A lo que a un padre o madre puede parecerle que es firme sabiduría, a otros puede parecerles austera autoridad. Lo que a uno puede parecerle que es respeto liberal a los derechos individuales de un hijo, a algún otro puede parecerle una autoridad de rienda suelta. ¿Cómo puede saber con seguridad un padre o madre lo que es prudente o imprudente al criar una familia?
La oración nos proporciona a un Dios del todo sabio a quien consultar. El Amor divino es inteligencia infinita, la Mente universal que sabe lo que está haciendo y siempre está presente en todas partes cual manantial de sabiduría inagotable e infalible, que no se ve pero que es tangible.
Un concepto meramente personal de justicia, responsabilidad y sabiduría está limitado por los distintos aspectos de la personalidad de que se trate: herencia, educación y experiencia personales. No es un concepto en que se puede confiar. Cristo Jesús dijo: “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”. Juan 5:30; Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “El Cristo era el Espíritu a que Jesús se refería en sus propias declaraciones: ‘Yo soy el camino, y la verdad, y la vida’ y ‘Yo y el Padre somos uno.’ Este Cristo o esta divinidad del hombre Jesús era su naturaleza divina, la santidad que le animaba”.Ciencia y Salud, pág. 26;
El Cristo es la divinidad de toda individualidad. El Cristo nos revela nuestra relación con la presencia de Dios como Mente universal, inteligencia, Amor divino. Siendo esta cualidad del Cristo nuestra única naturaleza verdadera, es asequible a todos ahora mismo, por medio de la oración.
La Ciencia Cristiana nos capacita para comprender nuestra relación con la Mente divina y nuestro acceso a la sabiduría. Por tanto, el padre o madre que comprende esta Ciencia puede confiar en el poder de la presencia de Dios, puede seguir la dirección del Cristo.
¡Qué consuelo nos ofrece el Padre Nuestro, con su interpretación espiritual en Ciencia y Salud! En parte dice:
“Padre nuestro, que estás en los cielos:
Nuestro Padre-Madre Dios, del todo armonioso,
Sea hecha Tu voluntad, como en el cielo, así
también en la tierra.
Capacítanos para saber que — así en la tierra
como en el cielo — Dios es omnipotente, supremo”.ibid., págs. 16–17;
Como seguidores de Jesús, el padre o la madre puede reflejar la voluntad de la sabiduría divina y ser capaz de saber con precisión cómo proceder con sabiduría en sus tratos con sus hijos.
Una fe casual o frívola no es oración. La oración puede ser a veces un trabajo arduo. Necesitamos aprender a orar, saber a qué clase de Dios estamos consultando y cuáles son Sus reglas. Y, como en todas las cosas, tenemos que realmente hacer lo que sabemos hacer.
La oración ejercita nuestro conocimiento de las verdades espirituales de la Ciencia divina: que Dios, el bien, es Todo-en-todo; que el mal es literalmente una ilusión, que nace de la ignorancia acerca de lo que es Dios; que el hombre es el hijo de Dios — que todos nosotros, padres e hijos, somos el linaje del Espíritu en nuestro ser verdadero; que no somos corpóreos, sino identidades ilimitadas, eternas y espirituales que existen en la Mente divina y proceden de ella, que reflejan todos los atributos de la inteligencia y el amor infinitos.
La meta es aceptar estos hechos espirituales, orar hasta que la convicción tangible de que son verdaderos sea consumada en nuestros sentimientos. El resultado de esta oración es el gozo de expresar, en cierto grado, la sabiduría genuina y el perfecto y poderoso amor de Dios. En este estado de consciencia un padre o una madre no se pondrá inconscientemente en el lugar de Dios queriendo gobernar a sus hijos mediante la opinión y teoría personales. Ni tampoco un padre o madre lanzaré alegre y superficialmente un “Dios es Amor”, y, sin embargo, no cumplir con la misión paternal de representar al divino Padre-Madre en la crianza de sus hijos.
Los padres tienen el encargo, entre otras cosas, de proveer el hogar, el alimento, la vestimenta y la instrucción escolar apropiados. Pero los elementos más apropiados en la paternidad son sus normas de pensamiento. Nuestros pensamientos son la influencia más poderosa en toda relación humana. Los padres, pues, tienen que empezar por conducir sus propios pensamientos, proveeyéndolos y protegiéndolos con la Verdad y el Amor, y vivificando sus propios sentimientos — nutriéndolos, purificándolos y fortaleciéndolos con genuina sabiduría y Amor. La oración realmente activa purificará nuestra manera de amar, acabará con el resentimiento, la sensualidad y el temor. La oración científica activa la santidad.
Probablemente, uno de los regalos más grandes que los padres pueden dar a sus hijos es su comprensión y amor del uno para con el otro. Su mutuo amor y afecto por los hijos puede reflejar el perfecto amor de Dios. El padre o madre puede decir sonrientemente: “Haz como yo te digo; no hagas como yo lo hago”. En general, sin embargo, es probable que los hijos pequeños tiendan a pensar como nosotros pensamos y a sentir como nosotros sentimos. Y que a cualquier edad respetarán nuestro respeto al bien y nuestro rechazo al mal. Esto no quiere decir que necesariamente mantengan en el futuro las mismas opiniones políticas o sociales que nosotros tenemos. Pero a medida que pongamos al Principio ante todo — pongamos el Amor divino y universal primero — el niño se inclinará a imitar nuestra reverencia a lo que es justo.
Ya sea que estemos con nuestros hijos personalmente o no, podemos confiar, apoyándonos en la oración, que siempre estarán ante la presencia del Padre-Madre Mente. Dios es presencia infinita, que abraza por siempre a nuestros hijos. Podemos verlos como los hijos del Amor omnipresente, acompañados por el Cristo — la santidad dentro de ellos — y podemos, por consiguiente, poner en práctica la fe en la influencia divina y su capacidad para dirigirlos y gobernarlos.
Las oraciones influyen poderosamente a los padres y a los hijos. Si un padre o madre realmente comprende su propia relación y la de sus hijos con Dios — la afectuosa provisión y protección de la Mente divina — ese padre o madre no está atormentado ni con un sentido personal de excesiva responsabilidad ni con un sentido personal de irresponsabilidad. El Salmo noventa y uno dice en parte: “Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra”. Salmo 91:9–12.
La energía del amor de Dios nos llega. Podemos dar gracias a Dios por cuidar de nosotros todos — por amar paternal y maternalmente a padres, madres e hijos. Todos somos Sus pequeños.
¿Cómo puede saber un padre o una madre lo que debe hacer? ¡Confiando en Dios! Podemos saberlo por medio de Su Cristo y de los ángeles de Su presencia, porque nuestro Padre-Madre Dios nos ama a nosotros y a nuestros hijos —¡y a todos!
