Cuán fácil es pasar por alto pequeños defectos y debilidades de carácter, desentenderse de las pequeñas negligencias en que incurrimos o de la poca atención que prestamos a las cosas de menor importancia. Estas naderías, si no se corrigen, oscurecen y perturban el pensamiento y eventualmente se manifiestan en falta de armonía corporal y en discordancia en nuestras relaciones con los demás. Ellas pueden describirse en el vívido lenguaje de la Biblia como “las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas”. Cant. 2:15;
No obstante, gracias a la Ciencia Cristiana, estos errores, aparentemente sin importancia, pueden corregirse mediante la comprensión de que Dios es la única Mente inteligente, o Principio, que gobierna todos los pensamientos y acciones del hombre. Esto lo comprueban a diario los estudiantes de la Ciencia Cristiana. Ellos están aprendiendo a despojarse de rasgos de carácter perjudiciales e irritantes. Defectos tales como la obstinación, sarcasmo, mal humor, impaciencia, irritabilidad, extrema sensibilidad — para nombrar sólo unos pocos — están cediendo a un concepto más elevado de lo que es el hombre como reflejo de la naturaleza amante y perfecta de la Mente divina.
Este concepto espiritual de que el hombre mora en el Amor infinito y expresa su naturaleza, se revela en la Ciencia Cristiana como la idea-Cristo que Jesús vino a enseñar y a demostrar, la cual imparte armonía. Pablo, fiel seguidor del Maestro, nos dice: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. 2 Cor. 5:17;
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