Realmente no somos instrumentos inútiles en sistemas económicos que frecuentemente están en confusión, y donde la oferta y la demanda son inestables y desequilibradas. Tales sistemas no muestran la realidad. El hecho es éste: sólo estamos sometidos a la economía divina — al sistema administrativo de Dios — por el cual todo Su universo espiritual está gobernado de acuerdo con el Principio divino.
¿Cómo podemos ayudar a sanar las extensas dificultades económicas? Expresando la armonía de la creación de Dios, y comprendiendo Sus ideas espirituales. Dios, la Mente infinita, está siempre “administrando” cada aspecto de Su creación en perfecta armonía y proveyendo todo lo necesario en cada detalle.
El trabajo de oración para resolver los problemas económicos humanos no debe encenagarse en la búsqueda de posibles causas materiales o personales. El desaliento tiende a atribuir a las situaciones y condiciones discordantes lo que nunca pueden poseer — origen y permanencia.
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