La humanidad parece estar sumida en una fiebre de armas nucleares. Las superpotencias han acumulado armas nucleares de gran destructividad. Las naciones más pequeñas también se hallan ahora contendiendo por montar sus propios arsenales, aun cuando las naciones que ya los tienen tratan de restringir a esas naciones pequeñas. Cada año las armas son más letales en poder físico, velocidad y precisión.
En un mundo de sistemas políticos contendientes y de antagonismos sociales y culturales, las naciones piensan que corren grandes riesgos si descuidan sus defensas físicas. Mísiles y otros componentes complicados de arsenal nuclear parecen ser necesarios para preservar la estabilidad mientras permanezca la posibilidad de agresión.
Pero la Ciencia Cristiana ofrece al mundo algo más que confianza en el poder de armamentos físicos, pues revela cuál es el verdadero enemigo y dónde se encuentra la verdadera defensa. Enseña cómo podemos aplicar el poder del Cristo, la Verdad, para destruir los designios del mal de manera que la humanidad gradualmente pierda sus temores y comience a depender menos de arsenales atómicos, hasta que un día éstos puedan ser desmantelados por completo. En esas conocidas palabras del Apóstol Pablo: “Aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. 2 Cor. 10:3–5;
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