Realmente no somos instrumentos inútiles en sistemas económicos que frecuentemente están en confusión, y donde la oferta y la demanda son inestables y desequilibradas. Tales sistemas no muestran la realidad. El hecho es éste: sólo estamos sometidos a la economía divina — al sistema administrativo de Dios — por el cual todo Su universo espiritual está gobernado de acuerdo con el Principio divino.
¿Cómo podemos ayudar a sanar las extensas dificultades económicas? Expresando la armonía de la creación de Dios, y comprendiendo Sus ideas espirituales. Dios, la Mente infinita, está siempre “administrando” cada aspecto de Su creación en perfecta armonía y proveyendo todo lo necesario en cada detalle.
El trabajo de oración para resolver los problemas económicos humanos no debe encenagarse en la búsqueda de posibles causas materiales o personales. El desaliento tiende a atribuir a las situaciones y condiciones discordantes lo que nunca pueden poseer — origen y permanencia.
Nuestro gran Modelo, Cristo Jesús, no perdió el tiempo angustiándose por los desacuerdos humanos, o analizando sus causas materiales. Él trataba los problemas de la gente como oportunidades para probar que la creación espiritual de Dios, incluso cada idea individual, siempre está expresando la perfección de lo divino. Cuando los discípulos le preguntaron sobre una persona que había nacido ciega, dijeron: “¿Quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” Respondió Jesús: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él”. Juan 9:2, 3; Entonces Jesús curó al hombre, indicando que el comprender espiritualmente a Dios corrige el pecado de creer en otros dioses, y sana los supuestos efectos de esa falsa creencia.
La Sra. Eddy, quien descubrió y fundó la Ciencia Cristiana, enseñó a sus seguidores la oración científica, basada en el Cristo, la Verdad, como el método más eficaz para solucionar los problemas humanos. Ella escribe: “La Mente inmortal, que lo gobierna todo, tiene que ser reconocida como suprema en el tal llamado reino físico, lo mismo que en el espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 427; Una comprensión de la realidad espiritual hace que en vez de aceptar las objetivaciones materiales de la mente mortal, aceptemos la manifestación del gobierno armonioso de Dios. No debemos dudar de que los extensos problemas de la humanidad pueden ser aliviados por nuestras oraciones, en las cuales afirmamos que Dios estableció y gobierna todo el ser verdadero y toda acción verdadera.
El Cristo, la Verdad, tiene el poder de alcanzar el pensamiento y elevar la consciencia mortal por encima de su ignorancia. Las idead espirituales están dotadas de la fortaleza del Cristo, la Verdad, y su fuerza invencible depende del hecho de que son reales, no de proselitismo personal o de apoyos organizados. Estas ideas alcanzan la consciencia como expresiones de la Verdad divina.
Cada brecha en el miasma de la mente mortal es como un voto que se da como resultado de la oración, en contra de una ley malévola y en favor del lado correcto, y cada uno de estos votos ayuda a fermentar el pensamiento del mundo. Una renovada inspiración con respecto al gobierno de Dios, llega al pensamiento general con la innegable autoridad del Cristo, la Verdad.
Nuestra parte en esta misión es cambiar una fe limitada a la comprensión de que el gobierno divino es siempre supremo y está en todas partes. Dejando que lo espiritual llene nuestro pensamiento, ayudamos a establecer y ampliar estos conceptos, mejorando así los conceptos humanos.
Cuando los problemas económicos no pueden ya ser ignorados, podemos ser tentados a creer que la mala suerte o la gente egoísta tienen la culpa. Pero debemos rehusar el acordar a los problemas económicos algún poder que pueda distanciar a la gente del cuidado de Dios. Las sugerencias de que existen otras causas aparte de Dios, y otros efectos que no proceden de Él, no deben descuidarse. Por el contrario, deben verse rápidamente como falsedades que deben ser invertidas.
El azar y la probabilidad, a los cuales se les culpa por muchos de los cambios y desequilibrios en los sistemas económicos, no tienen ni fundamento ni prueba porque niegan la ley de armonía de Dios. La Sra. Eddy escribe en su disertación sobre un himno tradicional: “Si Dios es bondad inmutable, como reza otra línea de este himno, ¿qué cabida tiene el azar en la economía divina?” La Unidad del Bien, pág. 26. En ninguna parte hay una autoridad para las teorías malévolas que falsamente pretenden ser leyes, porque Dios es la causa original de todo ser verdadero, y Él no incluye ningún elemento de probabilidad.
Las egoístas influencias personales — por bien organizadas, numerosas e imponentes que pretendan ser — no pueden establecer sus presiones conflictivas y vacilantes en una economía que está gobernada en obediencia a la ley de Dios. El universo está bajo el gobierno absoluto del único Ego, o Mente divina. Las alegaciones de que existen otros poderes separados de Dios — tales como presiones económicas, el azar e influencias personales — son, por lo tanto, absurdas, porque presumen un creador conflictivo que pretende tener más poder que el que ya posee el Espíritu infinito.
Una actitud de gratitud por los beneficios pasados y presentes, y un enfoque positivo hacia los problemas sociales, son de mucha ayuda porque tienden a invertir temores emocionales, confusiones y aterradoras predicciones que paralizarían los esfuerzos constructivos. El trabajo metafísico de oración en favor de una economía sana, bien debiera comenzar expresándole gratitud a Dios por Sus bendiciones. La gratitud abre el camino para una oración más eficaz — aquella en la que claramente se comprende que las realidades del ser están siempre presentes y ya se han manifestado, porque Dios, el bien, es eterno e infinito.
Durante un período de mucha preocupación económica en nuestra familia, principiamos una lista de “acción de gracias”. El enumerar los motivos de gratitud tanto por cosas mundanas como por las espirituales, nos ayudó a liberarnos de un concepto afanoso, y a corregir nuestra adoración al poder tanto de las personas como del dinero. Entonces nos fue posible escuchar la guía divina y razonar más claramente sobre cómo mejorar la condición económica, la cual fue corregida.
El plan divino para los hijos de Dios está ya completo. La economía del reino de los cielos está operando y podemos comprender que es la verdadera. Nuestra percepción de esta eterna supremacía de Dios, el infinito Principio divino, eficazmente desinfla los exagerados temores sobre aquellas economías que carecen de principio. Las condiciones discordantes son siempre ilusiones de la mente mortal, que deben ser rechazadas como irreales sin tener en cuenta por cuanto tiempo hayan reclamado falsamente tener validez. Dios es el invariable Amor divino que ha bendecido a todos abundantemente con valores que son verdaderamente sustanciales. El hijo de Dios nunca puede ser privado de Su amoroso cuidado.
Las dificultades económicas deben tratarse con un firme rechazo y remplazarse con el discernimiento del armonioso gobierno de Dios. Ésta es la clase de oración científica que podemos usar con éxito para ayudar a la humanidad. Ésta es nuestra forma de expresar gratitud por la economía divina.
