¿Qué concepto tiene usted de sí mismo? La respuesta a esta pregunta determina el método que usted emplea para sanar cualquier dificultad física que pueda enfrentar. Si es usted un Científico Cristiano o se interesa en esta religión, entonces, por lo menos, usted ha comenzado a conceptuarse como creación de Dios y a resistir la tentación de conceptuarse como mortal. Usted está descubriendo su inocencia como idea de Dios. Esta inocencia, cuando es vivida, sana la discordia física.
¿Le resulta difícil pensar que usted es una idea espiritual, y tal vez aún más difícil pensar de esta manera acerca de los demás? El cuerpo que usted levanta de la cama por la mañana, que viste, alimenta y lleva a trabajar, no se asemeja a una idea espiritual.
La esencia de toda buena actividad es mental — es la expresión de un propósito correcto, inteligencia, orden y amor. Éstas son cualidades derivadas de Dios. Como individuo, usted expresa estas cualidades de su creador de manera única. Al dar crédito a Dios por ellas y al amarlas, se dará cuenta de que los pensamientos y tendencias desemejantes a Dios comienzan a derrumbarse. Conociéndose como idea de Dios y eliminando como irreales estos elementos de maldad y los desórdenes corporales que acarrean, es el método sanador de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). Es la manera apropiada de eliminar toda aflicción física.
Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, estipula este método en pocas palabras: “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esta verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 463;
¡Pero cómo resiste el pensamiento materialista este método y argumenta en favor de la medicina y la cirugía! Los mortales ven a otros mortales hacer uso de la materia para curar materia con la esperanza de obtener buenos resultados. San Pablo verdaderamente supo evaluar la mentalidad mortal cuando escribió: “El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”. 1 Cor. 2:14;
La manera científicamente cristiana de tratar al error no es locura. Requiere, ante todo, tener un concepto completamente espiritual acerca de Dios y del hombre, y luego, ver claramente la irrealidad de la condición que nos aflige.
Quien trata de conocer a Dios, se da cuenta de que su concepto acerca de Él progresa, porque Dios se revela a Sí mismo al corazón receptivo; la Mente se revela a sí misma a lo que en realidad es su propia idea. Mente es uno de los siete sinónimos de Dios que se usan en la Ciencia Cristiana, los cuales se mencionan o se infieren en la Biblia.
El reconocer que Dios es la única Mente y que una mente mortal enfermiza y mezquina encerrada en el cerebro no es Mente; que la vida de cada uno está a salvo en la Vida única, Dios; que únicamente lo que la Verdad conoce es verdad; que el Amor es eterno porque Dios es eterno; que la felicidad y belleza de la existencia están preservadas siempre en el Alma; que el Espíritu es sustancia, incorruptible y presente ahora mismo; que el Principio es el único legislador y nunca manda aflicción — es comprender que Dios es “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Salmo 46:1;
Un concepto espiritual del individuo es tan necesario para la curación, como lo es un verdadero concepto de Dios. Así como Dios en todo Su esplendor, poder y disponibilidad está y siempre ha estado presente, así el hombre perfecto como idea, o reflejo, de Dios, está y siempre ha estado presente. La Verdad no cambia al hombre, como tampoco cambia a Dios; la Verdad nos revela al hombre — como idea, perfecto como Dios lo creó.
Donde parece estar un mortal, está, en realidad, la formación infinita del Espíritu, el hombre espiritual. El método de curación de la Ciencia Cristiana prueba que un mortal enfermo no es el hombre, sino una ilusión; que donde parece estar un mortal enfermo está el hombre incorpóreo creado por Dios, hombre que siempre ha sido perfecto y completo.
El obtener el concepto verdadero del hombre y ver que es espiritual y perfecto nos conduce a reconocer la naturaleza ilusoria de toda aflicción y a eliminarla. Toda aflicción procede de una convicción inculcada de que la materia es real. Pero la materia es un fenómeno mortalmente mental; de hecho no es una cosa sino un pensamiento, un concepto equivocado de la mente mortal. Esta mente carnal, la cual Pablo dice que es enemistad contra Dios, trataría de que el individuo acepte la materia y sus condiciones como suyas, permitiendo así que se introduzcan en él las mentiras de enfermedad o incapacidad.
La verdad acerca de las aflicciones físicas es que no son reales. Al reconocer su irrealidad se destruye el temor a ellas. Sabiendo que la discordancia, de hecho, no está ocurriendo, que ninguna persona realmente ha sido engañada para creerla y temerla, ayuda a sanar la dificultad borrándola de la consciencia, el único lugar en que pareció haber estado.
Para el más grande de todos los sanadores, el concepto de Padre e hijo era muy valioso. Cristo Jesús habló íntimamente con su Padre y de su Padre. Lo llamó nuestro Padre, indicando que todo individuo está incluido en la idea espiritual de filiación, o Cristo. Es mediante la semejanza al Cristo inherente a nuestro ser, o sea, nuestra filiación con Dios, que podemos liberarnos de los males físicos, pues no son parte de nuestro ser verdadero. El estar conscientes de la paternidad de Dios y de nuestra filiación perfecta con Él, nos sostiene, alienta y consuela hasta que obtenemos nuestra liberación.
Como hijo de Dios, el hombre hereda la perfecta sustancia espiritual y una naturaleza armoniosa. El hombre “no tiene ni un solo elemento de error”. Como hijo de Dios, el hombre existe en la Mente que es Amor, por tanto, él es puro, bondadoso y sin mácula. Su filiación con Dios lo sitúa bajo las benignas leyes de su Hacedor. En el reino de Dios no tienen lugar los elementos rebeldes e ilegales del pensamiento.
Poniendo en práctica nuestra filiación con Dios, la Mente, abandonamos los pensamientos materiales e incorporamos los pensamientos que la Mente divina conoce. Cuanto más persistentemente refleje la consciencia humana lo divino y mantenga los pensamientos de la Mente, más se liberará de las anormalidades físicas inherentes al pensamiento mortal — de todas sus enfermedades y sufrimientos. La resistencia a reflejar los pensamientos de la Mente se debe a que la llamada mente carnal quisiera engañarnos y tendernos una trampa para perpetuarse.
Se necesita el valor moral impulsado por el Cristo para aferrarse a la verdad del ser, y así eliminar gradualmente de la consciencia los pensamientos sórdidos, egoístas, temerosos, voluntariosos e ignorantes que producen la enfermedad. La Sra. Eddy dice: “Se necesita valor para declarar la verdad; porque mientras más levante su voz la Verdad, más alto gritará el error, hasta que su sonido inarticulado sea acallado para siempre en el olvido”.Ciencia y Salud, pág. 97. Manteniendo persistentemente nuestra inocencia como una idea de Dios, se produce la curación.
Una persona a quien conozco pudo probarlo. Tenía una verruga en la cara y sentía la tentación de creer que era necesario extirparla mediante la cirugía. Un día leyó la cita antes mencionada: “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error.. .” En la segunda parte de esta cita la palabra “debidamente” llamó poderosamente su atención “.. . y esta verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo”.
Ella comprendió que si se conceptuaba correctamente como idea espiritual de Dios, esta anormalidad nociva se eliminaría en la debida forma. Después se dio cuenta de que si se consideraba a sí misma como un mortal, podría considerar que la cirugía era lo apropiado. Por tanto, lo que considerara como el camino apropiado, dependía de cómo se consideraba a sí misma. Tenía que elegir. ¿Cuál camino tomaría? Decidió aferrarse a la Verdad divina, Dios.
Cada vez que sentía la tentación de pensar de sí misma como un mortal angustiado, con toda firmeza borraba ese cuadro agresivo y contemplaba la verdad de sí misma como idea de Dios, sin mancha. Afirmaba la verdad acerca de Dios y del hombre, su verdadero ser, y reconocía la total falsedad de esa condición.
A medida que hacía su trabajo metafísico de esa manera, le vino al pensamiento algo que pretendía perjudicar la inocencia y pureza de su verdadero ser como idea espiritual. Se sintió molesta por la diferencia de opiniones que había tenido con una de sus colegas. El incidente la había dejado triste, especialmente porque pensó que su amiga no la respectaba. Su orgullo había sido herido. Pero ahora veía la necesidad de amar a su amiga y amarse a sí misma. Vislumbró algo de su pureza a la semejanza del Cristo como idea de Dios, y eso la hizo comprender cómo el orgullo de su propia opinión era ajeno a su ser verdadero.
Finalmente ocurrió un incidente que la hizo sentirse más amada. La ayudó a restablecer el concepto correcto y estimación de sí misma como verdadera hija de Dios. Esa noche la verruga se le cayó, y al día siguiente ni siquiera podía decir dónde la había tenido. Se regocijó porque la anormalidad había sido eliminada debidamente.
Esta persona probó que cuando estamos conscientes de que en realidad somos ideas espirituales de Dios, sin “un solo elemento de error”, la curación es inevitable.
