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Comencé a leer Ciencia y Salud por la Sra. Eddy más que nada para...

Del número de enero de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Comencé a leer Ciencia y Salud por la Sra. Eddy más que nada para complacer a mi madre, y me dieron un Christian Science Sentinel que parecía que me estuviese hablando a mí directamente. Leí y releí el Sentinel durante varios días y luego volví a Ciencia y Salud con anhelante expectación. Hallé que este libro respondía a las muchas preguntas que me hacía a mí misma acerca de Dios y de mi relación con Él. Dios se me reveló como Padre-Madre, como un poder y una presencia en la que podía confiar totalmente. A medida que leía Ciencia y Salud percibí que lo único que necesitaba en este mundo era el amor de Dios y mi confianza en Él. A pesar de que en ese entonces yo no pensaba en la curación física, mi deseo de confiar en Dios solamente, me guió a dejar de lado toda ayuda material que utilizaba para un desorden físico crónico. Durante mi embarazo esta condición había empeorado. Había estado aceptando el dictamen médico, pero mediante mi estudio de Ciencia y Salud me liberé totalmente del problema y nunca más reapareció. De esto hace ya más de veinticinco años.

En aquella época vivíamos en un campamento petrolero y participábamos activamente en los eventos sociales y deportivos que allí tenían lugar. Tuve que enfrentarme al hecho de que estaba aprendiendo como estudiante de Ciencia Cristiana no estaba de acuerdo con la creencia de que las bebidas alcohólicas son necesarias para pasarlo bien — como si fuesen algo así como un lubricante social. Luego de un profundo estudio, llegué a la conclusión de que, puesto que las creencias que yacen en la raíz del uso de bebidas alcohólicas eran responsables de tantas tragedias humanas, yo no podía de ninguna manera someterme a ellas. Percibí que lo que las bebidas alcohólicas simbolizan no tenía lugar en la creación de Dios, en la cual todo lo que Él creó es bueno. Luego descubrí que no deseaba ya tener nada más que ver con ellas. No me sentí privada de nada. Continué utilizando vino como ingrediente de cocina hasta que algunos años más tarde me di cuenta de que no podía de ninguna manera apoyar a esa industria. A pesar de que vivíamos en una comunidad con la que estábamos muy relacionados socialmente, mi decisión de abstenerme de bebidas alcohólicas nunca suscitó ningún comentario como no fuera de respecto.

Cuando conocí la Ciencia Cristiana, teníamos cuatro hijos y el quinto por llegar. La responsabilidad de criar cinco niños la sentía pesar mucho sobre mis hombros y a menudo me preguntaba cómo haríamos mi marido y yo para encauzarlos hacia una vida responsable y útil. ¡Parecía una tarea tan difícil! La Ciencia Cristiana fue la respuesta clara y obvia. Recuerdo haberle dicho a mi marido: “Aunque no les diésemos nada más que la Ciencia Cristiana, les habremos dado todo”. Él estuvo de acuerdo en que los matriculáramos en la Escuela Dominical y nos llevó hasta la iglesia, que quedaba a una hora de viaje en automóvil de donde vivíamos. Su buena disposición para llevarnos me convenció de que no tiene por qué haber oposición al bien.

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