La Ciencia Cristiana me ha ayudado a encontrar la clase de trabajo que necesitaba. Cuando estudiaba en la universidad, a menudo buscaba trabajo a jornada parcial para ayudarme con mis gastos universitarios. Aprendí a recurrir primero a Dios para establecer el verdadero concepto de ocupación. Primero vi que mi verdadera ocupación era reconocerme como la imagen de Dios y expresar las cualidades divinas; y segundo, que en realidad todas mis necesidades ya estaban suplidas. Los hijos de Dios son por siempre completos, como Dios los creó. Nuestra verdadera necesidad es, entonces, obtener una mejor comprensión de lo que somos como reflejo de Dios. Nuestro derecho a reclamar nuestro dominio otorgado por Dios procede de la Biblia, la cual habla de la creación espiritual de Dios así: “Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Génesis 1:26).
La siguiente declaración de la Sra. Eddy me fue de gran ayuda: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (Ciencia y Salud, pág. 494). Es la necesidad humana la que es abastecida, y mi necesidad era comprender lo inviolable y pura que es mi identidad como idea de Dios, la Mente, o Principio.
Equipado con estos pensamientos, comencé mi último año de estudios posgraduados, sabiendo que mi verdadera identidad estaba protegida y que, como idea de Dios, yo estaba siempre empleado para expresarlo a Él. No obstante, parecía que el campo de actividad que había elegido no ofrecía oportunidades, especialmente para un graduado universitario sin experiencia, como sería yo. No obstante, pude rechazar este punto de vista negativo reconociéndolo por lo que era — una limitación falsa. Lo reemplacé con el hecho espiritual de que las actividades están siempre disponibles para expresar ideas espirituales y sustanciales, ideas que yo no dudaba podía ofrecer. Había solicitado ocupación en más de veinte firmas a través de los Estados Unidos que sabía tenían vacantes. Ninguna me aceptó, pero no por eso cedí en mi afirmación de la verdad.
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