¿Por qué la gente recurre a las drogas? ¿Qué es lo que buscan? ¿Puede la Ciencia Cristiana sanar la toxicomanía? ¿Qué puedo hacer yo como individuo para ayudar a solucionar el problema? Estas preguntas son importantes.
Se recurre a las drogas en un esfuerzo por lograr la felicidad, por razones seudorreligiosas, para llegar a conocerse a sí mismo y, tal vez con mayor frecuencia, en un intento de escapar de los problemas. El que usa narcóticos está claramente diciendo: “Tengo un problema”. Se cree incapaz de encarar las dificultades comunes del diario vivir — como temor a la competencia, púrdida creciente de la identidad individual entre la multitud, desempleo, fracaso, aislamiento social y soledad.
Es obvio que los drogadictos buscan algo que creen que les falta — realización, libertad, amor, compañerismo, seguridad, comunicación, identidad, paz interior. Puesto que éstos sólo se logran mediante la autodisciplina y la inspiración espiritual, y el camino para llegar a ellos es generalmente largo, es comprensible que se presente la tentación de buscar un camino más corto. Pero el creer que podemos alcanzar las condiciones deseadas mediante un proceso que no requiere más trabajo que ingerir una píldora es engañarse a sí mismo.
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