Cuando leemos sobre batallas y amenazas de guerra, hambre, pobreza y crisis de energía, es conveniente recordar un hecho espiritual sencillo y básico: que, en realidad, todos tenemos un mismo creador — Dios.
Parece como si fuéramos una raza de mortales discordantes, que compiten desesperadamente por conseguir escasos recursos materiales. Pero el hecho espiritual es que todos somos hijos de un Dios infinito y que cada uno de nosotros es el reflejo espiritual de la superabundante bondad de Dios.
Podemos demostrar este hecho espiritual en la medida en que lo comprendemos a través de la oración — y lo vivimos. Al hacerlo, estamos ayudando a que se manifieste en mayor medida el bien en nuestra vida y en la de nuestros semejantes.
¡Qué oportunidad tan magnífica! Según veamos y demostremos que en realidad todos tenemos un origen, una Mente, un Ego, contribuiremos a despertar a la humanidad de la pesadilla de la guerra y de la escasez a la realidad divina de paz y hermandad bajo el gobierno de Dios. Isaías profetizó: “Volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”. Isa. 2:4;
¿Acaso no es posible que los historiadores, al analizar en retrospección esta época, vean un cambio claro, perceptible y gradual de una política de enfrentamientos militares a una de cooperación económicocomercial como lo primordial entre los gobiernos más importantes del mundo? Esto no quiere decir que las guerras y las amenazas de guerra hayan sido erradicadas de los asuntos mundiales. Los elementos del pensamiento mortal — temor, lujuria, codicia, egoísmo, instinto animal de conquistar y matar — se deben encarar sin temor y debe probarse su irrealidad mediante la comprensión de que Dios, el bien inagotable, es todo poder. Y aunque la amenaza de una guerra nuclear pueda haber disminuido las formas más agresivas de los enfrentamientos bélicos entre las naciones, todavía deben enfrentarse los elementos hostiles de la mente mortal, elementos que están tomando formas sutiles y a veces más insidiosas.
No obstante, los asuntos económicos están reemplazando cada vez más los enfrentamientos militares como preocupación primordial de los gobiernos. Nos basta analizar los actuales asuntos internacionales para darnos cuenta de la magnitud y el ímpetu de este cambio: cómo conservar gas y petróleo, descubrir nuevas fuentes de energía, controlar la inflación, estimular el sólido crecimiento económico, crear nuevos empleos, elevar el nivel y la calidad de la vida, poner fin al hambre, fortalecer el sistema monetario internacional, subsanar las diferencias entre las naciones industrializadas y los países en plan de desarrollo, y así sucesivamente.
Es muy importante comprender que Dios, el Amor infinito, es la fuente de todo verdadero progreso económico. La economía del Amor es la realidad absoluta y única — el Amor enriquece al hombre, el Amor da eternamente al hombre todo lo que éste necesita. A medida que percibimos esta realidad divina y obedecemos el nuevo mandamiento de Cristo Jesús: “Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”, Juan 13:34; la situación humana se ajustará a la economía divina. Veremos al Amor respondiendo a las necesidades de la humanidad. La Sra. Eddy escribe: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana. No está bien imaginarse que Jesús demostró el poder divino de curar sólo para un número selecto o por un período limitado de tiempo, puesto que a la humanidad entera y a toda hora el Amor divino suministra todo el bien”.Ciencia y Salud, pág. 494;
“Que os améis unos a otros” es la esencia de la Regla de Oro para el comercio y la industria de todo el mundo. Es el ideal de servir desinteresadamente, del cumplimiento del propio destino mediante la dedicación para responder a las necesidades del prójimo. “Los ricos en espíritu”, dice la Sra. Eddy, “ayudan a los pobres en una gran hermandad, teniendo todos el mismo Principio, o Padre; y bendito es el hombre que ve la necesidad de su hermano y la satisface, buscando el bien propio en el ajeno”.ibid., pág. 518;
Los negocios internacionales son un laboratorio en el cual se puede practicar el cristianismo, en el que se pueden expresar las cualidades provenientes de Dios tales como energía, creatividad, amor, comprensión, inteligencia, disciplina y dirección. Condenar los negocios por las prácticas egoístas y corruptas de algunos comerciantes es como condenar al cristianismo por los actos de la Inquisición española y por las persecuciones contra aquellas personas acusadas de brujas en Salem, Massachusetts, o condenar la institución de la familia por la crueldad e infidelidad de algunos esposos y esposas. Considerados correctamente, los verdaderos negocios son los negocios de Dios, el reflejo de Su naturaleza.
Cristo Jesús nos dio la clave de los verdaderos negocios y del progreso económico — el espíritu de servir desinteresadamente, que dirige nuestras energías fuera de la ambición material hacia una vida de progreso y grandes logros dirigida espiritualmente. Él dijo: “El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. Mateo 20:26–28;
El edificar sobre ambiciones materialistas no es un buen negocio ni para los individuos ni para las naciones. La torre de Babel hace mucho que se derrumbó; el espíritu del Cristo todavía está palpitando como el poder espiritual que sostiene con autoridad el debido progreso económico y el orden.
A través de la Ciencia Cristiana tenemos la oportunidad perpetua de contribuir al progreso económico de la sociedad. El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, abunda en directivas. Indica cómo cada uno de nosotros, al igual que Isaías, puede penetrar con visión espiritual la oscuridad de las creencias materiales y encontrar los hechos esprituales acerca de Dios, del hombre y de la economía. Tenemos que penetrar las apariencias ilusorias para ver lo que realmente está sucediendo y ayudar a traer a luz esa realidad en el campo internacional.
En realidad no vemos a mortales odiando a mortales, sino a Dios manteniendo la hermandad de todas Sus ideas; no vemos a las naciones compitiendo desesperadamente por conseguir energía y otros recursos escasos, sino a un Dios, el bien infinito, siempre satisfaciendo todas las necesidades del hombre; no vemos prejuicios raciales originados por conflictos históricos, sino a todas las identidades con una historia espiritual de bien, nacidas del mismo Padre-Madre Dios y expresando Su amor; no vemos una economía en peligro, sino una economía divina y perfecta gobernada por la única Mente.
Cada uno de nosotros, sabiendo la verdad acerca de Dios y del hombre, puede destruir en su consciencia los errores que pretenden atraer la atención personal y la del mundo. No tenemos que esperar. Podemos saber y demostrar que la Mente que gobierna la economía divina está gobernando aquí y ahora, hasta en lo que denominamos economía humana. Cristo Jesús dijo a sus discípulos: “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”. Juan 4:35.
¿Cómo iniciamos nuestro trabajo? Comprendiendo la perfección de Dios y del hombre. No hay un comienzo mejor ni más eficaz.