Hoy en el correo recibí de la atribulada Tierra Santa una tarjeta cubierta de flores estampadas, intactas en su exquisita forma y color originales. Pensé: ¡Cómo habrán brillado las vestimentas de Salomón con este color escarlata! Y el rosado de estos pétalos con visos morados ¡qué bien le hubieran sentado a las reinas de Saba! Pensé, además, en María, en su radiante retoño.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!