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Lo confidencial es confidencial

Del número de noviembre de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En el curso de su trabajo diario los practicistas de la Ciencia Cristiana generalmente escuchan muchos detalles de la vida privada de sus pacientes. Algunas historias pueden parecer más increíbles que ficción. Embrollados problemas matrimoniales y familiares, intrigas en el trabajo, esperanzas, temores, incertidumbres, remordimiento, dificultades en la iglesia, en el hogar, en la oficina, problemas con el vecindario — y hasta confidencias de culpabilidad por violación a la ley. Los practicistas tienen la obligación de guardar todo lo que escuchan en estricta confidencia, sin divulgar ni el más mínimo detalle a nadie.

La Sra. Eddy hizo de lo confidencial una regla para su Iglesia al incluir en el Manual de La Iglesia Madre un Estatuto bajo el título “Practicistas y pacientes”. El primer párrafo dice: “Los miembros de esta Iglesia deberán mantener en sagrada confidencia toda comunicación privada que reciban de sus pacientes; así como cualquier información que reciban como resultado de la relación entre practicista y paciente. El incumplimiento de este punto expone al infractor a la disciplina de la Iglesia”.Man., Art. VIII, Sec. 22;

Este reglamento bien podría compararse con el juramento de Hipócrates, que todavía juran los graduados en muchas escuelas de medicina contemporáneas. Parte de este juramento lee: “Todo lo que habré visto u oído durante la cura o fuera de ella en la vida común lo callaré y conservaré siempre como secreto, si no me es permitido decirlo”. La ética en la conducta de los practicistas de la Ciencia Cristiana requiere la más estricta obediencia a mantener en confidencia lo que le comunican sus pacientes durante el período de tratamiento, y aun después de efectuada la curación. Hasta la más mínima alusión a su participación en un caso, aun después que la curación haya llegado a un feliz término, puede ser perjudicial.

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