El Espíritu es Todo, el único “algo”. Incluso una vislumbre de este hecho es suficiente para elevar el nivel de nuestra vida, para liberarnos de la ansiedad, para curar.
Sin tomar en cuenta cuántos millones de personas, que a lo largo de muchos miles de años, no han percibido la importancia de la totalidad del Espíritu, esto es, no obstante, un hecho científico, hecho que se puede demostrar en la curación. Que la materia es una ficción, una nada (y éste es un elemento importante para mejorar el concepto humano de las cosas), sólo puede verificarse desde la perspectiva de la toda presencia del Espíritu. Es esta comprensión lo que espiritualiza nuestra manera de pensar y proceder.
Para los Científicos Cristianos estos puntos de vista son conocidos. Pero no hay una ocasión más ideal que la de la Navidad para reconsiderar — y reafirmar — lo que estas verdades realmente entrañan. En un mensaje de Navidad, tan oportuno ahora como cuando Mary Baker Eddy lo escribió, ella dijo: “La Navidad respeta al Cristo en gran medida como para sumergirse en los medios y fines meramente temporarios. Representa a la eterna Alma informante que se reconoce solamente en armonía, en la belleza y generosidad de la Vida eterna, — en la verdad que es Vida, la Vida que sana y salva a la humanidad. Una Navidad eterna haría de la materia una extraña salvo como fenómeno, y la materia se retiraría con reverencia ante la Mente. El despotismo del sentido material o la carne huiría ante tal realidad para dar lugar a la sustancia, y la sombra de la frivolidad y la inexactitud del sentido material desaparecerían”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, págs. 259–260;
Declaraciones como éstas son radicales. Sacuden las convicciones del pensamiento mortal. Pero el comprender la infinitud de Dios paso a paso subordina nuestro concepto de la materia, y sana. La materia se retira.
Es patente en los registros de la Biblia que el principal exponente de la totalidad del Espíritu y de la curación fue Cristo Jesús. Su nacimiento, su vida, sus obras, su resurrección y ascensión, señalan a la toda presencia del Espíritu. La materia — sus discordias, pecados y limitaciones — fue eclipsada por su maravilloso sentido de la totalidad de Dios. Su vida muestra la importancia de sanar las discordias materiales espiritualmente. Éste es también nuestro desafío, hasta que en nuestra ascensión individual abandonemos finalmente la creencia en la materia. Mary Baker Eddy, nuestra Guía, dice de Jesús: “Él devolvió al cuerpo enfermo su acción normal, sus funciones y su organización, y en explicación de sus hechos dijo: ‘Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia’ ”. Y agrega la Sra. Eddy más adelante: “Ni el Antiguo ni el Nuevo Testamento dan razones para la destrucción del cuerpo humano, o ejemplos de ello, sino para su restauración a la vida y a la salud como la prueba científica de ‘Dios con nosotros’ ”.ibid., pág. 218;
Pese a cualquier lentitud en digerir las metafísicas cristianas, y a cualquier incertidumbre en demostrar esas metafísicas, cada uno de nosotros puede, al menos, hacer un comienzo. Los hechos permanecen. El Espíritu es omnipresente. La curación correlativa de esto es que la materia es infinitamente menos que el vapor más tenue. “Materia” es la palabra para el supuesto contrario del Espíritu. No es un sólido, un fluido, una atmósfera; pero su ficción puede reconocerse y descartarse sobre la base de la siempre presencia del Espíritu. ¿Los resultados? Curación, una vida más llena de amor y una floreciente convicción del ser espiritual.
El sentido absolutamente espiritual del ser es la más sólida de las bases para el tratamiento curativo. Necesitamos saber que el hombre siempre tiene su ser en el Espíritu. La materia ni incluye ni excluye al hombre. Y el hombre ni incluye ni excluye a la materia. El Espíritu proscribe a la materia. Nuestro tratamiento necesita estar apuntalado con la convicción de que la materia jamás emerge como átomos finitos para edificar un universo material. O como embriones para originar personalidades carnales. El Amor, el Espíritu, es la única causa.
Todo el ser pertenece al Espíritu. Sabiendo esto, tenemos la premisa correcta desde la cual probar que la materia jamás puede realmente tener ni aun pretensiones de realidad. A medida que vemos que Dios es realidad eterna, la materia nos amenaza menos con un tiempo pasado o con un tiempo futuro. ¿Especulación ociosa? No, la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) nos muestra cómo probar la formidable utilidad de todo esto.
Comprendemos que la satisfacción no se logra obteniendo sino siendo. Es decir, el contentamiento espiritual no es el resultado solamente de la curación física o del mejoramiento de condiciones humanas. Viene de ser conscientemente la idea de Dios y de vivir conscientemente como idea de Dios. La satisfacción no viene de agregar materia a la materia o de agregar materia a los mortales. Sería una tarea frustratoria agregar nada a la nada.
A medida que aprendemos que el Espíritu es el único poder, la materia es vista cada vez menos como un contrario con el cual haya que luchar y al cual haya que vencer. Es vista más como un pretensor que hay que poner al descubierto como tal. Un resultado natural e inevitable es la curación física. Esa curación, no obstante, no muestra meramente que la materia está siendo gobernada por la mente humana. Muestra que la Mente divina y su creación espiritual siempre existió en lugar del cuadro de la materia.
Dios es el único infinito, sin comienzo ni fin. La materia tiene comienzo y fin, y su comienzo y su fin coinciden. Estas verdades que están de acuerdo entre sí, no forman un argumento filosófico humano. Juntas, son hechos espirituales regeneradores. Todos podemos demostrarlos. Cuando encontramos una mala condición material con su no ser, vemos entonces su deshacer.
¿Qué decir si nos encaramos con la enfermedad? Podemos afirmar que sólo el Espíritu está presente y activo — que la materia no es un actor ni se actúa sobre ella. La materia no puede adquirir forma o perder forma. Toda dificultad humana concebible, todo dolor y temor, puede ser encarado y vencido por nuestro creciente sentido de la totalidad del Espíritu.
Una creencia en la materia es tan ficticia como la materia misma. Como la materia, la creencia en la materia es finita. Es una serpiente que ya se ha tragado su propia cola. La materia y la creencia en ella no son dos cosas diferentes, sino que son la ficción única, la nada única. No hace falta preguntar cuál vino primero o cuál tiene que irse primero. Ninguna de ellas ha desafiado jamás a la totalidad del Espíritu, y ninguna de ellas lo está haciendo efectivamente ahora.
No hay materia; pero hay Amor, Mente — hay Dios — en lugar de materia. La Sra. Eddy bellamente expresa la compleción del ser de esta manera: “La Menté infinita no conoce nada fuera de Él mismo o de Ella misma”.Escritos Misceláneos, pág. 367. Aquí está la esencia de la revelación de la Ciencia. Es el perno de su práctica sanadora. Es el himno del ser. Y puede tocarnos con bendiciones sin fin de aquí en adelante.
Que vuestra vida sea así tocada es nuestro profundo deseo de Navidad para todos.
