Hace varios años oí por primera vez sobre la Ciencia Cristiana. Los artículos que leí en la edición alemana del Heraldo, me demostraron claramente que mis pensamientos ya se habían estado dirigiendo en esa dirección y comprendí que la Ciencia Cristiana se convertiría en mi manera de vivir.
Entonces asistí a la Escuela Dominical hasta que cumplí los veinte años. Mi vida cambió gracias a la Ciencia Cristiana. Logré tener más confianza en mí misma, expresé más paciencia y frecuentemente comprobé cómo esta verdad “Y el Amor se refleja en amor,” (Ciencia y Salud, pág. 17), da buenos resultados en la vida diaria. [Esta línea de la interpretación que da la Sra. Eddy del Padre Nuestro es la que sigue a las palabras de Cristo Jesús: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”.]
Hace algún tiempo, tuve otra vez una oportunidad de aferrarme firmemente a la verdad y demostrar perfección e invulnerabilidad. Mientras hacía un análisis químico en el laboratorio, un ácido me salpicó la cara al salirse de un frasco. Inmediatamente supe que nada que me pudiera lastimar había sucedido; yo reflejo a Dios, la Vida. Y cuando me lavé la cara con agua, agradecí a Dios por Su eterna presencia.
Para no ser arrastrada por los pensamientos negativos de preocupación de mis queridos colegas, acudí a otra ayudante. Sabía que ella también conocía la Ciencia Cristiana. Me apoyó recordándome que todo el poder está del lado de Dios, la Verdad, sin ninguna posible excepción; no hay ningún poder del lado del error, y este percance lo reconocimos como un error. Llena de alegría y gratitud, sentí la presencia de Dios y el poder que emanaba de esa presencia.
Siguiendo las instrucciones de nuestro secretario, tenía que presentar una verificación de un oculista que hiciera constar que todo estaba bien. Al principio me resistí, pero después percibí que esta resistencia estaba basada en el temor. No tenía que temer a nada; además, no debía desobedecer los requisitos del empleador.
La comprensión de la verdad que la naturaleza del hombre es espiritual y perfecta llenó mis pensamientos. Cuando el oculista estaba enfocando la luz en los ojos, pensé: “Él sólo puede confirmar la perfección y la verdad”. Me dijo de una manera amistosa: “Pero, ¿qué es lo que quieres? No tuviste ningún accidente”. Luego me dejó ir. Tuve que reirme, y mi corazón estaba lleno de alegría. Esta experiencia me acercó más a la consciencia espiritual.
Estoy agradecida por ser miembro de una Sociedad de la Ciencia Cristiana y por ocupar el cargo de maestra de la Escuela Dominical.
Sindelfingen, República Federal de Alemania