La Verdad
en su túnica inconsútil
e inmaculada de la originalidad
es esencia y luz.
El error se viste de andrajos y de desechos.
Es inconstante, cambiante, no queda;
es como las ondas del mar.
Es sombra y no luz.
Y porque aspira siempre a parecer,
nada es.
Se complace con las apariencias
y vive en el mimetismo.
Siempre en afán de empinarse
sobre su nada,
simulando serlo todo.
La Verdad, en cambio, fue desde el principio,
inamovible en su fundamento
que siempre permanece.
Ha sido, es y será eternamente la misma,
en todas las latitudes
y en todos los puntos de la creación.
El error parece;
La Verdad es.
El error es nada;
La Verdad es Dios.
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