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¿Qué significa para usted un milagro?

Del número de enero de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Cree usted en milagros? ¿Cree que Jesús resucitó de la tumba después de la crucifixión? ¿Cree que caminó sobre las aguas? ¿Que curaba instantánea y radicalmente como la Biblia nos lo dice? Todas éstas son preguntas comunes que ocupan la atención humana. Desde el comienzo de la era cristiana, lo que denominamos milagros ha ocupado el pensamiento de los teólogos. Y aquí y ahora estos llamados milagros continúan confrontándonos con interrogantes sobre la fe y la comprensión. ¿Podemos hacer las obras que Jesús hizo y seguir su ejemplo, como él ordenó?

Las personas de mente materialista se han mofado de estas demostraciones del poder espiritual registradas en las Escrituras. Así como en la época de Jesús hubo mofadores, también los hay en la época actual. La pregunta es: ¿Qué es esencial para comprender estos llamados milagros y seguir el ejemplo del Maestro en la curación, por lo menos en cierto grado? El requisito básico es espiritualizar el pensamiento. Tenemos que estar dispuestos a establecer nuestro sentido de la existencia sobre una estructura de conceptos enteramente diferente; basarlo en la sustancia y realidad del Espíritu, en lugar de en la creencia de la realidad de la materia y de la evidencia del sentido material. Al hacerlo, las obras de Jesús se ven como naturales e inevitables. Son el resultado de la comprensión de la naturaleza de Dios como Espíritu infinito y la del hombre creado a Su imagen. Comenzamos a percibir que hay una base científica en las obras de Jesús y que una ley comprensible fundamentaba su habilidad.

Pero es menester estar dispuestos a desafiar la supuesta realidad de la materia y ver más allá de la evidencia de los sentidos materiales. Esto no es tan difícil como puede parecer. Sabemos de muchos casos en que la realidad es bastante diferente a las apariencias. En la Ciencia Cristiana dejamos que la evidencia del Espíritu nos sea más real que el testimonio de los sentidos materiales, y esto vence el falso testimonio de la materia.

Tal vez uno se pregunte: “¿En qué consiste esta evidencia más elevada — esta distinta estructura de conceptos que presenta la Ciencia Cristiana?” Esta Ciencia revela que la naturaleza de Dios es Espíritu infinito, Vida, Verdad, Amor. Enseña que Dios es el único creador y que el hombre es Su expresión. La naturaleza de Dios como bien absoluto, determina que Su creación tiene de hecho que ser buena, íntegra, armoniosa, perfecta. Debe inevitablemente reflejar la naturaleza del creador. En el libro del Génesis se nos relata que: “Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Gén. 1:31; Así comenzamos a ver que el mal, en todas sus formas, no es la creación de Dios y que, por lo tanto, debe ser irreal, un impostor, una ilusión. El mal se basa en la evidencia de los sentidos, en un concepto falso de la creación.

En la Ciencia Cristiana vemos que la realidad descansa sobre una base espiritual. Puesto que Dios es el Principio creativo del universo, Su ley es una ley espiritual de salud, armonía y liberación del temor. La ley de Dios es mucho más fundamental y real que las supuestas leyes de la enfermedad, el pecado y la muerte. Cuando se la comprende y usa, la ley espiritual y su manifestación son infinitamente más sustanciales que la evidencia que presentan los sentidos materiales. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “¿Cómo puede un cristiano, teniendo el testimonio más potente de la Verdad, que contradice el testimonio del error, pensar en este último como real o verdadero, ya sea en la forma de enfermedad o de pecado?” Ciencia y Salud, pág. 353; Podemos ver, entonces, por qué Cristo Jesús podía curar tan rápidamente. Él estaba totalmente convencido de la bondad de Dios y de lo natural que es la armonía y la salud según la ley de Dios. Para él la enfermedad era falsa e irreal. Y la expulsaba.

La tendencia de la mente humana es tratar de adaptar las demostraciones del poder divino efectuadas por Jesús a cierta manera humana de razonar y explicarlas según las normas establecidas del pensamiento mundano. Se intenta “explicar” el haber alimentado a una multitud, haber caminado sobre las aguas y haber resucitado a Lázaro. Pero no podemos adaptar del todo al razonamiento humano o a las normas humanas de credibilidad sucesos impulsados espiritualmente. Tales sucesos exigen una base diferente de pensamiento, una nueva estructura de conceptos. No podemos percibir el Espíritu con los sentidos materiales o explicar el Espíritu infinito desde el punto de vista de la evidencia limitada que presenta el sentido material. Sólo el sentido espiritual puede comprender a Dios y reconocer el poder del Espíritu. Este hecho sobresale reiteradamente en las enseñanzas de Jesús. Él dijo a sus discípulos: “Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis”. Lucas 10:23;

El tratar de adaptar las curaciones de la Biblia y las demostraciones del poder divino a los conceptos humanos es como tratar de poner a Dios, el Espíritu infinito, dentro de una forma humana o de un cuerpo finito. Es imposible comprender a Dios desde este punto de vista. Es solamente mediante el sentido espiritual que podemos comprender la naturaleza del Espíritu y aprender a demostrar el poder de Dios en los asuntos humanos.

El milagro ha sido definido como “un suceso o efecto en el mundo físico más allá o fuera del curso ordinario de las cosas, desviándose de las conocidas leyes de la naturaleza, o trascendiendo nuestro conocimiento de estas leyes”. Pero desde el punto de vista espiritual, un milagro es algo normal, y así lo fue para Jesús. En Ciencia y Salud leemos: “El milagro no introduce desorden, sino que revela el orden primitivo, estableciendo la Ciencia de la ley inmutable de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 135; Fue la ley de Dios la que Jesús demostraba al sanar al enfermo, reformar al pecador, y resucitar a los muertos.

A fin de demostrar la ley de Dios, debemos habituarnos a juzgar partiendo de la evidencia del sentido espiritual. Tenemos que estar dispuestos a refutar científicamente el testimonio de los sentidos materiales. A medida que nuestro entendimiento de la Ciencia Cristiana se acrecienta, nos damos cuenta de que nuestra experiencia humana es, en realidad, la proyección de nuestro pensamiento. Es un estado subjetivo. Por ejemplo, se ha comprobado que la enfermedad es frecuentemente temor objetivado en el cuerpo. La presencia del Amor divino es lo que destruye el temor. La oración que sana es la purificación científica de nuestro pensamiento — un reconocimiento de la totalidad de Dios. Tal oración hace que nuestro pensamiento y vida concuerden con las leyes de Dios.

Este hecho de que la experiencia es un estado subjetivo se halla bien documentado en las enseñanzas de Jesús. En todo el Sermón del Monte, Jesús señaló este hecho, o sea, que nuestro pensamiento determina nuestra experiencia. Explicando una de sus curaciones dijo: “Vé, y como creíste, te sea hecho”. Mateo 8:13; En determinada ocasión dijo: “Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. Marcos 11:22, 23; ¿Por qué usó Jesús un ejemplo tan extremo? Seguramente esto habría sido un milagro si alguna vez hubiera ocurrido alguno.

Todo problema, cualquiera sea su magnitud, está subordinado a una confianza absoluta en la ley de Dios, la ley del bien. En realidad, la fe se basa en una comprensión de la ley de Dios. Es preciso recordar que Jesús dijo: “Tened fe en Dios”. Y la fe es la habilidad de ver más allá de la evidencia de los sentidos materiales y aferrarse a la realidad espiritual, a la ley de Dios. Cuando hacemos esto con absoluta confianza, pueden acaecer acontecimientos extraordinarios. Es posible que estos acontecimientos parezcan ser milagros, pero en realidad son la consecuencia natural de comprender el bondadoso cuidado de Dios.

La Sra. Eddy dice: “La fe, elevada al entendimiento espiritual, es la evidencia obtenida del Espíritu, que reprueba toda clase de pecado e impone las demandas de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 23. Cuando conocemos la ley de Dios y comprendemos Su creación, entonces juzgamos nuestra vida con criterio justo y somos gobernados por el verdadero hecho científico de nuestro ser — la evidencia más elevada obtenida de la Verdad y del Amor divinos. El testimonio material humano se verá como la proyección insustancial del pensamiento material. La armonía, la salud y la abundancia se verán como naturales, no como acontecimientos milagrosos. Se percibirá que toda la creación está en consonancia con la naturaleza de Dios, el bien.

¿Cree usted en los milagros? Yo, sí, creo. Mirando más allá de la materia, puedo llegar a un concepto más divino de la evidencia y comenzar a interpretar estos acontecimientos extraordinarios en términos de un Dios bondadoso que gobierna a Sus hijos de acuerdo con Su ley.

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