¿Hay alguna forma por la cual la humanidad puede realmente liberarse de la tiranía?
Esta pregunta ha sido formulada durante siglos. La tiranía asume muchas formas — desde un familiar dominante hasta la política. Cadenas de hábito, costumbres, impedimentos físicos, desequilibrio emocional, todo esto puede ser tiránico.
La Ciencia Cristiana desafía todo esto. Dios es la Mente creativa infinita y, por consiguiente, la naturaleza del hombre es espiritual y semejante a Dios. Partiendo de esta premisa, esta Ciencia considera que el tal llamado hombre mortal — y todo lo que lo esclaviza — es una representación falsa del hombre real. La Ciencia Cristiana confirma, en efecto, la promesa de Cristo Jesús, que está basada en el estado del hombre como hijo de Dios: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. Juan 8:36;
Jesús mostró por sus obras así como por sus palabras lo que significa la filiación verdadera. Enseñó que Dios, el Espíritu, es el Padre de todos. Él probó que Dios es la Mente suprema del hombre y de toda la creación — Mente que da la salud e imparte pureza. Probó que el hombre que Dios creó expresa los atributos divinos y que, por lo tanto, no conoce ninguna restricción ni nada que lo restrinja.
Estudiando y practicando la Ciencia Cristiana aprendemos que la filiación a la que se refería Jesús es nuestra naturaleza verdadera, y que al seguir las enseñanzas del Maestro podemos manifestar esta filiación progresivamente. El seguirlo de esta manera incluye descartar, paso a paso, la creencia en todo lo que pudiera esclavizarnos. Nos rehusamos a creer que el hombre es mortal. Rechazamos, por no ser espiritualmente real, todo lo que implica la mortalidad. En su lugar, reconocemos la filiación espiritual del hombre como expresión de la infinitud, bondad, omnisciencia, omnipotencia y omnipresencia de Dios.
Cualquier tendencia despótica o forma de esclavitud jamás es la condición material que pretende ser. Es un concepto equivocado, un aspecto de lo que la Ciencia Cristiana denomina mente mortal. Con el término mente mortal nos referimos al opuesto hipotético de la supremacía absoluta de Dios como Mente. En realidad usted y yo no tenemos mentalidades personales que puedan ser la causa o la víctima de malos pensamientos. Existe, sin embargo, la apariencia de que éste pueda ser el caso. Puesto que Dios es Mente, nuestra consciencia verdadera debe ser el reflejo de Dios.
Es fundamental, entonces, que aceptemos a Dios como la única Mente verdadera del hombre y del universo. Las ideas espirituales y las innumerables verdades divinas acerca del ser constituyen la presencia de Dios con nosotros. Debido a que ellas se originan en la Mente, manifiestan el poder de la Mente. La tal llamada mente mortal es una falsificación de las verdades espirituales, pero el reconocimiento de estas verdades, disipa los conceptos equivocados. El resultado de este reconocimiento se manifiesta en curación, regeneración y liberación.
Una actitud teórica sobre esto no nos beneficia. Hallamos que tenemos que declarar estas verdades, obedecerlas y vivir lo que ellas significan. La Ciencia Cristiana nos muestra que el no asumir una actitud firme respecto a esto tiende a impedir que se exponga a la mente mortal por lo que es, un déspota. También es necesario que vigilemos el hábito, cultivado con demasiada facilidad, de tratar de decirle a los demás lo que tienen que hacer. Creemos que sabemos más que ellos. Creemos que las circunstancias justifican nuestra intervención; en ocasiones sí, pero la Ciencia Cristiana nos insta a tener fe en el poder de Dios para disponer de los acontecimientos con sabiduría. Para probar que Dios es Mente es preciso que entendamos que la Mente lo gobierna todo, y este entendimiento nos hace moderados, nos habilita para ayudar donde se necesita ayuda, para ser humildes y no inmiscuirnos cuando otros necesitan tener sus propias experiencias.
Al considerar los asuntos públicos vemos que la pretensión tiránica de la mente mortal a menudo es ayudada por la indiferencia. A menudo nos inclinamos a darle la espalda, absorbidos por nuestros propios intereses. O tememos poder contribuir muy poco a la libertad humana. La Ciencia Cristiana nos muestra que la necesidad de la sociedad, así como la de los individuos, es la de reconocer la totalidad de la Mente divina. Nuestra firme lealtad a este reconocimiento puede abrir caminos por los cuales podemos ser de influencia humanamente pero nuestra oportunidad importante es crecer en el reconocimiento de que la libertad es la herencia divina siempre presente del hombre.
Nunca debemos temer que el asumir una actitud firme a favor de la verdad de la totalidad de Dios como la única Mente sea insuficiente para responder a la necesidad humana. Las condiciones humanas son conceptos mentales. Su validez depende de la medida en que se aproximen a la realidad espiritual. Los conceptos humanamente mentales, aun conceptos tan deseables como la libertad, no son en sí mismos absolutos. Como aproximaciones, pueden ser clarificados, mejorados, transformados. Por eso, todo discernimiento honesto y devoto de la realidad espiritual que ellos insinúan está destinado a bendecir a la humanidad.
“La divinidad del Cristo se manifestó en la humanidad de Jesús”,Ciencia y Salud, pág. 25; nos dice la Sra. Eddy. El Cristo, que animó, guió y sostuvo toda la carrera de Cristo Jesús, es la idea de filiación que tiene la Mente divina y cada uno de nosotros puede demostrar esta idea. Jesús no estableció ningún límite a la posibilidad de que lo divino puede vivirse en lo humano. Nos mostró que en la proporción en que aceptamos la identidad del hombre como expresión de Dios Mismo, nuestros conceptos humanos se vuelven cada vez menos limitados por el pensamiento material estereotipado. Partiendo de la premisa de la totalidad de Dios, nos volvemos más dispuestos a orar como Jesús: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Lucas 22:42;
La teología tradicional generalmente ha rehusado aceptar la coincidencia de lo humano con lo divino. Ha perpetuado la tiranía del temor y la falsedad que la humanidad crédulamente acepta. Es de suma importancia, por consiguiente, el hecho de que la Ciencia Cristiana nos capacita para reconocer esta coincidencia. La Ciencia nos muestra que la mente mortal es tan sólo una imposición colectiva, una falsificación que limita. El individuo, al identificarse espiritualmente, puede rehusarse a creer que él u otra persona puedan ser agentes o víctimas de cualquier forma de tiranía. Puede afirmar que la salud es el estado que Dios le ha dado al hombre, independientemente del testimonio de los sentidos. Puede dar testimonio del ser verdadero y encontrar y apoyar la libertad que no tiene nada que ver con limitaciones personales, sociales, políticas y económicas. Por cierto, puede sentir una libertad que va más allá de toda definición humana.
De la magnitud que la vida de Cristo Jesús trajo y todavía trae a la perspectiva humana, aprendemos qué puede hacer por la humanidad lo que un hombre demuestre de la libertad que otorga Dios. Desde entonces la tiranía ha tenido un asidero más débil, ya sea que se presente como frustración personal, despotismo aceptado sin protestar o injusticia social. En nuestra época, gracias a conceptos más progresistas, la legitimidad de la enfermedad, la pobreza y la injusticia se está cuestionando activamente. En gratitud por la presencia del Cristo, ¿podemos hacer menos que abandonar, paso a paso, todo sentido de la vida que domine o esclavice y que reclame nuestra atención?
Podemos probar, de acuerdo con nuestras oportunidades, que Dios es el Principio de la libertad. Entonces apreciamos cada vez más el significado de las palabras de la Sra. Eddy en el Prefacio de Ciencia y Salud donde ella habla de la curación en el sentido liberador en que Jesús la practicó: “Ahora, como entonces, estas obras poderosas no son sobrenaturales, sino supremamente naturales. Son la señal del Emmanuel, o ‘Dios con nosotros’, — una influencia divina siempre presente en la consciencia humana, y que se repite, viniendo ahora como se prometió antaño:
Para proclamar libertad a los cautivos [de los sentidos],
y a los ciegos recobro de la vista;
para poner en libertad a los oprimidos”.Ciencia y Salud, pág. xi.