Hace algunos años sufrí de una fiebre que los médicos diagnosticaron era causada por una infección. Me hicieron varios operaciones quirúrgicas para acabar con la infección, pero no me aportaron ninguna mejoría, sino que me dejaron muy débil. Más tarde me informaron que tenía un defecto en una de las válvulas del corazón y que esto sólo podía corregirse operándome el corazón. Este diagnóstico me causó un temor inmenso, que se manifestó en otras serias consecuencias, como insomnio y una nerviosidad que me mantenía temblando. El diagnóstico también preocupó mucho a mi familia.
Mas todavía no conocía la Verdad divina. No pudiendo costear los gastos de la operación, solicité ayuda a una institución de beneficencia. Cuando estaba presentando las solicitudes y documentos correspondientes encontré a una amiga que trabajaba allí. Mi amiga me dijo: “¿Por qué no tratas la Ciencia Cristiana?” y me dio el nombre de una practicista de la Ciencia Cristiana.
Tengo que confesar que no tenía fe en los resultados de la visita, no obstante, fui a ver a la practicista sólo para complacer a mi amiga. Mi entrevista con la practicista duró más o menos dos horas. La declaración que elevó un tanto mis pensamientos a la comprensión de la verdad, fue ésta: que yo era la imagen y semejanza de Dios, el Espíritu, y que Dios jamás había creado un universo material o permitido que mi ser tuviera algún defecto. Por el contrario, Dios me había creado como una idea espiritual y perfecta porque Él es perfecto. Esta declaración acalló un poco mi temor sobre mi salud.
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