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¿Qué es lo que sana?

Del número de diciembre de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Dios sana. Él es omnipotente. La Ciencia Cristiana es eficaz porque su método de curación se basa sobre este entendimiento. Toda curación científica la efectúa la Mente divina. Un practicista de la Ciencia Cristiana, un amigo, o nosotros mismos, podemos curar reflejando el poder de la Mente, pero el poder en sí se origina en la Mente y permanece en la Mente. En efecto, Dios es el único que actúa.

El reconocimiento que sólo Dios es poder y que Su poder es absoluto, nos libera del pensamiento paralizador que insinúa que nuestra comprensión no es suficiente o que somos demasiado nuevos en la Ciencia, o que el temor o el dolor es demasiado persistente. Nuestra capacidad para sanar se evidencia a medida que permitimos que el Amor divino nos rodee con su tierno afecto.

Cada persona puede reclamar su habilidad de expresar la percepción espiritual que le pertenece por ser idea de la Mente, y ejercerla. Puede cambiar toda su experiencia humana mediante la comprensión del verdadero origen y la verdadera sustancia de su pensamiento. Esta transformación, si bien puede manifestarse a la percepción humana como mejor salud, como relaciones armonizadas o como mejores condiciones económicas, es, en realidad, una revelación de la totalidad y afluencia espirituales del hombre.

Cuando vislumbramos que todo el bien ya está a nuestro alcance, solamente esperando que lo veamos, la lucha por liberarnos del problema cede a la alegría espontánea y espiritual que nos eleva por encima de la creencia en la discordancia. La curación se manifiesta cuando dejamos de procurar la curación de la condición física y nos dedicamos consagradamente a comprender que nuestra naturaleza actual actual es completa e impecable. Para lograr esto necesitamos aceptar el hecho de que la Mente divina única es nuestra consciencia, y descartar todos los pensamientos desemejantes a la Mente — desprendernos de pensamientos de ira, resentimiento, temor y sufrimiento. Así se despeja la atmósfera mental para que aparezca la perfección.

Lo humano se eleva a un punto de vista divino por medio de la Ciencia Cristiana. La Sra. Eddy escribe: “Esta Ciencia de Dios y el hombre es el Espíritu Santo, que revela y sostiene la armonía ininterrumpida y eterna tanto de Dios como del universo. Es el reino de los cielos, el reino de la armonía siempre presente, ya con nosotros. De ahí la necesidad de que la consciencia humana se torne divina, en la coincidencia de Dios y el hombre, en contraposición a la consciencia equivocada que admite la existencia tanto del bien como del mal, de Dios y del diablo, — del hombre separado de su Hacedor”.La Unidad del Bien, pág. 52;

La curación de la enfermedad por medio de la Ciencia no implica cambiar la materia. En verdad, la materia no existe porque el Espíritu es la única sustancia. La curación es mental y es el resultado de la reforma, o espiritualización, del pensamiento. La enfermedad nunca es real. Desde el comienzo hasta el fin es una sugestión de la mente mortal. Jamás tiene una causa — física o mental — porque sólo Dios es causa. No tiene sustancia mediante la cual expresarse a sí misma. Es fantasía mortal.

No es cerrar los ojos al mal el reconocer que la enfermedad, la inmoralidad o la muerte son irreales. En efecto, el contemplar la creación como una conglomeración de elementos conflictivos y amedrentadores constituye una actitud desemejante a Dios y, por consiguiente, quimérica.

Dios es bueno. Muchos creen esto resueltamente; y creen que Dios es el único creador. La lógica científica lleva a la conclusión de que la creación de Dios tiene que ser, por tanto, absolutamente buena. La lógica, avanzando un paso más, recalca la convicción de que el pecado, la enfermedad, la decadencia no sólo son irreales, sino también carentes de credibilidad. ¿Por qué, entonces, no resistir sus pretensiones?

Cristo Jesús las rechazó. Sus obras sanadoras recordaban constantemente a quienes le rodeaban la incredibilidad del mal. Probó de la manera más verosímil — mediante la curación metafísica de la enfermedad — la imposibilidad de que la materia sea sustancia verdadera. Reveló el Cristo, la idea sanadora de Dios, y recalcó que sólo Dios es el sanador cuando dijo: “El Padre que mora en mí, él hace las obras”. Juan 14:10;

El universo de Dios ya es perfecto y lo será eternamente, y éste es el único universo que existe. Dios sana porque Él lo es Todo, y Su totalidad excluye cualquier otra aparente realidad. Podemos comprobar esto como lo comprobó Jesús, confiados en que el Padre realiza el trabajo. La Sra. Eddy dice claramente: “Si Dios no sana a los enfermos, éstos no se sanan, pues no hay poder inferior que se iguale a la omnipotencia infinita; pero Dios, la Verdad, Vida y Amor, sí sana a los enfermos por medio de la oración del justo”.Ciencia y Salud, pág. 231.

¡Cuán libres nos sentimos al reconocer que no tenemos otra responsabilidad que la de cambiar y espiritualizar nuestro pensamiento, a fin de sanar! No es el conocimiento que tenga la mente humana de alguna verdad acerca del hombre lo que efectúa la curación. Es la Verdad divina misma, que conoce su propia omnipresencia, la que reemplaza los cuadros grotescos del sentido mortal de la mente, atascado en sus mismas complejidades ilusorias. Nuestro deber es ceder a la realidad científica de que, al igual que todos, somos expresiones individuales de la Mente omnipotente. Nuestro aporte al bienestar de la humanidad aumenta a medida que llegamos a estar más conscientes de la continua presencia del poder sanador de Dios e irradiamos sus bendiciones.

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