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¡Acción de Gracias! Esta fiesta tiene un significado especial en nuestra...

Del número de noviembre de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡Acción de Gracias! Esta fiesta tiene un significado especial en nuestra familia. Fue el día que encontramos la Ciencia Cristiana. También confirmó la profecía del dulce cantor en Isaías (43:6): “Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra”.

Siendo una adolescente, me desilusioné de la religión de mi niñez. El Dios bondadoso a quien yo oraba, respondía a mis oraciones infantiles e inocentes. La dificultad surgió al tratar de reconciliar mi Dios de amor con un concepto ortodoxo de un Dios variable que decretaba o bien miseria por un lado, o gozo por el otro. En vez de continuar la lucha para tratar de comprender, dejé la Escuela Dominical. Reverentemente, continué orando a Dios a mi manera.

Poco después, conocí al hombre que luego fue mi esposo. Me sentí muy contenta al saber que él también amaba a Dios y que trabajaba activamente en su iglesia. Nos casamos en la iglesia de su fe. Con mucha humildad traté diligentemente de aceptar sus enseñanzas, sólo para encontrar el mismo concepto limitado y temeroso de Dios. Casi simultáneamente acordamos mi esposo y yo dejar de asistir a la iglesia por completo. Continuamos leyendo la Santa Biblia en nuestro hogar.

Al igual que hicieron los Peregrinos en los primeros días de América del Norte, era una costumbre tradicional en nuestras familias asistir a la iglesia en el día de Acción de Gracias. Mi esposo y yo rehusamos asistir a ninguna de las dos iglesias que previamente habíamos conocido.

En este punto de indecisión, abrí el diario local y busqué la guía de cultos religiosos; leí en voz alta a los otros miembros de la familia los nombres de las distintas iglesias que celebraban cultos de Acción de Gracias. Vi un anuncio del Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana. Comunicaba que habría un tiempo destinado para que los Científicos Cristianos contaran públicamente cómo habían sido respondidas sus oraciones. Exclamé: “¡Qué maravilloso comprender a Dios tan bien! Vayamos a escuchar cómo es”.

Nuestra primera impresión aún permanece. Verdaderamente, vimos a nuestro alrededor la manifestación de la Ciencia del progreso cristiano; el Cristo en acción. Se expresaba tanto amor. La belleza sencilla del edificio tan bien cuidado era una bienvenida.

Durante la lectura de la lección de Acción de Gracias, pude comprender la Biblia debido a mi anterior enseñanza en la Escuela Dominical. Si bien no me fue posible entender todo el significado de lo que se leyó de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy, sentí profundamente su impacto espiritual. El Amor me rodeó. Percibí el bello ritmo del Alma, Dios, contenido en lo escrito por la Sra. Eddy. Sólo podía pensar: “¡Qué hermoso! ¡Qué hermoso!”

Después comenzaron los testimonios. ¡Qué regocijo! Era evidente que los testificantes eran personas de buen carácter y, por cierto, moralmente estables.

Su gratitud, abarcando un número de temas, estaba imbuida con el espíritu de acción de gracias, y un gran amor alentador que hablaba de Dios, el Espíritu eterno, siempre presente. A pesar de lo extremo que pueda parecer una dificultad, Su amado Cristo se ocupa de ella y la sana.

“Por la victoria sobre un solo pecado, damos gracias y ensalzamos al Señor de las Huestes” (Ciencia y Salud, pág. 568). Tuve la impresión de que probablemente no había gente más agradecida en el mundo que los Científicos Cristianos. Dar las gracias parece tan natural para ellos; sencillamente no dejan de sentirse agradecidos.

Mientras los escuchaba alabar el bien ilimitado que nuestro Padre confiere a todos, cada día, y en todas partes, sentí una sensación de bienestar que no había conocido antes. Por fin, me sentí segura bajo el cuidado de Dios. Lágrimas de gozo rodaron por mis mejillas mientras oraba: “Querido Padre, gracias por guiarme a esta hermosa manera de vivir. Enséñame a comprender el amor que siento en este momento”. El domingo siguiente mi esposo y yo volvimos a la iglesia y llevamos a nuestro hijito a la guardería infantil anexa a la Escuela Dominical.

El mero hecho de que la Ciencia Cristiana fue descubierta y fundada por una mujer sola en la era victoriana, era tan llena de prejuicios, me inspiró a leer todo lo que pude encontrar sobre la Sra. Eddy. Fue mientras estudiaba relatos de sus sacrificios y luchas en sus esfuerzos para dar su mensaje a la humanidad que prometí mi lealtad y devoción a su enseñanza y a la Causa de la Ciencia Cristiana.

Asistí con entusiasmo a las reuniones vespertinas de los miércoles, y eran un gozo constante. “En Dios nos gloriaremos todo el tiempo, y para siempre alabaremos tu nombre” (Salmo 44:8). En vez de permanecer admirando lo consagrado de los Científicos Cristianos, dejé de ser una espectadora, para ser una estudiante. Un estudio profundo de la Lección Bíblica en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana ya no era una obligación superficial, sino una guía en los asuntos diarios.

Si alguien me preguntara: “¿Es la Ciencia Cristiana la respuesta a la falta de salud y felicidad? ¿Lo libera a uno permanentemente de sus problemas?”, yo respondería con gratitud: “Sí”.

Desde hace más de veinte años que compartí un testimonio escrito, el bendito Cristo ha continuado guiándonos. Las curaciones obtenidas incluyen doble neumonía, gripe, dislocaciones y jaquecas. En nuestra planta se solucionó una huelga de trabajo con beneficios tanto para los obreros como para la administración.

Todo esto gracias a una comprensión más profunda de que Dios, el Amor divino, es Todo-en-todo. Deseo expresar mi humilde gratitud a Él por Su amado Cristo; por nuestra Guía, la Sra. Eddy; por la Junta Directiva de La Iglesia Madre; y por todos los dedicados Científicos Cristianos.


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