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Saliendo de deudas

Del número de enero de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Usted mira sus cuentas y luego el saldo de la cuenta bancaria. Los totales ni se aproximan. ¿Qué hace? ¿Pensar nuevamente a quién le va a pagar esta vez? ¿O decidir que ya es tiempo de terminar con las deudas? La elección es suya.

Reflexione acerca de este pasaje de la Biblia: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?” Isa. 58:6; Todo yugo de esclavitud, incluso el de endeudarse, puede eliminarse. El apóstol Pablo nos asegura que: “Dios... suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Filip. 4:19;

La Ciencia Cristiana nos enseña que no tenemos que tolerar la escasez, que es muy a menudo la razón principal de endeudarse. La escasez se puede sanar en la medida en que dejemos a Dios proveer toda nuestra necesidad. Esto no significa que nos sentemos cruzados de brazos, esperando una época de bonanza. Ni que corramos alegremente a los negocios con todas nuestras tarjetas de crédito, diciendo que Dios se encargará de todo.

El dejar a Dios proveer nuestra necesidad, requiere que despertemos espiritualmente. La Sra. Eddy nos ayuda a despertar con esta afirmación que nos hace pensar: “Completamente aparte de este sueño mortal, esta ilusión y engaño de los sentidos, la Ciencia Cristiana viene a revelar al hombre como la imagen de Dios, Su idea, coexistente con Él — Dios dando todo y el hombre poseyendo todo lo que Dios da”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 5;

Con sólo vislumbrar más claramente que el hombre — nuestro ser verdadero y espiritual — tiene “todo lo que Dios da”, se comienza a destruir la creencia mesmérica de escasez. Estamos despertando “de este sueño mortal” y viendo que no es la naturaleza del hombre sufrir privaciones o pobreza. El hombre, el que verdadera somos, “la imagen de Dios, Su idea, coexistente con Él,” tiene todo lo que Dios da, y Dios, que es el Espíritu infinito, da todo, imparcial y continuamente.

Nos metemos en dificultades cuando mentalmente permanecemos en este sueño mortal y comenzamos a mirar a la materia como la fuente de nuestras finanzas, nuestra capacidad, nuestras oportunidades, y nuestro bienestar general. Comenzamos con una base finita y limitada, y luego nos preguntamos por qué nos sentimos agotados tan rápido. Pero a medida que despertamos y comenzamos a reconocer al Espíritu infinito como la única fuente de nuestra provisión verdadera, rompemos las cadenas que nos atan a la pobreza y a las deudas. Así dejamos que la ley de Dios gobierne nuestra vida. Entonces, veremos que tenemos todo lo que necesitamos — en abundancia. Y seremos guiados a hacer lo correcto para pagar nuestras deudas.

El Espíritu infinito no puede ser encadenado en ninguna manera, no puede ser reducido o restringido en ninguna dirección, porque el Espíritu no está en la materia. El Espíritu no depende de la materia. Ni el Espíritu es afectado por la materia que alardea como si fuera ley en nuestra consciencia. Como el hombre es creado a la semejanza de Dios, tampoco está en la materia. Tampoco afecta al hombre ninguna ley material de oferta y demanda, fluctuaciones cíclicas del mercado de valores, o tiempos difíciles. El hombre es espiritual, en unidad con su creador, el Espíritu infinito, y, por lo tanto, está siempre provisto abundantemente de todo el bien.

¿Cuál es una parte de este bien que Dios nos da? Incluye gozo incesante, verdadera realización, paz interior, oportunidades ilimitadas, y ser útiles perpetuamente. El hombre vive, se mueve y mora únicamente en el reino de Dios. No depende de una educación ni está limitado por ella, o por cultura, raza, nacionalidad, herencia ni por una historia de escasez. El hombre continuamente tiene todo el bien, porque su bienestar no está basado en materia perecedera, sino en sustancia espiritual, que es inagotable y completa.

Cuando comprendemos esto y lo aceptamos como cierto se rompe con el dominio que la pobreza tiene sobre nosotros. Descubrimos más de nuestras capacidades y talentos dados por Dios. Encontramos medios para mejorarlos y ponerlos en práctica. Nos volvemos más obedientes a la sabiduría divina para hacer lo correcto. Expresamos más vigilancia e ingenio. Ya no nos mesmerizamos creyendo que nuestro sustento está limitado sólo a un pedazo de papel llamado cheque en pago de nuestro salario o en pago de la jubilación. Miramos sólo al Espíritu infinito como la fuente de nuestra provisión.

Tal despertar espiritual no nos deja a la intemperie en el frío, sufriendo de escasez, de limitación y de un creciente montón de deudas. Abre la puerta a maravillosas experiencias de progreso espiritualmente enriquecedoras. Nos permite ver que nuestras necesidades son abundantemente provistas, a menudo por medios que nunca habíamos ni siquiera imaginado.

Hace unos años, mi esposa y yo hicimos una lista de todos los caminos por los cuales habíamos recibido nuestras provisiones diarias durante un período de escasez. La lista llenó páginas. Nuestro ingreso regular se había reducido a un mero goteo, pero nosotros resolvimos negarnos a limitar los canales mediante los cuales podíamos recibir el bien. Y lo recibimos abundantemente. Durante este tiempo orábamos, principalmente para comprender mejor la eterna presencia y la eterna disponibilidad de la bondad de Dios. Y luego pusimos esta oración en acción, comenzando a expresar más amor y bondad hacia otros, aprendiendo a compartir desinteresadamente lo que teníamos, siendo agradecidos, y dando de nosotros mismos. Cristo Jesús dijo: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo”. Lucas 6:38;

De manera que si pensamos que necesitamos más dinero, podemos mirar a nuestro alrededor en nuestros hogares y en nuestras iglesias, en nuestro vecindario y en nuestra comunidad, para ver qué más podemos hacer para ayudar a otros. Descubriendo el gozo de servir a otros desinteresadamente, abre nuestro pensamiento a la provisión ilimitada. Comenzamos a valorar más el bien en otros y el bien que están haciendo. Por ejemplo: ¿Valoramos suficientemente el trabajo de un practicista, o ponemos esa cuenta debajo de todo el montón de cuentas sin pagar, pensando: “El practicista va a comprender. Él de todas maneras no necesita el dinero”. Puede ser. Pero, ¿cuánto estamos valorando la ayuda y curación recibida? ¿Le damos el mismo valor que al trabajo de un abogado o un plomero, o de cualquier otro profesional?

¿Valoramos lo más importante en nuestra vida — nuestro propio progreso espiritual, nuestro entendimiento de Dios como Todo-en-todo, nuestra participación activa en la iglesia, nuestro apoyo a las publicaciones periódicas y el suscribirnos a ellas, toda nuestra mejor actitud hacia la vida misma? Si esto es lo que estamos haciendo, entonces obtendremos un mejor entendimiento de lo que es la verdadera sustancia. Ya no seremos esclavos de las deudas, a pesar del empleo que tengamos o de la situación económica en que nos encontremos. Y tal esclarecimiento y comprensión de nuestra parte, ayudará a destruir esa creencia universal de endeudarse cada vez más, no sólo en nuestra vida, sino también en la de los demás.

No tenemos que resignarnos a tener deudas por la misma razón que no nos resignamos a aceptar la enfermedad. Ambas pueden ser sanadas. Tenemos la promesa bíblica que el hombre tiene el derecho divino de ser libre de toda esclavitud: “Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan”. Isa. 58:11. Cuán agradecidos podemos estar de que Dios es supremo en cada aspecto de nuestra vida diaria. Sabed que Él está en la vuestra y que Él “suplirá todo lo que os falta” — abundantemente.

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