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En nuestro juicio cabal

Del número de febrero de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Las personas no están en su juicio cabal cuando el mal es el móvil de sus pensamientos o acciones, porque no están expresando a la única Mente verdadera — a Dios. Esta Mente es Amor y Principio infinitos. Esta Mente no sólo es normal, sino que es la única fuente de lo normal. Cualquier pretensión de otra supuesta mente, de una mente malvada, es una mentira.

En la Biblia se relata acerca de un hombre “endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros”. Cuando Jesús le preguntó su nombre, él respondió: “Legión” porque, según lo explica el escritor del evangelio, “muchos demonios habían entrado en él”. Al sanar Cristo Jesús al hombre con la comprensión que tenía de la única Mente, Jesús probó que Dios es Mente — la única consciencia perfecta. El relato continúa más adelante: “Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio”. Lucas 8:27, 30, 35;

Respondiendo a la pregunta “¿Qué es la Mente?” la Sra. Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “La Mente es Dios. El exterminador del error es la gran verdad de que Dios, el bien, es la Mente única, y que el supuesto contrario de la Mente infinita — que se llama diablo o el mal — no es Mente, no es Verdad, sino error, sin inteligencia ni realidad”.Ciencia y Salud, pág. 469;

No es suficiente aceptar este hecho sólo teóricamente. Tenemos un deber para con nuestro prójimo de saber continuamente que Dios es la única Mente, el único gobernador del hombre y del universo. Esta Mente nos ama a cada uno individualmente y nos ve como expresiones inmortales y espirituales de su ser perfecto.

Terrorismo, torturas y tragedias personales, a menudo ocupan las noticias. No podemos permitirnos el contemplar estos sucesos con horror, pensar que sólo suceden a otros, o meramente ignorarlos. Necesitamos percibir claramente que, en verdad, no hay mentes criminales, mentes trastornadas, mentes retardadas ni mentes lesionadas. Lo que parece ser una mente aparte de Dios es una sugestión ilegítima que se debe enfrentar y vencer. No debiéramos analizar el error como si fuera una realidad y tratar de ver de dónde procedió o por qué sucedió. Mediante la oración debemos vencer su pretensión a realidad.

Cuando aplicamos nuestra comprensión de la única Mente a las pretensiones específicas de desorden que se nos presentan, ayudamos en cierta medida a traer curación al mundo. Nuestro conocimiento de la verdad acerca de la totalidad de Dios leuda el pensamiento humano y ayuda a elevarlo para percibir más del bien infinito de la realidad espiritual.

En cierta oportunidad me sentí sumamente inquieta y deprimida por el giro que mi vida estaba tomando. Por momentos pensaba que estaba perdiendo la razón debido a los abrumadores pensamientos negativos que inundaban mi consciencia. No comenté con nadie mi problema y tal vez las apariencias mostraban que yo era del todo normal. Pero interiormente mantenía una lucha constante.

Decidí pedir a una practicista de la Ciencia Cristiana que orara para mí. La practicista me señaló la exhortación de Juan: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”. 1 Juan 4:1; Tenía que examinar cada pensamiento para ver si procedía de la Mente única. ¿Me bendecía a mí y a los demás el pensamiento que confrontaba? ¿Me guiaba hacia el amor, la paz, la generosidad? Si no era así, entonces no procedía de la única Mente. Era falso y podía descartarlo rápidamente.

¡Qué gozo sentí cuando comencé a darme cuenta de que todas las sugestiones amedrentadoras que me acosaban no eran mías ni tampoco producto de la Mente! Eran tan solo intrusiones que yo podía dejar fuera. Dejé de temerlas o de sentirme culpable por ellas. Negué enérgicamente que pudiesen tener poder o realidad. El desafío dejó de ser arduo. Se tornó en cambio en una vivificante disciplina, que me fortalecía.

La curación llevó cierto tiempo y considerable persistencia, pero me sentía ansiosa de salir victoriosa. No sólo anhelaba estar mentalmente libre, sino que a medida que asimilaba más de la verdad espiritual, mi amor por Dios aumentaba, y quería comprenderlo y obedecerlo. Percibí intuitivamente que el confiar en Dios para toda necesidad me aportaría la paz “que sobrepasa todo entendimiento.” Filip. 4:7; Me percaté de tal modo de que yo era una idea en la Mente en lugar de una mente mortal viviendo en un cuerpo material, que tuve una protección maravillosa en un accidente de esquí. Sabía que estaba en mi Mente cabal — la única Mente — donde en verdad todos continuamente existimos, ya sea que lo reconozcamos o no. La felicidad y la confianza en el bien comenzaron a caracterizar mis pensamientos, y esta percepción del bien continúa.

Si sentimos la tentación de creer que alguien no está en su sano juicio o que puede ser víctima de alguien que no esté en su mente cabal, podemos desligarnos de tal pensamiento e invertirlo, reemplazándolo con el entendimiento científico de que Dios es Mente, la única Mente, que nos gobierna a todos. Esta comprensión erradicará el temor y hará mucho para ayudar a eliminar el mal. Todos podemos desempeñar un rol vital en la demostración de que “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” 2 Tim. 1:7.

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