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Regalo para un niño

Del número de diciembre de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Yo nunca había visto a mi padre enfermo. Hacía varios días que no iba a la oficina y estaba en casa, y no mejoraba su salud. Cierto día, cuando volví de la escuela, estaba sentado en su sillón — y empecé a llorar porque se veía muy mal. Me pidió que trajera mis libros de la Escuela Dominical (refiriéndose a la Biblia, y a Ciencia y Salud por la Sra. Eddy), y luego leímos juntos todos mis pasajes favoritos. Me dijo que quería leerme uno de sus favoritos, de Job; y fue éste: “Aunque él me matare, en él esperaré”. Job 13:15; Papá me había enseñado que la crueldad y el perjuicio nunca son la voluntad de Dios; aunque parezcan serlo, podemos mantenernos firmes y comprobar Su bondad. Así que, después de esta lectura, me mandó a mi cuarto a hacer mi tarea de la escuela, y me fui — muy animada y llena de paz.

Un par de horas después, en la cena, mi padre estaba sentado a la cabecera de la mesa, y su apariencia era completamente normal. Al día siguiente volvió a la oficina. ¡Qué impresión causó esta curación en una niña de once años! Nunca he olvidado la importancia de permanecer firme.

Nuestra Guía, la Sra. Eddy, nos dice: “La Ciencia Cristiana es absoluta; no está ni detrás del punto de perfección ni avanzando hacia él; está en este punto, y desde ahí debe ser practicada”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 242; El hombre es la Dios, el autor de la perfección y el orden inmutables. El hombre es la expresión de esta perfección absoluta, tan inmutable en el bien como su Padre-Madre Dios.

Hay muchos ejemplos en la Biblia del poder sanador de la perseverancia. Moisés en el Mar Rojo; Daniel en la cueva de los leones; Sadrac, Mesac y Abed-nego en el horno ardiente — son unos pocos de ellos. Moisés sabía que Dios no lo abandonaría a él ni a los hijos de Israel, a pesar del alarmante cuadro material. La historia de Daniel indica que él jamás dudó, ni por un instante, de la habilidad y voluntad de Dios para protegerlo, a pesar de la expresión de hambre que tenían las caras de los leones. Los tres hebreos estaban tan convencidos del poder de Dios y de Su amor por ellos, que el fuego no los quemó. La omnipotencia de Dios era para ellos superior al calor del horno, y salieron hasta sin olor de fuego. ¿No fue su perseverancia, más bien que el hecho de haber salido de las llamas sin sufrir daño alguno, la parte más grandiosa de su demostración? Indudablemente fue su firmeza, su perseverancia, lo que les capacitó para salir. Su fe absoluta trajo la protección, no fue lo contrario. ¡El momento para mantenernos más firmes y perseverantes es cuando parecemos estar más sumergidos en el problema!

Tenemos el mismo Dios y el mismo poder — el poder del Cristo — disponible y activo hoy en día.

¿Qué mejor regalo podríamos dar a nuestros hijos que enseñarles cómo es que recurrimos a Dios en busca de curación y permanecemos firmes en la verdad de Su totalidad? Por cierto, que el ver que Dios sana completa y espontáneamente, y luego ver que tales curaciones tienen lugar en el hogar, ver que se reconoce y se confía en Dios como el único médico, fortalecerá y aumentará la fe absoluta en Él. ¿Existe un regalo mejor? No lo creo.

Recuerdo ese día de mi niñez con gran gratitud. Su lección todavía es eficaz en mi vida, y siempre lo será. He tenido ocasiones en las que yo también he podido decir con Job: “Aunque el me matare, en el esperaré”, y la curación ha venido. He encontrado, como Job, que Dios es bueno. Sólo el mal ha sido destruido.

No hay otro poder al cual recurrir más que al poder de Dios, ni hay otro camino. Pablo nos dice: “Habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia; ... Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno”. Efes. 6:13, 14, 16

Todos podemos aprender a estar firmes. ¡Tenemos que hacerlo!


Señor,
tú nos has sido refugio
de generación en generación.

Salmo 90:1

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