La Biblia describe un cuadro patético de la desterrada sierva Agar y su pequeño hijo vagando en el desierto. Habiéndoseles acabado el agua, el fin parecía inminente. Agar se apartó un tanto del niño y comenzó a llorar. En ese instante recibió un mensaje angelical de Dios. Dios ha oído el llanto del niño y llega el mensaje: “Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación”. Gén. 21:18; Los ojos de Agar se abren y descubre una fuente de agua.
Parece evidente que el pensamiento de Agar cambió de la desesperación y del rechazo a la esperanza. El haber alzado al niño ¿no está indicando un concepto mejor de su parte respecto al niño y una mayor expectación del bien?
Los padres, y todos aquellos que tienen que ver con niños, pueden encontrar enseñanzas útiles en la experiencia de Agar. La Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) explica que los padres pueden ayudar a sus hijos de manera eficaz al elevar espiritualmente su propio concepto acerca de los niños. El motivo elevado en la crianza de los niños ha de ser el deseo de descubrir la verdadera individualidad del niño.
La oración humilde y confiada le revela a los padres su propia semejanza, y la de sus hijos, con el único Padre divino. La perfección inmutable de cada niño se hace más evidente a la luz del pensamiento elevado de los padres. Éstos aprenden a conocer a sus hijos como realmente son, a ayudarlos a percibir el sentido real — el sentido espiritual — de ellos mismos. No es la aptitud personal, sino el Espíritu de la Verdad que brilla en el corazón de los padres lo que alcanza a sus hijos. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, dice: “El espíritu de la Verdad es la palanca que eleva a la humanidad”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 130;
Procurando conocer a sus hijos como realmente son, los padres se rehusarán a pensar en ellos como mortales condicionados por la materia y los aceptarán como ideas inmortales formadas espiritualmente en la Mente divina, su verdadero Hacedor. Reconocer estas verdades espirituales es una fuerte defensa contra las creencias generales en condiciones hereditarias y limitaciones de la edad. Además, la comprensión de los hechos espirituales protege a niños y adolescentes contra una actitud de rebeldía hacia la normal autoridad paternal cuando se enfrentan con el legítimo deseo de hacer valer su propia identidad. Aceptar con agradecimiento el gobierno que el Padre-Madre, la Mente, ejerce sobre Sus hijos y sobre la verdadera mentalidad de cada niño ayuda a liberar a los padres de un sentido posesivo y de un apego egoísta, y a los niños de la rebeldía insolente y de la desobediencia.
En el hogar donde el descubrir la realidad espiritual es algo que se atesora como el más preciado de los logros, los niños se sentirán más inclinados a tratar de descubrirla también. Aprenderán a poner a Dios primero — a sentir Su proximidad, a escuchar Sus indicaciones y a seguirlas. Pese a los fluctuantes intereses humanos, estos niños siempre sabrán que tienen un camino espiritual por el cual avanzar. La vida orientada hacia Dios despierta un amor más expansivo hacia todos y en todas partes. Este anhelo de bien resulta eficaz para desarrollar aspiraciones más altas, despertar un deseo mayor de ayudar a otros y sentir la alegría de ser útil.
Los niños son capaces de percibir la diferencia que existe entre el sentido perecedero, material e irreal de la cosas y el espiritual, armonioso y permanentemente real. Pueden captar la visión de lo espiritual como lo verdaderamente importante y aprender a subordinar lo transitorio y material. Pueden empezar a darse cuenta de que lo que realmente desean es el bien invariable, espiritual, y de que están dispuestos a hacer el esfuerzo para obtenerlo.
Equipados con perspectiva espiritual, los niños y jóvenes no serán tan fácilmente influidos por presiones de sus compañeros a someterse a normas inferiores; descubrirán la satisfacción que aporta ser acreedor al beneplácito del Padre: “Bien, buen siervo y fiel”, y se sentirán menos inclinados a imitar a otros, o a menospreciarlos. Su sentido de bien se volverá menos personal y más universal. Aprenderán también a sentirse menos atraídos a diversiones superficiales y, por lo tanto, menos dispuestos a obstinarse en que las cosas sean como ellos quieren, o a tratar de conseguir un objetivo mediante la voluntad humana disfrazándola con la oración. Encontrarán que lo que realmente importa es su manera de pensar, y estarán más dispuestos a confiar su vida a Dios.
Esto no significa que los niños o sus padres tengan que aceptar escasez del bien. Cuando, como resultado del sentido espiritual, las oraciones se basan en el amor a Dios y en el deseo de hacer Su voluntad, el bien se manifiesta más abundantemente en la experiencia humana, puesto que lo único que realmente existe es el bien. Al igual que Agar, el pensamiento elevado encuentra su “fuente de agua” — la provisión divina para la necesidad humana. Este bien se manifiesta en la vida humana como resultado de una mayor fe en el desarrollo espiritual que en las efímeras promesas del sueño material.
Cualquier temor de que el mal pueda posesionarse de sus hijos es eliminado del pensamiento de los padres que están obteniendo la convicción de que Dios es el único poder real en todas partes y que Él incluye en Su amoroso cuidado a Sus hijos, los cuales son espirituales. Este estado de pensamiento evita el ser o muy flexibles o muy rígidos en la disciplina que se impone a los niños. Los padres necesitan confiar en el gobierno divino, de acuerdo con el Sermón del Monte y los Diez Mandamientos.
Igualmente, los padres pueden vigilar sus motivos cuando ayudan a sus hijos a obtener un concepto correcto de la autodisciplina. ¿Se sienten ansiosos de complacerlos o de ser populares y, por lo tanto, no se mantienen firmes en lo que es correcto? ¿O, por el contrario, insisten en la obediencia a exigencias que se basan en sus propias opiniones personales y carentes de verdadera importancia? Alzando al niño al mantener en el pensamiento el modelo perfecto, se saca a luz el bien ya presente y la verdadera capacidad y deseo del niño de hacer la voluntad de Dios. La obediencia entonces es espontánea — la familia entera trabaja junta para la gloria de Dios.
El propósito de los padres al enseñar a los niños la Ciencia Cristiana es el de compartir con ellos su conocimiento de la luz de la Verdad. Les explican que la Ciencia Cristiana es algo más que meramente otra religión; es la Ciencia de la realidad espiritual, que todos pueden encontrar. Los padres no sienten la necesidad de adoctrinar a sus hijos. El control coercitivo del pensamiento es lo opuesto de la Ciencia Cristiana y de la verdad que Cristo Jesús enseñó y practicó. Los niños en aquellos hogares donde la Ciencia Cristiana es la norma de vida pueden ver que se practica el espíritu de la Verdad, y ellos mismos pueden poner en práctica lo que aprenden y juzgar así por sí mismos su valor.
Mantener el concepto verdadero acerca de los niños evidencia el espíritu de Dios, que es la palanca que eleva el pensamiento. Dios imparte la verdad de la supremacía total del bien espiritual. Esta verdad es siempre eficaz cuando hay la disposición de ceder a un cambio de pensamiento.
Ya sea que la curación se efectúe pronta o lentamente, los padres deben continuar descubriendo la concepción espiritual de los hijos de Dios — totalmente íntegra y pura en todo aspecto. Los padres sanan a sus hijos a medida que ellos mismos se sanan de creer en hipótesis dañinas acerca de sus hijos. Descartan el temor de resistencia infantil a la Verdad y el temor a la voluntad mortal de apegarse a la materia. Agradecidos reconocen lo invencibles que son la totalidad y bondad de Dios, y la consiguiente salud de Su progenie espiritual.
Si un padre, o cualquier otra persona, se ve confrontado por la necesidad de ayudar a algún joven que aparentemente se encuentre atrapado en alguna de las formas de despotismo de la mente carnal — tales como las drogas, el alcohol, o el control del pensamiento — aquel que ha de ayudar necesitará ser sabio y no tratar de forzar un cambio mental. Ni tampoco pronosticará que la persona en dificultad ha de pasar por grandes sufrimientos antes de liberarse. Su trabajo de oración debe orientarlo a mantener en su propio pensamiento el verdadero concepto acerca del joven, reconociendo que éste no tiene otra Mente sino Dios, y que está abrazado y rodeado tiernamente por Su amor que lo circunda todo.
Los padres se ponen mentalmente del lado de la verdadera identidad del atrapado mortal. Y ven esa verdadera identidad protegida contra la creencia en el supuesto poder del pensamiento mortal para esclavizar. Saben positivamente que el hijo de Dios no es adicto al mal, sino que es el resultado del Espíritu infinito y todopoderoso — satisfecho y sano.
Se aferran al hecho espiritual de que el verdadero ser nunca ha sido tocado por sugestiones fraudulentas. La consciencia verdadera sólo tiene lo que la Mente contiene, y es límpida, fuerte, pura, exenta de temor. Aferrándose a los hechos espirituales, los padres verán que el razonamiento correcto prevalece, porque la premisa en que se basa — la Mente única — es la Verdad.
Jesús dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”. Mateo 19:14. El cielo ya es la verdadera consciencia de todo niño, y el espíritu de Verdad que emana de Dios eleva nuestro pensamiento para percibir este hecho. Este discernimiento elevado llega al pensamiento del niño y encuentra respuesta en el cielo, el que, en realidad, ya está allí. ¡Qué bendición es poder ayudar a todos los niños, y cuán agradecidos debemos estar por los recursos que Dios nos otorga para hacerlo!