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De lo finito hacia lo infinito

Del número de noviembre de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando alguien empieza a entender la Ciencia Cristiana, pareciera como si se operara una gran transformación en su vida. Tal vez una curación lo ha convencido de que la materia no es tan sustancial como creía que era; que Dios, el Espíritu, lo es Todo; y que el término “hombre” no significa una multitud de personalidades materiales. En cierto sentido él es un testigo de lo que escribió Juan en el Apocalipsis: “Las primeras cosas pasaron.. . He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”. Apoc. 21:4, 5;

Sin embargo, la mayor parte de las personas ocupan tanto su tiempo con pensamientos finitos que una ráfaga de inspiración, y la curación que trae consigo, no es siempre suficiente para producir un cambio de lo finito a lo infinito. Lo que hace la persona es ajustar su pensamiento para adaptarse a las nuevas ideas, renunciando, lo menos posible, a su antigua manera de pensar.

Un indicio de esto es cuando pensamos que la práctica de la Ciencia Cristiana es una técnica para usar la idea infinita para mejorar la finita, considerando la práctica de la metafísica en términos de lo que surte efecto y lo que no surte efecto, y aun midiendo la comprensión espiritual de la realidad espiritual por la evidencia que se ve a través de los sentidos materiales. El resultado de esta manera de pensar es que nuestra práctica se hace cada vez más ineficaz.

Cuando los miembros de una Iglesia de Cristo, Científico, pierden de vista la naturaleza infinita de la verdad que están practicando, alejan su atención de su propósito que es el de demostrar lo infinito, y gradualmente concentran sus esfuerzos cada vez más en asuntos finitos — organización humana, personalidades, y la defensa del statu quo.

La idea de la infinitud, que caracteriza al Cristo, la verdadera idea de Dios, viene a la consciencia humana como un amigo. Trae curación, alivio del sufrimiento, un sentido de dominio totalmente nuevo, una promesa de alegría, un reconocimiento de nuestra capacidad para vivir como un amado hijo del Padre-Madre Dios. Y el Cristo nunca es menos que esta clase de amigo.

Pero después que una consciencia humana ha pensado durante mucho tiempo en términos finitos solamente y luego se ajusta a sí misma, y ajusta sus valores, para dar entrada a la idea del Cristo como algo práctico con que contar en caso de que se la necesite, esta consciencia procede a elaborar su propio concepto de la idea espiritual en términos finitos. Entonces cuando la verdadera idea presenta al pensamiento la naturaleza infinita de la Mente, la tendencia humana es considerar toda idea nueva semejante al Cristo como un enemigo que ataca. Esto demuestra simplemente que la mente humana ha encontrado un sentido de seguridad equivocado en las formas finitas — haciendo todo de la misma manera año tras año, siguiendo los mismos modelos de pensamiento, y usando los mismos pensamientos repetidamente en la práctica de lo que denomina metafísica divina.

La consciencia humana que encuentra seguridad únicamente en lo finito se contenta con utilizar la idea infinita sólo con el propósito de eliminar los malestares que aparecen en lo finito. De este modo la idea de la totalidad de lo infinito, que infiere lo contrario, o sea, que lo finito en realidad no existe, proporciona poco consuelo hasta que la mente humana haya sufrido lo suficiente por su sentido finito y reconozca que es insustancial, o, hasta que haya sentido el amor de lo infinito. Cuando reconocemos que la Mente divina ama al hombre, y que el hombre refleja ese amor perfecto, sentimos un deseo de abandonar todo por el Cristo.

Las posibilidades de la consciencia humana una vez que se libera del pensamiento finito son enormes. La persona que conscientemente vive sólo para expresar la naturaleza infinita del Amor divino descubre una abundancia de nuevas ideas que inspiran y son prácticas. Entonces con gran regocijo, diariamente, pone en el altar de la Verdad todo lo que humanamente parece importante, dispuesta a reemplazarlo con conceptos más divinos de la Vida y del Amor. Y encuentra que cada vez más aumenta el número de personas que la buscan para que las ayude a comprender su relación con lo infinito. Y puede ayudarlas, y ayudarlas a que se ayuden a sí mismas y también a otros.

No se trata de tener suficientes pacientes para ganarse la vida, o de mantener una iglesia en la que los miembros estén satisfechos unos con otros. Se trata de reconocer la naturaleza infinita de la Mente y de su idea verdadera en la siempre creciente demostración del efecto de este reconocimiento, que se manifiesta en curación, en vidas regeneradas y en beneficios para la comunidad.

Se nos dice que en esta época decenas de miles de personas mueren todos los años de hambre o de enfermedades relacionadas con la desnutrición. Por otro lado escuchamos que en algunos países prósperos la producción de alimentos es tan grande que afecta la economía desfavorablemente. ¿Cuándo despertará el mundo para ver la naturaleza antinómica del sueño de la existencia finita?

Quizás debiéramos preguntarnos primero si estamos saliendo de lo finito a lo infinito. ¿Pensamos en términos de que somos seres eternos, ilimitados, o nos estamos esforzando por demostrar solamente un mejor sentido finito del ser? ¿Estamos dispuestos a enfrentar los pensamientos, cosas, patrones de vida, en los que creemos encontrar seguridad, y a ponerlos a prueba para ver lo que expresan de la naturaleza infinita? La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “El deseo de llegar a ser como niños pequeños y dejar lo viejo por lo nuevo, dispone el pensamiento para recibir la idea avanzada. Alegría al abandonar las falsas señales del camino y regocijo de verlas desaparecer, — he aquí la actitud que contribuye a adelantar la armonía final”.Ciencia y Salud, págs. 323–324;

A medida que abandonemos lo finito por lo infinito, comprenderemos las posibilidades infinitas de demostrar la naturaleza de la Vida, la Verdad y el Amor para toda la humanidad. Y comprenderemos cada vez más la verdad que encierran las palabras de Cristo Jesús: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Juan 10:10.

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