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Energía ilimitada

Del número de enero de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡Energía ilimitada! ¡Actividad que no fatiga! ¡Nuevas perspectivas de pujanza, fortaleza, realización! ¿Imposible? No, si miramos hacia la verdadera fuente — Dios y Sus ideas infinitas. La Biblia declara: “Dios es el que me ciñe de fuerza, y quien despeja mi camino; quien hace mis pies como de ciervas, y me hace estar firme sobre mis alturas”. 2 Sam. 22:33, 34;

¿Pero cómo realmente puede aplicarse esto a las necesidades actuales? Parte de la respuesta se obtiene mediante una mejor comprensión de lo que la energía realmente es. La Ciencia Cristiana nos muestra que la verdadera energía es el poder espiritual ilimitado de Dios y que la presencia de esta energía se nos revela a medida que ampliamos nuestra comprensión de la naturaleza divina. Dios es Alma, Espíritu, Principio, Mente, Vida, Amor y Verdad infinitos. Estos términos no son independientes los unos de los otros. Todos señalan hacia un infinito poder generador del bien. La Mente divina, que es la fuente de ideas correctas inagotables, también es el Amor, que eternamente provee ternura y comprensión. El Espíritu, la fuente infalible de la vitalidad y la animación, es inseparable de la pureza, belleza y alegría del Alma. El mismo Dios que es Principio, el mismo Dios que gobierna, regula y mantiene perfecto el funcionamiento es la Verdad, la Vida eterna del hombre. Ninguna demanda puede ser jamás demasiado grande, ningún requisito desmedido para Dios y Su energía ilimitada.

Todos, sea cual sea su historial, ambiente, o educación recibida, tienen derecho divino de expresar energía — de reflejar de un modo único e indispensable los recursos ilimitados de Dios Todopoderoso. Reflejar a Dios es la única ocupación del hombre. Y así como la naturaleza de Dios jamás puede ser encerrada o limitada, así tampoco el hombre, Su reflejo espiritual, puede estar aprisionado, sujeto a rutina, limitado a habilidades y talentos finitos que harían la existencia tediosa y mundana. La pujanza de nuestra expresión, nuestra habilidad para desempeñarnos, nuestra capacidad para actuar, nunca son víctimas de las circunstancias, gérmenes o genes. Sabiendo que reflejamos a Dios, podemos recurrir a Él y cumplir con nuestras actividades; podemos sentir y demostrar nuevas perspectivas de energía y enfrentar lo que el día nos presenta.

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