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El Espíritu y nuestros hijos

Del número de enero de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


No hay nada misterioso acerca del Espíritu. El Espíritu es Dios, el Amor divino, que crea y cuida del hombre y del universo. El Espíritu es también la Mente infinita, la inteligencia única y suprema. La Mente, el Amor y el Espíritu son uno, el Padre, la Madre y el Principio de todo el ser.

Cada niño, en verdad cada uno de nosotros, tiene una relación especial con el Espíritu. Todos, en nuestra verdadera individualidad, somos hijos del Espíritu, y el Espíritu mantiene nuestra compleción y perfecta salud. Cada uno de nosotros expresa la sustancia, actividad y naturaleza del Espíritu — sustancia sin materia, actividad sin limitación, naturaleza sin mancha.

El Espíritu no cambia. Por consiguiente, su idea, el hombre, permanece perfecto eternamente. Todas las cualidades del Espíritu, o Alma, están intactas. La alegría, la salud, la inteligencia, la belleza no cambian. Todas ellas son inherentes al Amor, y el Amor eternamente hace que el hombre las exprese.

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