La primera vez que oí hablar de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) fue cuando mi profesora de inglés nos habló en la clase acerca de su hijo. Él había estado por un largo tiempo enfermo y postrado en cama, y a los doctores no les era posible ayudarlo. Un día ella se comunicó con una practicista de la Ciencia Cristiana, quien oró por su hijo, sanando éste inmediatamente. Esto me causó una fuerte impresión. Muchos años más tarde, cuando contraje un severo caso de gripe, lo cual me ocurría cada seis meses, pedí ayuda a un practicista y sané de aquella dificultad periódica.
Por supuesto, esto me hizo muy feliz y quise saber cómo había sanado. Así es que empecé a estudiar Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Durante mi estudio, un crónico dolor de cabeza y un severo problema de cálculo biliar desaparecieron. Tiré todas las medicinas, y desde entonces he confiado en la Ciencia Cristiana. Con la ayuda de practicistas he tenido muchas hermosas curaciones.
El verano pasado noté un pequeño punto marrón en la mejilla. Al principio le dí poca importancia y lo raspé. A los pocos días tenía una mancha mayor en la mejilla, y oré entonces con las verdades de la Ciencia Cristiana. Pero después de varias semanas la mancha estaba aún ahí, y una vez más traté de quitármela raspándola. La condición empeoró y aumentó su tamaño.
Me atemoricé y llamé a una practicista. Ella comentó que yo estaba mezclando métodos materiales con la curación espiritual al orar y luego tratando a intervalos de remover la mancha por mi cuenta. Convine en dejar de hacerlo y en estudiar las referencias de “ley” con las concordancias de los escritos de la Sra. Eddy. Pensé mucho sobre el hecho de que el hombre espiritual es creado a la imagen de Dios y es, en consecuencia, perfecto, y sujeto a Su ley del bien. Nada feo u ofensivo se le puede adherir al hijo de Dios. A medida que estudié y oré, mi temor desapareció, y gradualmente la mancha facial desapareció también.
Una vez fui al Museo Nacional de Suecia a fin de hacer una copia de un cuadro que se exhibía en ese museo. Cuando le expliqué al director del museo qué cuadro quería yo pintar, él me dijo que no podía otorgarme el permiso, ya que el artista anterior había abusado de ese privilegio. Inmediatamente afirmé en silencio que la situación estaba bajo el perfecto y justo gobierno de Dios. Después que el director hizo una llamada telefónica, me dijo que sí podía pintar el cuadro. ¡Esto era algo que no había sido permitido durante veinte años! Me sentí contenta y agradecida por esta evidencia de que la maravillosa ley de Dios opera imparcialmente y aporta armonía, y ajusta lo que es necesario ajustar.
Cuando vi que Dios es mi único verdadero empleador, quien me provee todo lo que necesito, empezaron a fluir pedidos para mi trabajo artístico. Sin embargo, un día recibí un pedido para que hiciera una clase de pintura que era totalmente nueva para mí. Mi primera reacción fue decir no. Entonces recordé que Dios era mi empleador, “cuya ley”, la Sra. Eddy dice, “exige de nosotros sólo lo que ciertamente podemos cumplir”.Nota de los Redactores: Todo el párrafo lee (Ciencia y Salud, págs. 232–233): “No hay en la Ciencia lugar ni ocasión para error de ninguna clase. Cada día que pasa exige de nosotros pruebas más convincentes y no meras profesiones del poder cristiano. Estas pruebas constan únicamente de la destrucción del pecado, la enfermedad y la muerte por el poder del Espíritu, — como Jesús las destruía. Es este un elemento de progreso, y el progreso es la ley de Dios, cuya ley exige de nosotros sólo lo que ciertamente podemos cumplir”. Cristo Jesús dijo (Juan 5:19): “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”.
Movida por esas verdades, empecé a trabajar en la nueva pintura. Todos los días oré para utilizar mi inteligencia y habilidad dadas por Dios, y continué orando de esa forma hasta que la terminé. Esta realización redituó bendiciones que yo nunca hubiera podido imaginar. Estoy muy agradecida de que la Ciencia Cristiana nos dé ayuda y curación que están siempre presentes.
Estocolmo, Suecia
