Cristina no estaba segura de que la visita de su tía iba a ser tan divertida como decía su mamá. Cristina, que acababa de pasar a segundo grado, todavía recordaba muy bien que el año anterior su tía Sara la consideraba una nena llorona y difícil de tratar.
Esta vez Cristina decidió que mostraría a su tía que ya no era una nenita — pasara lo que pasara. Pero ella no sabía que los albañiles iban a poner yeso a una pared el mismo día en que llegaba tía Sara. La pared que iban a arreglar era la del cuarto para las visitas, y eso significaba que Cristina tendría que compartir su dormitorio con su tía. “¡Oh no!” pensó Cristina.
— En tu cuarto tienes camas gemelas — dijo su mamá— así que no hay problema. Solamente coloca tu ropa en un lado del ropero y deja a tu tía dos cajones de la cómoda para sus cosas pequeñas.
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