• El Presidente Carter hizo un llamado para reducir el consumo de energía en los Estados Unidos si es que se ha de resolver la crisis de energía. Además, se dirigió a las compañías petroleras y a grupos con intereses especiales para que fueran más responsables y más sensibles al bienstar del público.
• Muchos países del mundo están luchando con la creciente inflación agravada por el constante aumento de los precios del petróleo.
• En muchos lugares del África, el ingreso anual por persona es de menos de cien dólares. En la Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Haití y México el desempleo o falta de empleos apropiados es de un 25 a 30 por ciento.
Algunos economistas dicen que si se eliminara la codicia y el egoísmo de la escena financiera mundial, esto resolvería en gran medida muchos de los variados y persistentes problemas que afligen a la humanidad en todo el mundo.
Cualquier problema, ya sea privado o público, de salud física, o económico, nos indica que se necesitan valores que sean más espirituales. Los valores materiales se apoyan en la restricción y ocasionan el pensamiento limitado que es la esencia de la codicia. Éstos implican terquedad — el pensamiento mortal que insiste en sus propios métodos restringidos y restrictivos de hacer las cosas. Por contraste, los valores espirituales, derivados del Espíritu infinito, nos ayudan a romper el mesmerismo del vivir mortal, egoísta y mezquino.
El pensamiento humano ve la escasez y busca soluciones humanas. Puede haber advertencias razonables para ser menos extravagantes, tener automóviles más chicos y usarlos con menos frecuencia. Es posible que las corporaciones busquen medios de operación mejores, tal vez usando sus instalaciones y conocimientos para fines más constructivos. Pero la Ciencia Cristiana nos muestra que todos los problemas son esencialmente mentales — originados en la mente mortal — y las soluciones se encuentran en las ideas espirituales y en los valores que éstas aportan.
Podríamos ayudar a aliviar y a sanar los males económicos y la codicia, reemplazando los valores materiales con valores más universales y eternos. El pensamiento mortal quisiera inducirnos a aceptar valores orientados materialmente que nos llevan a un alto nivel de satisfacción personal. Tanto la extravagancia materialista como la necesidad crónica pueden ser refrenadas mediante la acción de Dios, la Verdad y el Amor, en el pensamiento humano.
Tanto en la experiencia nacional como en la individual puede haber períodos de creciente ansiedad. Los problemas de pronto parecen agrandarse. Los valores espirituales como base del pensamiento y de la manera de vivir son un baluarte contra tales amenazas. La codicia y el ensimismamiento tienen sus raíces en el temor. A medida que damos prioridad a lo que es más espiritual, podemos neutralizar con mayor fuerza el temor y sus destructivos efectos.
La inflación puede ser evidencia de temor que se alimenta a sí mismo. La gente, preocupada por el constante aumento de precios, se siente impulsada a comprar más de lo que en realidad necesita, y a exigir salarios más altos anticipándose a tiempos más duros. El deseo de proteger y prosperar al yo mortal puede ser humanamente comprensible. La Sra. Eddy indica que “todo error tiende a... envanecer el yo...” Escritos Misceláneos, pág. 301; Algunas de las dificultades económicas son obviamente el resultado de la codicia del envanecido sentido mortal del yo. Las verdades científicas acerca de Dios y del hombre pinchan el globo de la creencia mortal y desinflan su envanecimiento — clasifican que esta creencia y sus argumentos son impotentes y dan prueba de que lo son.
Es la percepción espiritual y no el pensamiento mortal lo que debiera formar nuestro concepto acerca de la economía nacional, así como el de nuestros propios asuntos. Nuestra visión espiritual magnifica nuestro concepto acerca del bien infinito de Dios y amplía nuestra demostración de ello. La verdadera sustancia es más que amplia. Es inagotable. Las ideas innumerables de Dios son la provisión del hombre.
Preguntas sobre el estado de la economía pueden encontrar respuestas prácticas, finalmente, sólo en la verdad espiritual. Y en la medida en que sean contestadas así, la codicia y los males económicos sanarán. Por medio de la oración científica podemos ayudar a que la humanidad abandone su concepto de sustancia en la materia y se incline hacia el Espíritu. Entonces oiremos al Cristo, la idea siempre presente del Espíritu, diciendo a la atribulada consciencia humana: “Paz sea a esta casa”. Lucas 10:5.
