¿Están todas las cosas igual que como solían estar? Muy pocas cosas están igual en la mayoría de las comunidades y sociedades. Oímos decir, casi a coro, que vivimos en una época de agitación. Pero esto no quiere decir que no podamos encontrar estabilidad. Los cambios existen en la vida humana. La estabilidad puede encontrarse al comprender el mundo del Espíritu.
La Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) extiende a usted una invitación al mundo inmutable del Espíritu. Esta Ciencia nos ayuda a mirar debajo de la superficie de los cambios, a encararlos, a comprender dónde están y en qué consisten. Es estabilizador comprender que los cambios en la vida humana son el resultado directo o indirecto de la actividad de la Verdad divina en el pensamiento humano. Al admitir esto no tenemos que sufrir irremediablemente los cambios o resistirlos ciegamente. Tampoco nos adormeceremos en la creencia apática de que “nada está ocurriendo”. Si la Verdad divina no estuviera sacudiendo el pensamiento humano, revolviéndolo, reestructurándolo, exponiendo sus equivocaciones y males, espiritualizándolo, desafiando sus valores, ¿no estaríamos viviendo en un mundo más bien estático?
En el grado en que nos identificamos con la Verdad divina, nos estamos aliando con un buen cambio. No somos víctimas del cambio, no estamos comentando acerca de él, ni somos espectadores del mismo. Nos estamos aliando con lo que estimula el cambio progresista. Cuanto más comprendemos que la Verdad es el iniciador del progreso y el neutralizador del mal, tanto más ayudamos a apoyar el cambio progresista y modificar el cambio que no lo es. Y nuestra vida es mucho más estable.
Puede ser atractivo mirar a nuestro alrededor las actitudes y modos del vivir actual, encontrar semejanzas con los de alguna época pasada, y luego no objetar la noción de que lo que ocurrió antes volverá a ocurrir exactamente de la misma manera. Si bien es cierto que, metafísicamente hablando, el pensamiento mortal es esencialmente siempre el mismo (es decir, consciencia irreal) — y que la Mente divina, o Dios, es inmutable — la consciencia humana no es siempre la misma. Y podemos estar profundamente agradecidos de que no lo sea. A medida que el pensamiento humano responde al impulso de la Verdad, gira hacia adelante. Es movido por la continua acción del Cristo, el poder de la Verdad divina que se manifiesta en el hombre y en todo el universo. “En la Ciencia Cristiana”, Mary Baker Eddy dice, “no se da jamás un paso retrógado, jamás se regresa a posiciones que se han dejado atrás”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 74;
Todo concepto cíclico acerca de la historia — toda teoría que quisiera sugerir que la humanidad está condenada a dar vueltas en círculos, un concepto más bien antiprogresista — sería pesimista y materialista. Si no se desafiaran estos conceptos, paralizarían el progreso y matarían las esperanzas. No habría estabilidad verdadera en ellos. Las condiciones cambian, para mejorar, a medida que el irresistible Cristo, la idea de la Verdad, las cambia. Y las condiciones que el Cristo cambia, jamás vuelven a tener las formas anteriores. Jamás caen a sus bajos niveles anteriores para quedarse allí. El surgimiento de la Ciencia Cristiana misma, en el siglo diecinueve, es la máxima evidencia de que el Cristo penetra la corteza del pensamiento humano, iniciando cambios y estimulando el progreso, la rapidez del cual tal vez no se haya visto antes.
La Verdad jamás deja a las personas donde las encontró. La Verdad jamás nos deja, colectivamente, donde nos encuentra, sino que nos mueve hacia adelante irresistiblemente.
¿Qué podemos hacer cuando los vientos de los cambios amenazan con hundir el bien? Si somos buenos “navegantes” metafísicos, sabremos qué hacer. Dispondremos nuestras velas para aprovechar de la mejor manera los vientos cambiantes. Conociendo la omnipotencia de la Verdad y su fundamental autoridad, podemos revertir lo que humanamente vemos, y de esta manera hasta sacar ventaja de los malos vientos. Mediante lo que la Ciencia Cristiana nos dice de la acción del Cristo, y de su animación del pensamiento humano, podemos justipreciar mejor esos vientos contrarios. Y cuando lo hacemos y comprendemos que todo lo que tiene realidad en la situación es la acción firme y progresista de la Verdad, no nos intimidamos.
Podemos usar los vientos contrarios para avanzar — usar su desafío para hacernos progresar. O, desde una altitud espiritual aún más alta, podemos elevarnos justo por sobre ellos. A medida que lo hagamos, veremos que nuestra perspectiva, nuestra vida y nuestra confianza se estabilizan cada vez más.
Hace poco vi en un periódico el titular de un editorial que decía que se estaban combatiendo nuevas guerras con viejos armamentos. Tal vez podríamos decir que las guerras de nuestros días que se están combatiendo con viejos armamentos, son nuevos dilemas morales; viejos problemas de una magnitud nueva y sin precedentes; argumentos sobre la mortalidad del hombre que son nuevos en su sutileza. Las batallas no siempre van muy bien cuando se usan armamentos viejos — los puntos de vista físicos acerca del hombre que ya han pasado de moda, los puntos de vista convencionales y materiales acerca de la realidad. Podemos encontrar estabilidad y aliento en este hecho, pues indica oportunidades cada vez más amplias para la Ciencia del Cristo.
Convenimos que para el sentido humano el progreso de la humanidad, representado en una gráfica, mostraría altibajos ondulantes. Hay muchos zigzags entre las angustias de Adán y Eva y la percepción subjetiva de San Juan del cielo nuevo y la tierra nueva. Ver Apoc. 21:1–4; Pero en el ancho trecho de la historia hay amplia evidencia de la constante actividad de la Verdad y del Amor divinos. Esta actividad no puede realmente ser frustrad. La Sra. Eddy nos muestra, en las palabras que siguen, nuestra responsabilidad, y despliega la superabundancia de posibilidades para bien que tenemos por delante: “Aprendamos de lo real y eterno, y preparémonos para el reino del Espíritu, el reino de los cielos, — el reino y gobierno de la armonía universal, que no pueden perderse ni permanecer ocultos para siempre”.Ciencia y Salud, pág. 208. A pesar de cualquier apariencia de cambio, nada puede ser más estabilizador que aprender de lo real y eterno.
