La Ciencia Cristiana me ha sido indispensable en mi trabajo de investigación. Durante los últimos años me he dedicado a analizar y escribir sobre la música coral de un compositor americano. Mediante la oración, me he esforzado por vislumbrar algo de la inspiración en su música y comprender que mi investigación en esta fase del trabajo puede ser verdaderamente un reflejo de la inteligencia y el orden divinos.
Comencé a dudar de mi habilidad para continuar esta investigación. Parecía que no podía encontrar la estructura en la que cierta pieza de música pudiera basarse. Sabía que tenía que haber una ley unificadora, una clave que esclareciera mi comprensión, pero no podía verla. Comencé a irritarme y a disgustarme conmigo mismo. Luego sentí miedo y desesperación. Pronto empecé a sentir fuertes dolores en mi cuerpo. Una extrema vergüenza me impedía llamar a colegas en mi propio campo que podían darme un consejo profesional.
Sabía que lo que necesitaba era depender únicamente de la oración y de la Ciencia Cristiana; pero no fue hasta que llegué al fondo de la desesperación y sentí deseos de abandonar definitivamente todo el proyecto, que me alejé de toda la densa oscuridad mental y del temor, y me volví a la verdadera fuente de luz y de ideas correctas — a Dios. Estaba seguro de que había sido guiado correctamente hacia el proyecto; continuamente había sido provisto con ideas correctas e inspiración. Dejé completamente el proyecto y me sumergí en la lectura de la Biblia y de las obras de la Sra. Eddy.
Dios era la fuente de mi ser. La presencia del Cristo estaba ahí mismo hablándome. Dios me estaba guiando fuera de este aparente desierto. Pude ver los caminos engañosos de la mente mortal. La oscuridad no tenía poder. Yo era un hijo de la luz, la Verdad. No podía estar separado de mi fuente verdadera, Dios, que es Todo.
No recuerdo exactamente lo que leí, pero ¡cómo recuerdo el penetrante sentido de paz y santidad que me invadió al asirme a las verdades espirituales! Los dolores corporales finalmente desaparecieron. En un par de días regresé a mi escritorio, me senté ante él con un extraordinario amor y aprecio por todo lo que Dios había hecho por mí. Sabía que la noche había pasado. Había llegado el amanecer.
Una lista de artículos de revistas que todavía no había leído atrajo mi atención. Me sentí impelido a ir a la biblioteca y leer un determinado artículo. Ese artículo era la respuesta a mi necesidad. Me fue entonces posible terminar esa parte de mi investigación que anteriormente tanto me había preocupado y que ahora me llenaba de gran alegría y agradecimiento.
El Amor divino había respondido a mi necesidad, pero solamente cuando deseché la voluntad y los esfuerzos humanos y recurrí a la Mente divina siempre presente, Dios. Esta curación me probó nuevamente la necesidad de deshacerme del falso sentido del yo en todo mi trabajo. Estoy agradecido por haber sido guiado a la Ciencia Cristiana; por todas las curaciones que he tenido; por la utilidad y el poder del descubrimiento de la Sra. Eddy.
La Crosse, Wisconsin, E.U.A.