La propensión a contraer enfermedades no es una condición de la existencia verdadera. Al entender este hecho espiritual, cada uno de nosotros puede tomar medidas eficaces para protegerse durante una epidemia y para ayudar a detener el contagio.
Ustedes y yo a veces parecemos vulnerables sólo porque damos nuestro consentimiento, consciente o inconscientemente, a la convicción humana general que la materialidad es la esencia de la vida. Pero, en realidad, como Dios ha creado al hombre y al universo, la vida es espiritual y está gobernada únicamente por las leyes de Dios, la Verdad. Por lo tanto, la enfermedad no tiene validez — no tiene origen.
¿No hay enfermedad? No. El hombre y el universo son la autoexpresión de Dios. Reflejan Su bondad — la indestructibilidad de la Vida, la armonía y la belleza del Alma, la comprensión inteligente de la Mente. Este reflejo, esta acción autoexpresiva de la Mente divina, es la única comunicación que en realidad tiene lugar. Dios le comunica todo el bien al hombre, toda la alegría, belleza y salud, y así hace que el hombre manifieste estas cualidades, que refleje la naturaleza divina. La enfermedad, la decadencia y el temor nunca son comunicados al hombre ni él los comunica, porque no existen en la totalidad del Principio divino, la Vida. No tienen ni punto de partida ni curso de acción. En resumen, todo es Dios, el bien. No hay nada más. La Sra. Eddy escribe: “Del Amor y de la luz y armonía, que son la morada del Espíritu, sólo reflejos del bien pueden venir”.Ciencia y Salud, pág. 280;
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