Un hombre que se sentía angustiado fue a ver a una espiritista, y durante su visita creyó haberse comunicado con una persona que conoció y que había muerto hacía algún tiempo.
Otro hombre se sintió inspirado. En un acontecimiento sagrado habló con individuos que habían muerto hacía siglos.
El primer hombre fue el Rey Saúl. Él trató de comunicarse con Samuel. Ver 1 Sam. 28; El segundo hombre fue Cristo Jesús. Él habló con Moisés y Elías durante la transfiguración. Ver Marcos 9; En el primer caso, la verdadera comunicación no se efectuó. Pero fue un suceso instructivo, que ilustró el engaño de ver la vida de una manera mortal. En el segundo caso, hubo una verdadera comunicación. Fue un acontecimiento sagrado, que enseña una lección de gran valor acerca de la naturaleza de la Vida divina, Dios.
Algunas veces la tendencia humana es dejarse llevar en la dirección que tomó Saúl. Si bien un Científico Cristiano no pediría ayuda a un espiritista como lo hizo Saúl, los elementos del espiritismo pueden introducirse en el pensamiento individual no protegido. El sentimiento o dolor de haber perdido a algún ser querido o el deseo de volver a reunirse con él, puede presentar aspectos de espiritismo.
Tal atracción hacia el espiritismo puede resultar de la creencia de que puede haber contacto entre aquellos que están aquí y los que se han muerto. La Sra. Eddy escribe acerca del momento en que la comunicación puede ocurrir: “Sólo hay un momento en que es posible que aquellos que viven en la tierra y los llamados muertos puedan comunicarse, y ese es el momento que precede a la transición, — el momento en que el eslabón entre sus creencias opuestas se está desvaneciendo”.Ciencia y Salud, pág. 75;
La Ciencia Cristiana explica la falacia del procedimiento de Saúl y revela la verdadera esencia de la comunicación ilustrada por Cristo Jesús en su conversación con Moisés y con Elías.
Dios es Vida. Él es la fuente única y eterna de todo ser. La Vida no tiene opuesto, ni intermedio ni interrupción. La continuidad infinita y permanente de la existencia verdadera tiene a la Vida como su base misma. El hombre es la evidencia pura de la Vida — su representante espiritual. La Vida se comunica al hombre, y el hombre expresa estas verdades de la Vida. La comunicación, entonces, es de Dios al hombre. El hombre como reflejo de la Vida manifiesta el bien que Dios Mismo le está revelando. Fue mediante la comprensión de estas verdades que Cristo Jesús pudo conversar en forma natural con la eterna y espiritual individualidad de Moisés y de Elías.
El sentido material ve al hombre como mortal. Concibe al hombre como una personalidad material — separada de Dios. Este falso concepto acerca del hombre concluye que la comunicación se origina y tiene lugar entre personalidades mortales. Fue sobre esta base que Saúl sintió que Samuel se comunicaba con él.
En la medida en que comprendamos que somos la expresión de la Vida, nuestra vida individual tendrá algo significativo para comunicar. Pero si procedemos de acuerdo con la creencia de que el hombre es una personalidad mortal, no sentiremos la verdadera comunicación.
Algunas teorías ponen énfasis en la creencia de que el hombre es un espíritu personal y corpóreo, en vez de la expresión individual del único Espíritu, la Vida. Tales teorías tienden a retenernos en un nivel muy materialista. Si relacionamos nuestra vida con la materialidad y sus muchas personalidades, la comunicación nunca será genuina. Si suponemos que la comunicación está arraigada en la personalidad humana, tal vez sintamos haber perdido a un ser querido o un deseo de comunicarnos de algún modo cuando la muerte parezca separar a las personas.
Saúl trató de buscar más allá de la tumba una respuesta a sus necesidades. Sus supuestas comunicaciones con Samuel eran solamente pensamientos acerca de Samuel. La Sra. Eddy explica: “Aunque los individuos hayan desaparecido, queda su ambiente mental para ser percibido, descrito y transmitido”.ibid., pág. 87. El espiritista seguramente percibió el ambiente mental asociado con Samuel y lo reprodujo. La conversación ocurrió en los dominios de la creencia humana. Samuel había seguido adelante. Él no le habló a Saúl — ni aun a través del médium.
El aceptar la creencia de vida en la materia — de este o del otro lado de la tumba — oscurece la verdadera comunicación. La Ciencia Cristiana revela la verdadera comunicación que se efectúa cuando comprendemos a Dios. Nos muestra cómo empezar a trabajar para obtener la clase de comunicación que Cristo Jesús ilustró cuando él se transfiguró y habló con Moisés y con Elías. Él entendió que la Vida es Dios, quien comunica perfección eternamente y hace que el hombre ame y refleje esta perfección. Ésta es nuestra meta. No estamos construyendo un puente de comunicación entre dos estados de existencia materiales, uniendo a personalidades mortales. Procuramos expresar la Vida que nos pone en armonía con la individualidad espiritual y no con la personalidad mortal. Jesús demostró que ni un médium ni lo que parezca ser nuestra muerte nos da una verdadera y permanente comunicación con aquellos que han fallecido.
Él mostró que la clase de transición que debe hacerse no es de un estado de creencia a otro, sino de la materialidad a la espiritualidad, y que cuando nos hayamos unido lo suficientemente a la Vida, Dios, conoceremos con exactitud la individualidad del hombre. Así la comunicación será lo que la Vida esté revelando de su idea en vez de nuestra transmisión personal de creencias limitadas.
El pensar en la personalidad de un ser querido que se ha muerto no nos conduce al progreso. La personalidad debe ser rechazada. Dejemos que esa persona progrese. El deseo de reunirse con personalidades — sucesos mortales — retrasa una reunión más grandiosa y libre de desilusiones e interrupciones. La verdadera unión se encuentra en el descubrimiento de que el hombre no es mortal; de que es una idea espiritual — sustancial, identificable, eterna. La verdadera comunicación se efectúa cuando progresamos en la comprensión de que la Vida es el único origen de lo que tenemos para expresar.
Durante la transfiguración, Cristo Jesús se elevó por sobre la creencia de que el hombre es una personalidad mortal. Él probó que la individualidad espiritual por siempre está intacta, y que nosotros percibimos a los hijos de Dios y nos regocijamos con ellos al dejar atrás la limitada personalidad mortal — y no al añorarla. Cuando descubrimos y entendemos esta presencia de la Vida, descubrimos y reconocemos la presencia de las identidades espirituales individuales. Nuestra transición de la creencia mortal a la omnipresencia de la Vida eterna abre la puerta a la verdadera comunicación.