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Bárbara y la sunamita

[Original en alemán]

Del número de noviembre de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Bárbara asistía a un jardín de infantes que estaba en la planta baja del edificio donde vivía con sus padres y hermanos.

Todo estaba bien hasta que un niño tras otro del jardín de infantes comenzaron a faltar. Todos estaban ausentes por la misma enfermedad y varias veces Bárbara escuchó cómo la describían.

Entonces, una mañana se despertó con todos esos síntomas y se sintió tan mal que no quiso levantarse. Su mamá le recordó la oración para los niños pequeños por la Sra. Eddy, la cual Bárbara oraba todas las noches; dice:

Padre-Madre Dios,
en Tu amor,
guárdame al dormir,
guía mis pies ar ir
de Ti en pos.Escritos Misceláneos, pág. 400;

Bárbara comenzó a sentirse mejor, de modo que su mamá la ayudó a vestirse. Pero mientras tomaba su desayuno Bárbara comenzó a llorar todavía más y ya no quiso comer. Entonces su mamá la llevó a ver a su abuela, que vivía en la misma casa, y le dijo: “Por favor cuéntale una historia hasta que yo termine mis quehaceres”.

Bárbara ya estaba acostumbrada a esto, pues, a menudo, su abuela le contaba historias de la Biblia o le leía artículos para niños de El Heraldo de la Ciencia Cristiana.

La abuela sentó a la pequeña en su falda y comenzó a contarle la historia de la sunamita, que siempre le daba la bienvenida al profeta Eliseo cuando él iba a Sunem. A la sunamita debe haberle gustado escuchar a Eliseo cuando hablaba acerca de Dios. Seguramente comenzó a comprender que Dios ama a Sus hijos y que Él siempre les da todo lo bueno.

La sunamita tenía muchas cosas buenas, pero había algo que le faltaba. Ella deseaba mucho tener un hijo. Un día, cuando el profeta se había quedado nuevamente en su casa, le dijo antes de partir: “El año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo”. 2 Reyes 4:16;

A Bárbara todo esto le pareció muy interesante, pues ella amaba a sus muñecas. Se sintió muy feliz al oír que la sunamita realmente tuvo un hijo, y pudo imaginarse con qué amor lo debe haber criado. Pero luego se le llenaron los ojos de lágrimas cuando escuchó sobre la repentina enfermedad y muerte del pequeño. Pero la Biblia dice que la sunamita no se dio por vencida. Inmediatamente fue a buscar al profeta. Cuando llegó, Giezi, el criado del profeta, le preguntó cómo estaban su marido y su hijo, y ella respondió: “Bien”. Al oír esto, Bárbara se sorprendió mucho, y dijo: “¡Pero la sunamita mintió!”

Entonces su abuela le recordó las maravillosas y verdaderas palabras del primer capítulo de la Biblia: “Creó Dios al hombre a su imagen”. Y más adelante donde dice: “Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Gén. 1:27, 31.

De modo que cuando la sunamita dijo: “Bien”, estaba diciendo la absoluta verdad. Poco a poco, Bárbara comprendió que el hombre creado por Dios no puede enfermarse ni morir porque pertenece a la creación espiritual de Dios, buena y perfecta. Como Eliseo comprendía algo de eso, pudo sanar al niño y se lo devolvió a su madre.

A Bárbara le gustó este final feliz. Se quedó muy quieta durante un rato mientras su abuela oraba en silencio. Luego exclamó: “Ahora comprendo por qué todo está siempre bien. ¡Me siento bien!” Saltó de la falda de su abuela y se fue corriendo al jardín de infantes.

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