“Dios es... nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1). Pude comprender el significado de estas palabras del Salmista cuando tuve que enfrentar el inesperado y repentino fallecimiento de mi esposo. Elevé mi oración sincera a Dios para que nos sostuviera en tan amargo trance a mis hijas y a mí.
Inmediatamente llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana, quien vino a nuestra casa. Su devoto trabajo metafísico y afectuosas palabras nos hicieron comprender que éramos hijas perfectas de Dios y que Él velaba por nosotros en todo momento.
A las pocas horas de esta amarga prueba descubrí que mi hija menor estaba a punto de perder la razón. A pesar de las pretensiones inquietantes de la mente mortal, me refugié con más fuerzas aún en Dios y negué los síntomas de enfermedad que parecían tan reales. La practicista de la Ciencia Cristiana hizo nuevamente trabajo de oración y el error se desvaneció — volvió a su nada. El temor al desamparo y a la carencia que abrigaba mi hija fue eliminado. Libre de enfermedad y reflejando su ser perfecto en Dios, pudo rendir a los pocos días un difícil examen en la escuela y continuar sus estudios con normalidad. Además nunca tuvimos carencia de ninguna especie y, sí, fuimos enriquecidas al vernos rodeadas de pensamientos cristianos de sinceridad y amor expresados por otros.
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