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¿Su práctica de la curación es sólo para usted?

Del número de enero de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En cierta capital asiática en estado de confusión, un corresponsal del The Christian Science Monitor se apresuraba a presenciar el incendio de una biblioteca americana por manifestantes comunistas y reportar lo ocurrido. Atravesando una callejuela para acortar su camino, se vio frente a un grupo de revoltosos que abandonaban la escena. La turba, gritando enfurecida, lo acorraló entre dos automóviles.

“¡Es un americano — matémoslo!” gritaban en el idioma de ellos.

“No pueden hacer eso. Aquí todos somos hijos de Dios”, dijo para sus adentros el corresponsal del Monitor; entonces uno de entre la turba defendió al periodista víctima de la agresión.

“Pero, ¿cómo sabemos que es americano?” preguntó a sus compañeros manifestantes. “Quizás sea ruso, y aunque fuese americano, hay americanos buenos y malos”.

La turba dejó ileso al corresponsal del Monitor.

En otro incidente ocurrido en otro lugar de Asia, una corresponsal, también del Monitor, fue capturada por los comunistas y estuvo prisionera durante cuarenta días antes de ser liberada. En las primeras horas de su cautiverio estuvo recluida sola, custodiada por un guardia armado, quien, decidido a robarla y violarla, trató de atacarla.

Ella lo detuvo con sencillas pero profundas y significativas palabras. “Soy tu hermana”, le dijo, “y tú eres mi hermano”.

Aunque el guardia no comprendía el idioma en que le habló, recibió el mensaje. Y no la tocó. En el momento más crítico estos dos Científicos Cristianos tuvieron tiempo sólo para la oración más ferviente y directa. Pero sus experiencias ponen de relieve uno de los elementos básicos de su fe — que la Ciencia Cristiana es la Ciencia del Amor, Dios, y su aplicación del amor es universal. Como la Sra. Eddy dice: “Mío y vuestro son términos obsoletos en la Ciencia Cristiana absoluta, en la cual y por la cual la hermandad universal es manifestada y exige que sea demostrada”.Escritos Misceláneos, pág. 318;

No obstante, muy a menudo, estamos más dispuestos a reclamar esta hermandad del hombre en momentos de desafío e inconveniencias personales, que cuando surgen problemas internacionales que necesitan atención. Este enfoque limitado no está de acuerdo con el concepto que la Sra. Eddy tenía de la Ciencia Cristiana. Ella previó su alcance universal. Comprendió que su misión incluye a todos, llegando a todas partes y bendiciendo ampliamente, sin tomar en cuenta la posición geográfica, la raza y la nacionalidad.

La Ciencia Cristiana hace declaraciones audaces. Una de las más básicas es que la materia es irreal y que el Espíritu es lo único que es real. Esta declaración revolucionaria indica la manera en que el Científico Cristiano encara las relaciones internacionales. Como dice la Sra. Eddy: “La creencia errónea de que la vida, sustancia e inteligencia puedan ser materiales quebranta la vida y la hermandad del hombre desde el mismo comienzo”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 541;

La creencia material y mortal que quisiera destruir la hermandad y la paz no es una peculiaridad oriental o latina, o de determinado origen étnico o nacional. Es la misma creencia negativa que quisiera desafiar de cualquier modo la plenitud y paz del hombre espiritual.

En forma similar, las verdades espirituales que neutralizan todo concepto falso acerca del hombre no son un monopolio de los Estados Unidos o de los países occidentales o del mundo desarrollado materialmente. La Verdad, o el Cristo, y su poder, no tienen que ser transportados a través del océano de una nación a otra. La Verdad es universal y puede ser aplicada en todas partes. Es tan potente en los países de religión islámica o budista como en los países que se denominan cristianos.

Nuestra aceptación de este punto de vista absoluto de nuestra relación espiritual con Dios y, por consiguiente, con nuestro prójimo, no significa, por supuesto, que abandonemos la prudencia en las relaciones internacionales diarias. Los Científicos Cristianos oran por la eliminación de la guerra. No obstante, mientras exista el peligro de guerra, sería insensato que las naciones pasaran por alto las medidas de defensa nacional. Pero mientras éstas sean necesarias en el presente, la paz final sólo se alcanzará estando en guardia no física sino mentalmente. En 1904 la Sra. Eddy escribió un mensaje al periódico Boston Globe titulado: “Cómo pueden silenciarse las contiendas”. Incluía este pasaje: “El Primer Mandamiento del Decálogo hebreo —‘No tendrás dioses ajenos delante de mí’— obedecido, es suficiente para silenciar toda contienda. Dios es la Mente divina. De ahí la secuencia: Si toda la gente tuviera una Mente, reinaría la paz”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 279;

La Sra. Eddy se interesaba profundamente por el bienestar de toda la humanidad. Estaba alerta a los acontecimientos que se desarrollaban en Rusia, en China y en Europa. Tenía sus puntos de vista sobre la defensa y el desarme. De modo que no es de sorprenderse que fundara el The Christian Science Monitor. Desde el comienzo, la norma del Monitor fue la de proporcionar a sus lectores información comprensiva tanto en el ámbito nacional como en el internacional, y hasta la fecha el diario desempeña un papel importante en ampliar la perspectiva de los Científicos Cristianos. Les informa sobre problemas que se presentan más allá de su círculo familiar inmediato o iglesia filial, y los alienta a incluir en su afecto espiritual a toda la humanidad.

A primera vista, esta intrusión podría parecer molesta. La mayoría de los Científicos Cristianos se esfuerzan por compenetrarse en lo espiritual. Luego llega el Monitor describiendo una serie de problemas humanos, tales como la crisis en las negociaciones sobre limitación de armas estratégicas (SALT), o una crisis alimenticia en Bangladesh, o sobre la situación que está empeorando en el sur de África. Mas el Monitor y sus lectores están unidos en una misión sanadora. Usando su mayor intuición espiritual de que dispone, el Monitor dirige la atención de sus lectores a los problemas urgentes. Los lectores, a su vez, se basan en la oración y el poder espiritual para aplicarlos a las situaciones que necesiten una infusión de dirección divina.

El Científico Cristiano tiene tanta obligación de aplicar el razonamiento metafísico y la oración al desorden internacional, como la de aplicarlos a la enfermedad física. El proceso es el mismo: corregir con la verdad sanadora cualquier pensamiento que quisiera intervenir en la perfección y la armonía del hombre otorgadas por Dios.

El secuestro de un avión internacional, el terrorismo en alguna ciudad lejana, la lucha racial — incidentes tales como éstos, requieren la respuesta espiritual y firme del Científico Cristiano. Es tan necesario, en dichos casos, un reconocimiento del hombre perfecto creado por Dios, como lo es al tratarse de nuestro prójimo afectado por cáncer, o de un ser querido lesionado en un accidente automovilístico — o de un corresponsal que se encuentre en una situación amenazadora.

La Ciencia Cristiana insiste en que no podemos eludir la responsabilidad de orar por el bienestar de millones de seres unidos a nosotros en anónima hermandad. Tal como dijo Pablo a los atenienses: “De una sangre ha hecho [Dios] todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra”. Hechos 17:26.

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