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El hombre creado por la Mente no es un retardado mental

Del número de enero de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡La imagen de Dios! Es lo que dice la Biblia que es el hombre. Debido a este hecho, no existe tal cosa como inteligencia, talento, capacidad o poder de expresión débiles o casuales.

Se admite que parece haber una ignorancia general acerca de la verdadera fuente, sustancia y magnitud de nuestra capacidad, y podemos sufrir por tal ignorancia, tanto individual como colectivamente. Pero en realidad nunca sufrimos por falta de talento ni por mala distribución de la inteligencia porque Dios no ha creado tal desigualdad.

Una de las creencias más crueles es la de retraso mental. Si esta aflicción fuera un elemento de la verdad divina o una posibilidad en la presencia de Dios, ciertamente que indicaría o que hay un creador inadecuado o, peor aún, una deidad cruel. Pero Dios es el bien. Dios es Amor infinito. Y Él es un creador totalmente capaz. Él no impone limitación e injusticia sobre Sus amados hijos.

La Ciencia Cristiana acepta esta definición de Dios como bien infinito y afirma que en Su infinitud no hay lugar para nada distinto del bien. Por lo tanto, cualquier evidencia de injusticia y retraso, no procede de la presencia de Dios ni tiene Su permiso sino que procede de la ignorancia acerca de Dios. Por lo tanto tal evidencia es mera ilusión.

La Mente divina e infinita es el bondadoso Padre de todos nosotros y es imparcial al impartir el bien, así como el sol es imparcial en su resplandor. Toda la bondad de Dios está disponible aquí y ahora. El Amor está aquí, listo para sentirse y vivirse; el buen pensamiento está listo para pensarse; la alegría está presente, lista para disfrutarse en todo momento.

Hasta que la humanidad comprenda esto, estará dispuesta a aceptar la injusticia, el desequilibrio, como un hecho de la vida. Comprender la naturaleza de Dios y del hombre, comprender la relación del hombre con Dios, es destruir las ignorantes ilusiones y ayudar a la humanidad a liberarse para que disfrute del bien omnipresente. Como la imagen de la Mente divina, el hombre no es un cuerpo físico, una personalidad limitada separada de Dios; el hombre es una identidad completamente espiritual, una idea que expresa a la Mente divina como su manifestación, individualmente consciente de todo el bien y reflejándolo activamente.

Lo corpóreo es una mera creencia, producto de la ignorancia. Comenzar a comprender lo tangible del Espíritu y sus formas, es comenzar a abandonar la creencia de que la materia puede ser tangible. Cristo Jesús demostró en su práctica sanadora que la llamada sustancia de la materia no es sustancia y sus leyes no son leyes. Él dominó las circunstancias materiales con el poder del Espíritu. Jesús comprendió científicamente a Dios y al hombre. Su vida no fue un milagro. De hecho, su vida humana ejemplificó el concepto más elevado de normalidad, sin inhibiciones de creencias humanas o leyes mortales. Jesús indicó que la humanidad seguiría su norma de vida cuando comprendiera sus enseñanzas. “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”, Juan 14:6; dijo Jesús.

El Maestro comprendió la verdad, y nos mostró la manera de vivir. Pero en distintos grados no respondemos completamente a las normas de Jesús, porque nadie todavía comprende a fondo la Ciencia de la obra de su vida. Todos estamos en cierta medida hipnotizados por creencias materiales falsas. Estamos limitados por nuestra ignorancia acerca de la Ciencia del Cristo, por nuestra falta de comprensión acerca del Principio divino y las leyes espirituales por las cuales vivió Jesús. Pero la Ciencia del Cristo está revelada, y podemos despertar a nuestra plena capacidad en Cristo. Demostramos esta capacidad a medida que ejercitamos el sentido espiritual.

Es mediante la comprensión de estas verdades que la Ciencia Cristiana encara la curación de lo que se llama retraso mental. Esta Ciencia demuestra sistemáticamente que tenemos un ascendiente más elevado que el de las circunstancias hereditarias, ambientales, culturales, sociales y económicas. Nuestra relación con la Mente divina como su linaje espiritual, siendo una fuente viva, en realidad desecha las pretensiones de la experiencia física. Recurrir a Dios por medio de la oración, por medio del entendimiento espiritual de estos hechos y con una tierna confianza en el Padre-Madre Espíritu, es aferrarse en lo profundo de nuestra consciencia al poder divino, permitiéndole poseer y penetrar en nuestros pensamientos y transformar nuestra manera de vivir y nuestras relaciones. Este poder divino anula el impacto de las privaciones físicas, sociales y culturales que se cree que algunas veces causan retraso mental.

El mayor culpable en el retraso mental, sin embargo, es la creencia de que el cerebro es la mente del hombre. Qué concepto tan destructivo — suponer que la mente es física, compuesta de procesos electroquímicos. Debido a que la gente en general cree que el cerebro contiene y constituye la mente, cree que un accidente, un choque, la química, pueden destruir su capacidad para pensar, razonar y sentir.

Pero la Mente no está hecha de materia. La Sra. Eddy dice: “Recordad que el cerebro no es la mente”.Ciencia y Salud, pág. 372. Es una superstición primitiva creer que la materia puede ser inteligente, que puede pensar, razonar, memorizar. Éstas son facultades sólo de la Mente — habilidades mentales que poseemos porque realmente vivimos en la Mente divina. No existe tal cosa como Mente anormal.

Tampoco es el hombre un producto de la genética que brota a la vida por capricho de la materia no inteligente. La genética es una teoría puramente física que supone que las características y talento de los padres se transmiten a los hijos. ¡Las limitaciones de los padres impuestas genéticamente sobre los hijos desde el comienzo mismo!

En realidad, no nacemos, más o menos al azar, de un creador sin inteligencia y físico. No somos seres materiales, vulnerables al impacto prenatal o natal, abandonados a despiadadas y marchitas esperanzas. La materia sin mente, la electricidad sin facultad de pensamiento, los procesos químicos, no constituyen una fuerza creadora.

Un creador sabio y con sentimientos, la consciencia divina, es el Padre y Madre de todos nosotros; no hemos sido creados al azar por la materia no inteligente. En la omnipresencia de Dios no existe ningún elemento de “suerte”, ninguna privación, ningún impacto, ninguna súbita chispa de discordia. El ritmo de la relación del hombre con la inteligencia divina es por siempre continuo.

En el tratamiento de la Ciencia Cristiana uno afirma vigorosamente las verdades espirituales hasta extinguir las limitadas y contrarias convicciones. La oración científica incluye el sublime amor y compasión que Jesús expresó. Inculca en las víctimas de creencias falsas la dinámica seguridad establecida en Dios, la sabiduría de Su cuidado y la provisión liberadora de Su voluntad, impulso y gobierno.

Cuando se comprende y se expresa la influencia divina, se destruye el espejismo de la ceguera mental y, por consiguiente, el retraso mental, mediante el poder irresistible del amor de Dios.

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