En 1947 le mencioné a una mujer que conocí en un viaje que yo buscaba un nuevo enfoque sobre el cual basar mi vida. Sonrió y me dijo algo sobre la Ciencia Cristiana — aun el nombre era nuevo para mí. Me prestó un Christian Science Sentinel. No tardé en ver que esto era algo que tendría que investigar. Compré Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, el cual no estaba traducido aún a un idioma escandinavo, y pedí la traducción semanal en noruego de la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Gradualmente llegué a la conclusión de que no existe ningún desacuerdo entre la Biblia y las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. Por el contrario, mi estudio explicó muchas de las aparentes contradicciones en la Biblia que me habían confundido.
Mis dos hijos y yo hemos sido bendecidos con buena salud, y ellos se han comportado bien. Debo esto a la comprensión que he ganado de la ley de Dios por medio de mi estudio. Considero la Ciencia Cristiana de un valor inestimable en la educación de los hijos.
A través de los años he tenido varias curaciones de problemas físicos, a veces mediante mi propia oración, otras, mediante la oración de un practicista de la Ciencia Cristiana. Por ejemplo, sané de una dolorosa condición que tenía en una rodilla. La primera vez, hace más de veinte años, casi no podía mover una de las rodillas. Me era difícil y doloroso caminar y subir escaleras. Me aferré al pensamiento de que como la creación de Dios — la única creación — es perfectamente buena y espiritual, Él no sabía nada acerca de una rodilla tiesa y dolorosa. Lo que Dios no sabía, yo, como Su semejanza, no podía tener. Esta condición tomó un largo tiempo para sanar, pero de repente desapareció.
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