Al definir a Dios como la Mente divina única, y al hombre como la expresión de esta Mente, más bien que como un mortal con una mente de su propiedad, la Ciencia Cristiana enseña que los pensamientos espirituales que emanan de la Mente divina son la verdadera textura del ser.
Los pensamientos mortales no se originan en el cerebro, a pesar de que así parezca. El cerebro, como todo lo que es material, se origina en el pensamiento mortal, pero tanto el pensamiento como el cerebro están subordinados a la Mente divina. Cuando comprendemos nuestra relación con la Mente divina única, nuestro pensamiento refleja cada vez más la armonía de esa Mente. Entonces trabaja mejor lo que llamamos nuestro cerebro.
Dios se comunica con nosotros mediante el pensamiento — pensamiento claro, enérgico e intuitivo. Nosotros lo llamamos oración. Mas para Dios es la autoexpresión espontánea — los pensamientos de la Mente comunicándose al hombre. ¿Cuántos de estos pensamientos hemos hecho nuestros, hoy? ¿Y qué hemos hecho con ellos? Basta echar un vistazo a nuestro trabajo del día para saberlo.
¿Y qué decir de la aparente consciencia mortal llena de pensamientos, algunas veces buenos y algunas veces malos, algunas veces inteligentes y algunas veces tontos, a menudo falibles, estereotipados, confusos, limitados y hasta desagradables, malévolos o insanos?
Los pensamientos que no tienen la fuerza y pureza de la Mente divina realmente no pueden, de ninguna manera, calificarse de pensamientos y deben desecharse. Guardan la misma relación con los pensamientos divinos que la que guarda la mala hierba con la mies genuina. Hacer esta disección y extirpación de pensamiento, clara y firmemente, es fundamental para un sano crecimiento espiritual. La Sra. Eddy escribe: “La anatomía, cuando se la concibe espiritualmente, es el conocimiento mental de sí mismo, y consiste en la disección de los pensamientos, para descubrir su calidad, cantidad y origen. ¿Son los pensamientos divinos o humanos? Esa es la cuestión importante. Esta parte del estudio es indispensable para la extirpación del error”.Ciencia y Salud, pág. 462;
Debemos recordar que lo que parece ser un proceso de crecimiento espiritual, realmente representa la evidencia más plena, en la vida humana, de la idea espiritual completa del hombre como expresión de la Mente. Si el crecimiento está en alguna forma relacionado con la materia o la mortalidad, le falta una base sólida. Todo lo que es espiritual ya es perfecto y completo. El crecimiento no es realmente cuestión de ser más grande o mejor, ya que el hombre no es un mortal que nace, crece, declina y muere. El hombre es la expresión de la Mente, la compuesta incorporación de los buenos pensamientos de la Mente.
Cristo Jesús ilustró el crecimiento virtual de buenos pensamientos, libres de obstáculos e inhibiciones, en su parábola del grano de mostaza: “El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de todas las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas”. Mateo 13:31, 32;
¿Por qué será que no todos los buenos pensamientos se desarrollan así — sanos, prolíficos y que fructifican rápidamente? Porque tendemos a dejar que se entremeta un concepto material y personal, la creencia en una mente de nuestra propiedad que impide el crecimiento y desarrollo del pensamiento y lo humaniza. No dejamos suficientemente abierto el canal de la oración. Y de esta manera perdemos el ímpetu de la Mente divina.
En el mismo capítulo del Evangelio según San Mateo (ver versículos 1–8, 18–23), Jesús prosigue y nos da la parábola del sembrador que ilustra lo anterior. Enumera algunas de las actitudes mentales restrictivas que retardan el crecimiento de la semilla que cae junto al camino, en los pedregales y en los espinos — o, podríamos decir, la mentalidad casual, la mentalidad superficial y la mentalidad materialista. Ninguna de éstas emana de la Mente divina.
La mentalidad casual ora de vez en cuando. La mentalidad superficial ora descuidadamente. La mentalidad materialista no halla tiempo para orar u ora por motivos equivocados. Pero la mentalidad receptiva acepta de buen grado y sin reservas los nuevos y buenos pensamientos de la Mente divina y no pone obstáculos en el camino de su desarrollo. Y debido a que el hombre es la expresión de la Mente, nos es natural hacer esto de manera que la libre ejecución de los buenos pensamientos siga su curso sin tropiezos.
Si la experiencia humana pudiera mantenerse en lo íntimo, entonces la recepción de los buenos pensamientos de la Mente y el cultivo de los mismos bajo la dirección de la Mente, sin ninguna resistencia de nuestra parte, sería el desarrollo total de nuestro proceso de pensamiento. No obstante, compartimos una experiencia colectiva con todos los demás, al mismo tiempo que damos forma a la nuestra. Por cierto, para expresar verdadera individualidad, debemos comprender que todos los demás son, en realidad, igualmente individuales como la expresión de la Mente. Entonces contribuimos al crecimiento colectivo también.
La parábola del enemigo que sembró la cizaña entre el trigo (ver Mateo 13:24–30) prosigue para mostrar las implicaciones de esto. Primero, es sólo cuando estamos dormidos en cuanto a lo que está sucediendo y nos olvidamos de orar, que nos permitimos aceptar pensamientos que evidentemente no emanan de la Mente divina. Pero la cizaña, o sea, las sugestiones negativas, pueden parecer pensamientos válidos hasta que los desafiamos. Es útil considerar la parábola del trigo y la cizaña conjuntamente con la declaración de la Sra. Eddy: “Simplemente considera como tu enemigo todo cuanto profane, desfigure y destrone la imagen del Cristo que tú debes reflejar”.Escritos Misceláneos, pág. 8;
De manera que encaramos pensamientos espurios que parecen infiltrarse a través de otras personas de la misma forma que encaramos los que nos vienen directamente. Debemos reflexionar con qué guardan semejanza y dónde se originan para estar seguros de que vienen de la Mente divina única. Si no es así, puede considerarse que son inversiones de los pensamientos de la Mente. Como inversiones, por lo tanto, no tienen ni autenticidad ni poder, y quienquiera que haya vislumbrado esto no puede ser engañado a aceptarlos.
Conceptuarnos de casuales, superficiales o materialistas es creer que tenemos una mente de nuestra propiedad — una mente negativa e irreflexiva. Pensar que alguien es hostil o entremetido es creer que tiene una mente de su propiedad — una mente negativa y malévola. Pero comprender que sólo hay una Mente y que el hombre expresa esta Mente, corrige estos dos conceptos equivocados y acelera en gran manera nuestro crecimiento en la Ciencia Cristiana.
En 1891 la Sra. Eddy escribió a un alumno: “Usted está creciendo. El Padre lo ha sellado y la apertura de estos sellos no debe sorprenderlo. El carácter del Cristo se logra en nuestra vida precisamente mediante dichos procesos. La cizaña y el trigo parecen crecer juntos hasta el tiempo de la siega; entonces la cizaña es recogida primero, es decir, tiene usted momentos en que ve sus errores — y después, debido a este ver mismo, la cizaña es quemada, es decir, el error es destruido. Entonces ve usted la Verdad claramente y el trigo es ‘recogido en el granero’, viene a ser permanente en la comprensión”.We Knew Mary Baker Eddy, Segunda Serie (Boston: La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana, 1950), pág. 25.
Estas etapas de crecimiento no sólo traen más armonía y felicidad a nuestra vida, haciéndola más espiritual, sino que también traen mejor salud porque el cuerpo también responde al pensamiento mejorado. El pensamiento que produce enfermedad no se origina en la Mente divina. Por tanto, puede comprobarse que no tiene punto de partida válido, ni vida, ni duración, ni curso que seguir, ni efectos resultantes. No da comienzo a nada ni detiene nada; en realidad, es nada y no hace nada.
¿Y qué decir en cuanto a la herencia y el contagio? Cuando recordamos que nuestros buenos pensamientos nos vienen directamente de la Mente divina y no a través de otra persona, es tan posible rechazar pensamientos de enfermedad de la que parece que nos han contagiado otros o que tenemos que sufrir con otros, como también aquellos que parecen ser exclusivamente nuestros. En pocas palabras, las sugestiones de contagio y herencia no son buenas y deben extirpase.
De manera que pensamientos más amplios y mejores, realmente significan pensamientos infinitos y perfectos que aceptamos de mayor buen grado de la Mente divina. Dios, la Mente, siempre está aquí. El hombre siempre está aquí. Los pensamientos infinitos y perfectos siempre están aquí. La Mente los provee, los dirige y los sostiene. Todo lo que tenemos que hacer es recibirlos, responder a ellos y cuidar de ellos. Y esta actitud de cuidar nuestros pensamientos trae resultados maravillosos.