Pasé mis primeros veinticinco años acosada por problemas de índole nerviosa debido a un accidente que sufrí durante mi infancia, lo cual ocasionó una doble curvatura lateral de la columna vertebral y la dislocación de tres vértebras. Los médicos opinaban que no era posible corregir los efectos del accidente y las condiciones resultantes. Con el tiempo fui bajando de peso considerablemente, mi constitución no era normal y análisis de tuberculosis resultaron positivos.
Fue entonces que recurrí a la Ciencia Cristiana. Mediante la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana aprendí que el Cristo sanador, la Verdad, está disponible para todo el que recurre a Dios por medio de la oración basada en la comprensión. Y aprendí a recurrir a Dios a través del estudio de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Este estudio me demostró científicamente que yo no era hija de padres mortales, sujeta a la casualidad y a la debilidad; sino que en mi verdadera identidad, era el reflejo espiritual y puro de Dios, la Mente omnipotente, la cual es eternamente perfecta.
Para reconocer y manifestar esta perfección espiritual, tuve que desarraigar la falsa creencia de que pude haber sufrido un accidente de irremediables consecuencias. La Mente, Dios, jamás cae y el hombre, Su idea, refleja esta irrompible perfección. En la Ciencia Cristiana encontré pruebas irrefutables de curaciones instantáneas. Además aprendí que la curación, ya sea rápida o lenta, viene juntamente con una comprensión más profunda de las muchas declaraciones demostrables y divinamente inspiradas que se hallan en la Biblia y en las obras de la Sra. Eddy, como ésta en Ciencia y Salud (págs. 243–244): “Por cuanto que Dios es bueno y la fuente de todo el ser, Él no produce deformidades morales o físicas; por tanto tales deformidades no son reales, sino ilusiones, el espejismo del error”.
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