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Cuando tenía ocho años, sané de sordera después de haber concurrido...

Del número de diciembre de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando tenía ocho años, sané de sordera después de haber concurrido a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana como visitante durante un corto tiempo. Los médicos le habían dicho a mi madre que yo nunca volvería a oír. Algunos años antes a mi madre le habían dado literatura de la Ciencia Cristiana, pero ella la había arrojado al fuego. Sin embargo, mi curación la llevó a investigar más a fondo esta religión para ella misma y pronto sanó de reumatismo inflamatorio. Más tarde llegó a ser practicista de la Ciencia Cristiana. A una hermana, que desde hacía dos años estaba internada en un hospital por una enfermedad diagnosticada incurable, se le envió un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Como resultado del estudio de este libro, obtuvo valor para dejar el hospital y solicitar que un practicista la ayudara por medio de la oración. Sanó completamente.

A pesar de que estas curaciones ocurrieron hace años, han sido normas imborrables de curación, recordadas cada vez que algún problema ha resultado más difícil o lento para solucionar.

En años más recientes me he sentido muy agradecida por la curación que tuve de una dificultad interna que interfería con la retención de alimentos. Tenía frecuentes períodos de enfermedad. Cada vez que solicitaba que un practicista de la Ciencia Cristiana me tratara por medio de la oración mejoraba un tanto. Pero la dificultad persistía. La Sra. Eddy escribe (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 233): “La ignorancia acerca de sí mismo es la creencia más obstinada de vencer, porque la apatía, la deshonestidad, el pecado le siguen en su curso. Debiéramos vigilar para saber cuáles son nuestros errores; y si esta vigilancia destruye nuestra paz en el error, ¿debiéramos vigilar para evitar este resultado? De ninguna manera. Nuestro Maestro dijo: ‘El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí... y el que pierde su vida [su falso concepto de la vida] por causa de mí, la hallará’. (Mateo 10:38, 39.)”

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