible. La Mente nunca puede ser finita. Es evidente que la Mente omnisciente es la que produce todo el conocimiento. El hombre refleja esta actividad espiritual perfecta. Todo lo que parece ser mortal o malo no es Mente y, por lo tanto, no puede manifestarse como pensamiento. Las sugestiones de ansiedad, carencia, destrucción, pecado, enfermedad, tristeza, no son pensamientos verdaderos sino falsificaciones. Nunca se originaron en la consciencia verdadera u ocuparon algún lugar en ella. No son genuinas porque no tienen elemento alguno de la Verdad.
“¿Existe una mente maligna donde no hay espacio que pueda ocupar, sin tener poder de acción o vanidad para pretender que es el hombre?”, pregunta la Sra. Eddy. Y continúa: “Si Dios es Mente y llena todo el espacio, está en todas partes, entonces la materia no está en ninguna parte y el pecado es obsoleto. Si la Mente, Dios, es todo poder y toda presencia, no existe otro poder ni presencia que pueda oponerse al hombre, y que — al entorpecer su inteligencia — lo atormente, encadene, y engañe”.Escritos Misceláneos, pág. 173.
¿Seguiremos creyendo que el hombre puede ser encadenado, atormentado o engañado? ¿Continuaremos aceptando una mentira impía? La mente mortal, así llamada, no tiene inteligencia para declarar que es algo. No tiene ni poder, ni presencia, ni acción, ni ley. Entonces dejemos de aterrorizarnos por sus pretensiones, de ser hipnotizados por su espuria creación — un universo material que incluye a un hombre mortal sujeto al nacimiento y a la muerte.
El tema de las vitaminas está en boga hoy en día. Se predice que, debido a la falta de vitaminas que hagan más nutritivos los alimentos, niños y adultos en regiones asoladas por el hambre sufrirán las consecuencias por el resto de sus vidas. La Ciencia Cristiana muestra que estas sombrías predicciones — en efecto, toda la teoría de que la humanidad depende de vitaminas y de dietas establecidas por la medicina para su bienestar — están basadas sobre una premisa equivocada.
Dios, el Espíritu, es Todo-en-todo, la única causa y creador. Él creó al hombre a Su imagen. De ahí que el hombre es espiritual, perfecto, una identidad completa. No le puede faltar nada. Por lo tanto, la creencia de que los mortales carecen de algo puede ser enfrentada y vencida por medio de la Ciencia. Podemos recordar el relato de los jóvenes hebreos cautivos, a quienes se les dio una dieta de legumbres y agua durante diez días. Al ser examinados al fin de ese período, se encontró que sus rostros eran mejores y más robustos que el de los que habían comido en la casa del rey alimentos que se suponía eran más nutritivos. (Ver Daniel, Cap. 1.)
El proceso de rechazar lo falso y reclamar lo verdadero puede que requiera de nosotros un esfuerzo serio y persistente. Implica la purificación y espiritualización del pensamiento, elevarse hacia una consciencia más santa, ceder lo humano a lo divino. En realidad, la Mente está revelándose eternamente, está por siempre consciente de su propia armonía y perfección inmutables. Toda actividad verdadera del pensamiento emana de la única Mente. Lo que Dios concoce, el hombre lo expresa.
La obra de Dios está hecha. Su creación está terminada. Sus ideas están plenamente expresadas. Ningún detalle es omitido. Nada esencial falta. Dios está siempre proveyendo todo lo que es necesario para la salud, felicidad y bienestar de Sus hijos. El hombre es la idea más elevada de Dios, Su amado hijo; es por siempre perfecto, sano, santo, inmortal. Ésta es la gran verdad espiritual del ser, verdad que no puede cambiarse sino que perdura a través del tiempo y la eternidad. El hombre es como Dios lo hizo; así ha de ser, y así permanecerá para siempre.
