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Hace aproximadamente diecisiete años, mientras me desempeñaba...

Del número de enero de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace aproximadamente diecisiete años, mientras me desempeñaba como cantante en un papel sumamente exigente en una comedia musical que se representaba en un teatro al aire libre, me acometieron fuertes ataques de asma. Cuando terminé con ese compromiso, y a pesar de que había sanado de los ataques de asma mediante el tratamiento en la Ciencia Cristiana, sentía como si se me hubiera desgarrado algo en la garganta. Cada vez que trataba de cantar tenía un ataque de tos, seguido de una extraña sensación en la garganta. Esta situación continuó por varios años. Yo oraba en forma esporádica buscando la curación, pero en realidad nunca enfrenté la situación orando en forma persistente.

Hace unos años, al regresar de una reunión de mi Asociación de Alumnos de la Ciencia Cristiana que estuvo especialmente inspiradora, me pidieron que cantara en un club muy conocido. Me di cuenta de que ésa era una oportunidad para cantar alabanzas a un Dios glorioso que ha bendecido toda mi vida con el bien. Dejé a un lado toda timidez, los temores egotistas, las creencias sobre edad y falta de vigor. Mi único objetivo era glorificar a Dios a través de mi canto, lo cual era un talento que Dios me había dado. Como el Salmista, yo quería sinceramente cantar alegre a Jehová (ver Salmo 98:4). Traté de brindarme con gratitud a la audiencia en vez de buscar el aplauso o la recompensa

Reconocí mi perfección como una idea de Dios y supe que la oportunidad de cantar nuevamente en público era el resultado de la espiritualización del pensamiento que había ocurrido mediante el estudio de la magnífica declaración que hace la Sra. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 494): “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”. Ciertamente nuestra necesidad humana es saber más acerca de Dios.

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