Hoy en el correo recibí
de la atribulada Tierra Santa
una tarjeta cubierta de flores estampadas,
intactas en su
exquisita forma
y color originales.
Pensé:
¡Cómo habrán brillado
las vestimentas de Salomón
con este color escarlata!
Y el rosado de estos pétalos
con visos morados
¡qué bien le hubieran sentado
a las reinas de Saba!
Pensé, además,
en María, en su radiante retoño.
Jesús, cuando crecía,
fue vestido por su Padre celestial
con el manto de justicia,
y fue ungido como el Cristo
con el óleo de gozo.
Las palabras que él habló han hecho
brotar flores en anhelantes corazones
a través del tiempo, en todas las naciones,
flores de sanidad
flores de amor
flores de paz
más radiantes aún
que los lirios del campo.
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