Cuando leemos sobre batallas y amenazas de guerra, hambre, pobreza y crisis de energía, es conveniente recordar un hecho espiritual sencillo y básico: que, en realidad, todos tenemos un mismo creador — Dios. Parece como si fuéramos una raza de mortales discordantes, que compiten desesperadamente por conseguir escasos recursos materiales.
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