Por lo general, nos sentimos inclinados a personalizar nuestras facultades, nuestra capacidad o nuestra aparente incapacidad. Hablamos de “mi vista”, “mi oído”, “mi capacidad” para hacer esto o aquello. Muy a menudo, tales expresiones se usan de un modo negativo. Oímos decir: “No oigo muy bien”, “la memoria me está fallando” o, tal vez, “mi vista ya no es tan buena”.
Si aceptamos la premisa de que la facultad de la vista, el oído, la memoria o cualquier otra, son nuestra posesión personal y que están establecidas en la materia y sujetas a las limitaciones de la materia, mentalmente abrimos la puerta a la conclusión de que tales facultades pueden deteriorarse o perderse. Pero si en vez nos damos cuenta de que somos la expresión individualizada de Dios, vemos que cada una de dichas facultades es la expresión individualizada de un atributo divino, atributo que no puede perderse, así como Dios no podría extinguirse.
La Sra. Eddy escribe: “El hombre brilla con luz prestada”.Retrospección e Introspección, pág. 57; En la Ciencia Cristiana entendemos que el hombre es el reflejo de Dios. El hombre jamás es el creador; jamás es la fuente de un pensamiento, cualidad o habilidad. Todo lo que posee le ha sido conferido por Dios, y, por lo tanto, es perfecto y permanente. Así como “brilla con luz prestada” también ve, por ejemplo, con vista prestada.
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